La bloguera cubana compartió sus opiniones sobre la educación, la tecnología y la censura en América Latina
En 2009, el blog fue elegido como uno de los 25 mejores del mundo
David Sandoval Rodríguez
Personaje polémico desde hace varios años, Yoani Sánchez ha sido calificada como “la persona cubana más famosa que no se apellide Castro”, según el New York Times, y por otro lado ha sido acusada de mantener una estrecha relación con la diplomacia estadunidense en Cuba, como señala un cable “clasificado secreto por su contenido sensible, que emana de la Sección de Intereses Norteamericanos (SINA)”, según la nota del profesor de La Sorbona, Salim Lamrani, publicada en La Jornada el 26 de febrero de 2012.
Universo aprovechó su reciente visita a Xalapa para conversar sobre su labor y su punto de vista acerca de la situación en Cuba y América Latina.
¿Qué le motiva a escribir todos los días?
Primero, gracias por la invitación a conversar, especialmente cuando es para un auditorio universitario. Me encanta porque yo me considero una eterna universitaria, a pesar de que me gradué hace algunos años.
¿Qué me motiva? Yo creo que el gran tirón, el gran impulso lo da la realidad. Es como si un cronista, un reportero y un periodista fueran sencillamente un canal entre lo que pasa alrededor y lo que después va a terminar en la página de un
libro, de un periódico o en una pantalla digital. A veces digo que no tengo que proponerme escribir, porque la propia realidad me reta; hasta ahora, afortunadamente, en siete años de tener un blog y ahora el diario digital 14ymedio.com, nunca he tenido la sensación de estar ante la cuartilla en blanco y decir ¿qué pongo aquí? Todo lo contrario.
La realidad cubana es de una complejidad, de unos contrastes y de un realismo mágico que uno está obligado a contar, así que no hago nada especial, me dejo llevar por la realidad y ella me coloca frente al teclado.
Tenemos la percepción de que algunos movimientos sociales se originan en las redes sociales, ¿cómo lo visualiza?
Me han tocado un momento, un tiempo y una era en que la tecnología se ha metido en la vida, desde comprar un boleto para viajar a algún lugar hasta pedir la renuncia de un presidente. Entonces ¿cómo me inserto ahí? De una manera muy rara porque vengo de un país sin conectividad, sin Internet prácticamente; donde para enviar un tweet a la red social tengo que hacerlo a ciegas, por mensajes de sólo texto, sin saber si llega, si alguien lo responde, si a alguien le gusta.
Entonces entro por la puerta de atrás de una isla con muy poca conectividad, con poco acceso a las tecnologías; sin embargo las redes me permiten, una vez ahí, estar casi al mismo nivel de todos, lo cual es muy interesante porque creo que las redes sociales y el Internet han sido una oportunidad para todos, especialmente para aquéllos cuya voz no se escuchaba y eso tiene mucho que ver con los movimientos cívicos que estamos viendo. Pero cuidado, un clic está bien; un “me gusta” en Facebook, bien; un post que narre una realidad que queremos cambiar, muy bien. Sin embargo, debemos tener una reacción en el mundo físico, en el mundo material, porque no nos podemos quedar detrás de un teclado pensando que así vamos a cambiar el mundo.
Así que yo recomendaría, fundamentalmente, tratar de conciliar el ser virtual, el ciber-ser nuestro, con el ser real.
Ha visitado distintas universidades en Latinoamérica, ¿cuáles son las claves que ve en la tendencia a la privatización de la educación?
Siempre que estoy en un lugar lo que más me importa es escuchar la opinión de los que viven ahí, incluso siempre pregunto: ¿cuáles son los cinco graves problemas que más enfrentan? Y claro, la educación casi siempre está en esos primeros cinco puntos de los que la gente se queja: la privatización, los altos precios, la mala calidad.
Vengo de un país donde todo eso es muy cuestionable también, a pesar de que la propaganda oficial ha hecho creer al mundo que la educación cubana es perfecta. Para nada. Tengo un hijo en la universidad y hay muchas sombras y pocas luces. Sin embargo, creo que los fenómenos que están viviendo otros países están dados, fundamentalmente, porque
los gobiernos, las empresas y los grandes consorcios olvidan realmente la importancia que tienen el campus universitario y la universidad como fuerza de cambio y motor de la sociedad; creen que es un negocio o una obligación que hay que cumplir para poner en las estadísticas, pero para nada.
La educación universitaria es quizás el embrión fundamental del nivel profesional de un país, su capacidad de decisión, su soberanía, su capacidad de ingenio, creación, de desarrollo científico, tecnológico o intelectual.
Entonces, sobre estos procesos, creo que hay que seguir echando la pelea, porque no es que “ellos” decidan qué pasa en la universidad, es que la universidad va a terminar poniendo en esos puestos a gente más preparada, con más ética y con una mirada más justa a la hora de decidir; un recinto universitario no es cosa de juego, no es cosa de recortes y decir “ya no les mandamos esto”. Es algo muy serio.
¿Qué ha llamado su atención sobre la educación en México?
En general, lo que más me ha llamado la atención con la población más joven es que no está en las aulas, que muchos de ellos están en la calle. Eso es terrible para un país. Cuando los niños no entran a un aula, ya sea por una decisión familiar, por falta de recursos, porque no pueden llegar hasta donde está la escuela o cualquier motivo, ésos no son “ciudadanos que se pierden” porque siempre puedes encontrar el camino, pero es uno de los peores indicadores que puede tener una sociedad.
También, por otro lado, veo aquí mucha gente con mucho apetito de conocimiento, hacen maestrías, especialidades, se superan. Veo esos contrastes, veo una sociedad muy contrastada.
En Latinoamérica se están dando estos contrastes…
Sí, pero ahí entra la tecnología. Voy a contar una anécdota muy breve: Hace unos meses estaba en el aeropuerto de Barajas, en España, con la máquina que emite el pase de abordar, poniendo mis datos. Cuando terminé alguien me tocó el hombro, era un señor de más de 50 años, evidentemente español por el acento, que me pidió ayuda para imprimir su pase. En ese momento me dije: “es increíble cómo la tecnología puede disminuir la brecha entre él, que nació en el primer mundo, y yo, que nací en el tercero, disminuir la brecha de que quizás él tiene lleno su refrigerador de comida y un cubano en la isla tiene que hacer cola durante tres horas para comprar papa.
La tecnología puede ponernos en un plano de igual a igual y yo creo que hay que aprovechar este plano de la educación; hay que aprovechar que los niños, por muy precaria que sea su economía, tengan acceso a la tecnología que les permita obtener el mismo conocimiento que un niño en Sídney, en Nueva York o en Buenos Aires.
Apropiarnos de la tecnología nos canaliza hacia ese apetito por el conocimiento…
Claro, es que la tecnología no tiene ética, la toma el que la usa y si está permeada por el deseo de conocimiento, de saber y de superación, entonces ¡bendita tecnología!
Los gobiernos del continente, quizá de todo el mundo, tratan de bloquear el acceso a la información. ¿Cómo puede un blog minar esa resistencia?
Es cierto que la censura está en todos lados. Hay maneras más sofisticadas y otras más burdas. Las sofisticadas van desde el bloqueo de un sitio hasta la creación de una verdadera tropa de ciber-policías, para que pongan la versión oficial con más likes que la versión no oficial o la alternativa.
Ahora mismo, creo que todos esos intentos son como poner puertas al campo o al mar. Sí, logran un efecto inmediato de impedir que las personas accedan a un sitio; sin embargo, a largo plazo nada de eso funciona. Lo digo por experiencia, vengo de un país donde preguntas a la mayoría de la gente joven que te encuentras por la calle: ¿tienes un proxy anónimo? Estos proxy son las direcciones que te permiten entrar a páginas web censuradas, son sitios que funcionan como túneles. Te encuentras a cualquier persona entre 15 y 25 años, les pides un proxy y se los saben de memoria. Han aprendido a saltarse la censura y eso me da esperanza. Por más ciber-policía, controles o páginas censuradas que imponga un gobierno, Internet va a terminar siendo como el aire, y la nariz no nos la pueden tapar.
Yo recomendaría a las personas que sufren algún tipo de censura en Internet –no solamente la que impone un gobierno, sino por cuestiones climatológicas o materiales–, en primer lugar, denunciar. Todo ciudadano de este planeta debería tener acceso a las tecnologías del siglo XXI, todos debemos ser ciudadanos del siglo XXI. Pero, por el otro lado, mientras se denuncia, no quedarse con las manos cruzadas y decir: “no podemos porque no nos vemos”.
Mi experiencia en Cuba es que si se tiene algo que narrar, algo que decir bajo cualquier circunstancia o consecuencia, se va a encontrar el camino; lo digo por experiencia, porque quienes hacemos este medio digital somos una redacción offline, sin Internet, y sin embargo tenemos un sitio que se publica en Internet, a través del correo electrónico, el SMS. Nos vamos a un hotel y con una hora o dos horas a la semana logramos subir algo de contenidos. Si usted tiene algo que decir no va a haber cortafuegos, censor o gobierno que lo impida.
¿Qué responde a las críticas a su labor, de que está minando la revolución o tratando de dar cauce a un modelo neoliberal en Cuba?
Primero debo decir que agradezco mucho esas críticas porque me permiten vivir algo que las personas que están en el poder en mi país nunca han querido vivir, que es experimentar la polémica, experimentar la diferencia de criterios que se pueden tener sobre una misma cosa.
Si en Cuba hubiéramos podido decir públicamente me gusta o no me gusta Fidel Castro, o expresar que está imponiendo un modelo soviético a mi país, no tendríamos la Cuba que hay ahora: una Cuba con silencios, con máscaras, con miedo. Agradezco todas esas críticas y recomendaría reflexionar si muchas de estas personas no estarán confundiendo el criterio de patria con el concepto de partido, militancia, ideología, gobierno y persona en el poder.
Somos, como cualquier otra nación, un pueblo plural y diverso, sólo queremos expresar esa pluralidad. ¿Qué ha hecho la propaganda oficial? Que tilda de apátrida a todo aquel a quien no le guste el Partido Comunista o la figura de Fidel o de Raúl Castro, eso no es justo. Ningún gobierno debe tener el derecho a apropiarse del país, del concepto de nación, eso pertenece a todos.
Entonces recomendaría a esas personas reflexionar si no estarían tildándome y juzgándome
por algo que ha extendido el castrismo, que es el hecho de que quien no está con ellos no merece llevar el gentilicio de cubano.
¿Cómo ve Yoani Sánchez la Cuba del futuro?
Primero, una Cuba difícil de gobernar, donde para aprobar o cambiarle una línea a alguna ley en el parlamento haya que pasar intensos debates entre quienes tienen una opinión y quienes tienen otra. Si podemos vivir en una Cuba así, ya me sentiría satisfecha.
Pero si además podemos tener una Cuba hiperconectada, una Cuba con acceso a la información, que es a fin de cuentas mi profesión y mi pasión, me sentiría muy feliz porque quiero que mis nietos sean ciudadanos que un buen día digan: “hoy no voy a usar el tablet, hoy no voy a usar el teléfono, hoy no voy a encender la TV por decisión”.
Pero no quiero que mis nietos, como me ha pasado a mí, tengan que traficar con la información en memoria flash para poder enterarse de las cosas.
Yoani Sánchez es filóloga por la Universidad Nacional de Cuba. Se define a sí misma como bloguera; creadora de dos espacios en Internet, el primero “Generación Y” (www.lageneraciony.com) y en fechas recientes el portal de noticias “14ymedio” (www.14ymedio.com).
Obtuvo el Premio Ortega y Gasset en 2008; en 2009 la revista Time y CNN eligieron a “Generación Y” como uno de los 25 mejores blogs del mundo. En noviembre de 2012, el diario Granma,
órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, la etiquetó como “vende-patria patentada”, tras su designación para ocupar una de las vicepresidencias regionales de la Comisión Libertad de Prensa e Información, de la Sociedad Interamericana de Prensa.