«La sátira no es solamente la crítica de un sistema político o de un gobierno, sino de la existencia”
“De unos años para acá la nota roja y la sección de política de los periódicos ya son indiferenciables”, expresó el escritor
David Sandoval Rodríguez
En un país con 120 millones de habitantes, donde sólo el uno por ciento lee periódicos, y libros se leen menos todavía, en el que la ignorancia permite la perpetuación de regímenes corruptos como el que padecemos y la nota roja y la sección de política de los periódicos ya son indiferenciables, la literatura florece siempre contra estas adversidades, dijo en entrevista para Universo el escritor Enrique Serna en la que también detalló por qué su obra gira en torno de la sátira, por qué la gente tiene el derecho de tomar las armas, y otros temas de interés social.
Enrique Serna es considerado uno de los narradores más importantes por la crítica especializada, tanto nacional como extranjera, y ha recibido diversas distinciones como el Premio Mazatlán de Literatura en el 2000 por El seductor de la patria, el Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para obra publicada por Ángeles del abismo y el Premio de Narrativa “Antonin Artaud” de 2010 en Francia por La sangre erguida.
Su presencia en la Universidad Veracruzana (UV) no es nueva, ya en 2014 Serna presentó su ensayo Genealogía de la soberbia intelectual en la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU), el cual tuvo una destacada recepción entre los asistentes.
Y su más reciente visita se efectuó por la invitación que el Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias (IIL-L) le hizo para impartir el curso “Metamorfosis de la Sátira”, desarrollado del 23 al 27 de marzo, con la finalidad de estudiar la evolución formal de dicho género a través de los siglos y su influencia sobre otros textos literarios.
¿De dónde surge su interés por abordar la sátira en su obra?
Es algo que viene espontáneamente en mí, pero nunca he tratado de forzarme para ser gracioso porque creo que el humor tiene que ser espontáneo y cuando algo no me divierte y siento que no lo estoy gozando prefiero abandonar un texto.
Creo que el humor negro no tiende a banalizar o trivializar las emociones, toma en serio el sufrimiento, el dolor, los acontecimientos trágicos de la vida, pero sin perder de vista que también las tragedias humanas y nuestros conflictos tienen un lado humorístico, un ángulo cómico; creo que el gran reto de un escritor que ve estos aspectos de la realidad es saber conjuntarlos y dosificarlos a lo largo de una narración.
¿Por qué se interesó en este curso sobre la sátira?
Fundamentalmente por mis gustos literarios, tengo un temperamento satírico que he cultivado con el humor negro en la mayor parte de mi obra y el tema se ha dividido en tres grandes áreas: la sátira latina, la sátira española y la sátira moderna, que son grandes saltos históricos pero muestran una línea de continuidad en una tradición que ha ido influyendo a varios géneros.
A mí me interesa ver cómo un escritor satírico generalmente está defendiendo un ideal de sociedad o un ideal moral, pero acercándonos a la sátira moderna vemos también que hay una sátira nihilista, que no cree en nada, que es básicamente destructiva.
El curso trató de demostrar las cualidades que ha tenido la sátira para detectar la ridiculez humana, la propensión del hombre a darse importancia, el afán de ostentación y los extravíos que puede tener cuando un escritor pierde la brújula y, en su afán de oponerse a todo, acaba comulgando con el autoritarismo.
¿Cómo fue la respuesta al curso por parte de los universitarios?
Los estudiantes de Letras tienen que conocer los orígenes de la tradición, porque los escritores de la sátira latina son fundamentales para conocer y entender mejor la novela picaresca española, la obra de Francisco de Quevedo, La Celestina; también hay un puente entre obras latinas como El Asno de oro y Jonathan Swift, a pesar de que escribe mil años después.
De modo que los estudiantes son quienes deben conocer esa tradición.
¿La sátira ha encauzado el espíritu crítico en la sociedad?
Bueno, ocurre porque la materia prima de la sátira es la burla y el escarnio, pero ese escarnio puede tener diferentes fines. Hay satíricos moralizantes como Juvenal, y hay satíricos cínicos como Petronio, autor de El Satiricón, que se incluyen dentro del mundo ridiculizado, que no pretenden ser superiores moralmente a los personajes que están tratando.
Creo que ese tipo de sátira, la de Petronio, ha sido muy importante para la evolución de la novela contemporánea, que ya casi nunca pretende moralizar porque un novelista que está escribiendo moralejas parece un predicador, hay algunos pero generalmente no son apreciados.
Ese espíritu corrosivo de mostrar dónde están las llagas de la sociedad, de presentar un mundo grotesco pero al mismo tiempo presentarlo como si fuera una fiesta, creo es algo que solamente puede dar la literatura que está preñada por este sentimiento.
La novela se ha alejado de una postura moralizante, ¿a qué se debe?
A partir del realismo objetivo, por ejemplo de Gustave Flaubert, el escritor trata de esconderse detrás de su narración, trata de crear la ilusión de que la novela se está escribiendo sola y las intromisiones del autor que había en épocas anteriores –como para comentar los acontecimientos que está narrando– resultan muy anticuadas.
Esto no quiere decir que en la actualidad no haya juegos de autoconciencia literaria, generalmente son maneras de exhibir los andamios de un relato sin intenciones moralizantes, más bien con intenciones lúdicas y es algo que está pasado de moda y tiene que ver con la laicidad de la sociedad, que la mayoría de los escritores son librepensadores.
¿Cuáles ejemplos de la sátira considera relevantes?
Están las sátiras de Horacio, de Juvenal, el Asno de oro de Apuleyo, que es una fábula milesia con un contenido satírico muy fuerte; en la literatura española, El libro del buen amor, La Celestina, El Lazarillo de Tormes y la obra de Quevedo en general, que es la máxima figura de la literatura satírica en lengua española.
En la época moderna –aunque Swift es del siglo XVII lo considero moderno porque es un exponente del espíritu crítico contemporáneo, es el primero de ellos–, George Orwell con Rebelión en la granja, Swift con Los viajes de Gulliver y varias piezas más como la Modesta proposición y una novela de Louis-Ferdinand Céline, Viaje al final de la noche.
¿La sátira también cuestiona el orden existente?
Generalmente sí, aunque no con una intención política tan clara, no siempre como en el caso de Orwell, por ejemplo Los viajes de Gulliver son más bien una sátira filosófica.
En México también hemos tenido escritores satíricos: Salvador Novo, sus sátiras no son políticas; Renato Leduc; José Juan Tablada, que hizo una sátira muy cruel en contra de Francisco I. Madero, Madero Chantecler; Guillermo Prieto tiene composiciones satíricas como la de los cangrejos. Pero la sátira tiene un campo de acción más amplio, no es solamente la crítica de un sistema político o de un gobierno, sino de la existencia.
Para crear sus novelas usted retoma sucesos de la vida real, ¿es una forma que le interesa desarrollar?
Creo que los acontecimientos de la vida real son las principales fuentes que tiene un novelista para, a partir de ahí, construir un mundo imaginario; por ejemplo, Flaubert con Madame Bovary partió del suicidio de una mujer casada, fue una noticia que escandalizó a la sociedad de su tiempo y a partir de ahí escribió su novela pero sin ceñirse para nada a las circunstancias de la noticia, él inventó otras.
Actualmente se ha dado una explosión de sagas literarias, ¿cuál es su opinión al respecto?
Yo creo que tienen el valor de iniciar en la lectura a los niños y los adolescentes, ése es ya un valor importante. A mí me parece que novelas como las de la saga de Harry Potter despiertan la imaginación de los niños y quizá no sean lo mejor de la literatura fantástica, pero son novelas bastante decorosas artesanalmente y en lugar de embrutecer a la gente, como la mayoría de los programas de televisión, sí le aportan algo bueno, abren horizontes a los niños.
Desde hace años se menciona que se pierde el hábito de la lectura, sobre todo entre los niños y jóvenes, ¿cuál es su opinión?
Bueno, en México ha habido un desastre educativo en los últimos 30 o 40 años, tanto por los recortes presupuestales a la educación como por la corrupción del sindicato de maestros y también dentro de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que es su opositora; entonces, la enseñanza del español y la literatura tienen un nivel muy bajo y eso se muestra cada vez que nos hacen evaluaciones internacionales.
Esto ha repercutido en que México sea un país donde se lee poquísimo; de 120 millones de habitantes, sólo el uno por ciento lee periódicos, y libros se leen menos todavía. Ésta es una situación grave, sobre todo porque mantiene al país en el atraso, la ignorancia y permite la perpetuación de regímenes corruptos como el que padecemos, pero de todo el colmado, la literatura –incluso con públicos más pequeños que el que tenemos en México– ha florecido siempre contra esas adversidades.
Si pensamos en Nicaragua, que a principios del siglo XX y finales del XIX era una aldea donde debió haber 30 lectores, ahí surgió Rubén Darío, el máximo poeta de la lengua castellana en esa época y probablemente de todas las épocas. Como decía Juan Ramón Jiménez: los escritores escribimos para la inmensa minoría.
La corrupción en México es uno de los temas de su libro más reciente, La doble vida de Jesús…
Es un libro que está a medio camino, entre la novela negra y la novela política. No elegí esta combinación por capricho sino por fidelidad al mundo que vivo, porque desde unos años para acá la nota roja y la sección de política de los periódicos ya son indiferenciables y venía de escribir dos novelas intimistas: Fruta verde y La sangre erguida.
Probablemente me hubiera seguido por ese camino, pero ante la psicosis de la inseguridad, la descomposición social y la terrible tragedia delincuencial que estamos viviendo, llegó un momento en que sentí que no podía evadirme como los avestruces que esconden la cabeza en la tierra y escribí una novela sobre esta sociedad envilecida por el miedo.
El protagonista es un político honesto, una rara avis que se llama Jesús Pastrana, es síndico del ayuntamiento de Cuernavaca y sueña con obtener la candidatura a la alcaldía, pero desde el principio de la narración se enfrenta con una serie de obstáculos, primero dentro de la estructura de su partido y luego en la estructura de poder paralelo del crimen organizado que en realidad está manejando a los políticos locales.
La inseguridad y la violencia son indiferenciables y nos son indiferentes, ¿cuál es su opinión?
Sí claro. Cuernavaca es un microcosmos de lo que ocurre a escala nacional, pero también es cierto que esta región ha sido de las particularmente castigadas por la complicidad entre el poder político y el crimen organizado; de hecho, poco después de que entregué mi novela a la editorial ocurrió la matanza de Iguala, que está a unos 80 kilómetros de Cuernavaca.
Eso le dio a la novela una actualidad que no esperaba porque cuando la escribí había la engañosa sensación de que la delincuencia estaba disminuyendo, sin embargo ahora vemos que sigue estando presente en muchas regiones del país y la sociedad no puede saber el grado de infiltración que el crimen organizado tiene en el gobierno, si está completamente apoderado de él, si sólo es a medias, etcétera. Esto obviamente crea una gran zozobra y por eso el tema de fondo de mi novela es la cobardía y la necesidad de sobreponerse a ella tanto en el plano de la intimidad como en la vida pública.
¿Hay forma de mitigar este miedo, esta sensación de indefensión?
Bueno, creo que la muestra la pusieron las autodefensas de Michoacán. La solución puede ser tomar las armas, porque cuando el Estado ya no garantiza la seguridad de la población se rompe el pacto social que, según Thomas Hobbes en Leviatán, tiene por objeto defender al individuo, pero cuando eso ya no ocurre la gente tiene el derecho de tomar las armas.
Claro, esto induce a situaciones graves que pueden caer en la anarquía, en crear fuerzas incontrolables. La otra solución es luchar por medios pacíficos para que termine esta simulación legaloide y haya un verdadero estado de derecho en México.
¿Llevaría mucho tiempo este cambio?
Yo creo que sí puede llevar mucho tiempo, el gran problema es que no ha empezado esa mejoría paulatina que muchos creímos iba a llegar cuando hubiera alternancia de partidos en el poder, los gobiernos del PAN fueron un fiasco, no desmantelaron el aparato corporativo del régimen priísta; entonces, ese proceso degenerativo siguió avanzando hasta pudrir completamente las instituciones, que es lo que estamos viendo ahora: Pemex, una empresa a la que le roban por ordeña de los ductos gran parte de lo que produce; la Secretaría de Educación Pública, sosteniendo aviadores al por mayor; en fin, las instituciones son un desastre tal como están ahora. Tenemos 98 por ciento de impunidad en todos los delitos, es un milagro que no haya más gente delinquiendo con esos índices.
En la FILU 2014 usted presentó Genealogía de la soberbia intelectual, ¿cómo ha sido recibido este ensayo?
Yo traté de escribir un ensayo que cualquier lector con cierta curiosidad pudiera disfrutar, he tenido buenas reacciones por parte de lectores y críticos, también ataques muy virulentos como un ex ministro de cultura español que me dedicó tres páginas de insultos en el suplemento cultural del periódico ABC, yo creo porque se sintió aludido en esta historia de la pedantería a través de los siglos y se puso el saco.
Es curioso que a pesar del escaso índice de lectores en México, la soberbia intelectual esté muy presente…
Claro, yo me refiero en específico al tema en un capítulo que se llama “Privilegios de casta” y analizo las relaciones que han sido siempre un poco turbias entre los intelectuales y el poder en México, es algo que desgraciadamente no ha cambiado y que, por lo tanto, la crítica sigue teniendo vigencia.