Karina de la Paz Reyes
“Nuestra arma es la palabra y la memoria”, dejó asentado Mardonio Carballo en Las plumas de la serpiente, el libro que recapitula crónicas en torno al México indígena contemporáneo. El poeta, actor y periodista bilingüe, originario de Chicontepec, Veracruz, está convencido de que los pueblos originarios perduran porque saben caminar juntos, aunque su andar sea más lento.
Mardonio Carballo presentó en la Feria Internacional del Libro Universitario sus obras más recientes: Tlajpiajketl o la canción del maíz y Las horas perdidas. Posterior a su participación, concedió una entrevista para Universo en la que habló de poesía, de los medios de comunicación, del sistema educativo y de la resistencia de los pueblos indígenas.
¿Cómo nació el poeta en Mardonio Carballo?
El poeta nació de la necesidad. Me hice poeta por necesidad, porque una de las cosas que siempre revoloteaban en mi mente, desde el principio de mis tiempos, era la palabra. Siempre quería estar muy cercano al arte, me fascinaba la narración de tradición oral que me hacía mi madre.
Eso siempre me mantuvo pensando. De hecho, hice teatro antes que cualquier otra cosa y quería ser músico, yo no quería ser escritor. En aquellos momentos me parecía que era como una virtud que tenía y yo quería un reto más grande, ahora sé que escribir no es tan fácil.
¿Esto sucedió en Chicontepec?
No. A los 14 años me salí de mi pueblo y me fui a la Ciudad de México a estudiar, a intentarlo, y sucedió que ahí la misma vida me regresó a la letra.
El teatro me volvió un ser consciente respecto de lo que necesitaba decir y expresar, sobre todo vinculando el arte, la escritura y la cultura en general con mi cultura. Eso me llevó a generar nuevos retos, nuevos versos, nuevas formas. Exploraciones. No me sentía a gusto con lo que el teatro y la música me daban, entonces me dije que tendría que trazar mi propio camino. Por fortuna he tenido cómplices importantes a lo largo de mi carrera.
¿Hubo un parteaguas al insertarte en los medios de comunicación?
Sí. Carmen Aristegui lo explica muy bien en su prólogo al libro Las plumas de la serpiente, porque de quejoso me volví colaborador y es así. Yo me quejaba por el uso de la palabra “dialecto” en la radio y ella me dijo “Si lo hacemos tan mal, ven a hacerlo tú”. Así nació el comunicador, el periodista, en diciembre de 2004. Ya son 10 años de Las plumas de la serpiente (la colaboración radiofónica) y de alguna manera hemos dado continuidad a una inspiración poética, a una vertiente poética, pero ahora para hablar de las realidades de los pueblos indígenas y la realidad de México.
Los medios de comunicación pintan un México homogéneo pero no voltean los ojos a los pueblos originarios…
En general sucede que los indígenas somos nota roja, folclor o cultura, máximo, lo demás no sucede. Sólo somos dignos de eso. Cuando mataron a 45 en Acteal, cuando desaparecieron 43 en Ayotzinapa, cuando apareció una mujer violada por integrantes del ejército en Zongolica, en fin.
Existe esa parte real y cruda de los pueblos indígenas, por otro lado, no es que no estén reflejados en los medios de comunicación, lo que pasa es el modo en que se incrusta el tema, el asunto de la “indita”, que es folclorizante, ignorante.
México es un país ignorante de sí mismo y eso hace que los medios de comunicación también sean ignorantes en el tema de los pueblos originarios. Los medios son el reflejo de una sociedad; en ese sentido, ignoran sobre los pueblos indígenas tanto como cualquier persona promedio del país.
¿Dónde está la fuerza que les ha permitido mantener sus costumbres, lenguas y cosmovisiones?
Yo creo que la fuerza de los pueblos se tiene muy clarificada en la colectividad. La gente sabe que si no se ayuda no va a avanzar, la gente sabe que si no camina junta…, fíjate, ahí está una analogía incluso poética “caminando juntos uno avanza menos rápido, pero avanza más fuerte”, y eso es lo que no pasa en este país, salvo en los pueblos indígenas.
¿Qué opinas de la proliferación de tecnológicos en zonas indígenas? Pienso que en la medida que haya educación está bien. En la medida que haya escuelas está bien, porque yo mismo me tuve que ir, pues no tenía las opciones de tener un desarrollo profesional en mi tierra.
Pero no tenemos una educación que hable de nosotros. Al decir nosotros me refiero al rostro plural, multinacional, multilingüe. Siempre es un carácter homogeneizante el que da o pretende dar la cara de un país que no somos. Somos todo menos eso. La educación debe desarrollarse en las lenguas indígenas, un poco en sintonía con el espacio en el que están, sin folclor, sin romances, sin discriminación.
En general a mí me parece que la Universidad Nacional Autónoma de México tendría que ser ese universo que somos los mexicanos, es decir, ¿qué tendría que suceder para que un indígena ñañú o un náhuatl, pudieran tener acceso a la educación pública gratuita en México? Si no está pasando es porque algo está de la fregada.
¿Por qué no tenemos en las universidades universos sonoros múltiples? Si en el campus de cualquier universidad no se juntan las lenguas de México es que algo está mal, porque hay 13 millones de mexicanos que hablan una lengua originaria. Eso quiere decir que no están teniendo acceso a la educación y los que la tienen están siendo educados de una forma castellanizante, lejos de abonar en un orgullo y en una virtud proveniente de los pueblos a los que pertenecen, más bien los están haciendo avergonzarse.
¿Cuál es tu sentir sobre la situación actual de la Huasteca?
Es un tema importante en el que los más jóvenes o los estudiosos tendrán que ahondar. Las tres reformas que lanzó el gobierno de Peña Nieto atentan de facto contra los pueblos.
Es decir, la Reforma Educativa quiere enseñar inglés en lugar de otorgarles los procesos de aprendizaje a los niños en su propia lengua; la Reforma Energética tiene facultades privatizadoras de territorio donde pueda ser susceptible de encontrar algún tipo de mineral que les interese; ¿dónde están ésos?, también en pueblos indígenas.
Y la Reforma en Telecomunicaciones dice en las leyes secundarias que tenemos una especie de discriminación triple: si no somos una radio indígena no podemos utilizar una lengua, es decir, los espacios ganados, como Las plumas de la serpiente, La raíz doble o De raíz luna, donde yo en cualquier televisora o radiodifusora privada –no indígena– podía utilizar mi lengua, de pronto ahora la reforma dice que no.