La sociedad del futuro requiere invertir en recursos humanos
Imposible enamorarse de una disciplina únicamente con máquinas
Raciel D. Martínez Gómez
Para el filósofo francés Gilles Lipovetsky, el siglo XXI es el siglo de la educación. Y es que, no obstante ser un intelectual liberal dedicado al estudio de la sociedad del consumo, el rostro que nos ofrece es el de un pensador de poca fe en las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC).
Gilles se reserva al respecto; cree, en todo caso, en un tiempo educativo y de manera moralmente responsable señala sin ambages: “Pienso que las sociedades del futuro tienen que invertir más en la formación de los maestros”.
Ya en su libro La sociedad de la decepción, Lipovetsky había dicho que la escuela, la institución encargada de producir felicidad, se ha averiado. Gilles apela, más bien, por una combinación en que la tradición y la innovación generen un maridaje en busca del bienestar común.
Asimismo, defiende la función presencial del maestro y riñe contra el facilismo de Internet. El rol del profesor es contundente, “es imposible enamorarse de una disciplina únicamente por el contacto a través de las máquinas”.
Y, para la plataforma que sostiene a la sociedad red, Lipovetsky es más lapidario al endecharle a los estudiantes su comodidad plagiaria durante la navegación virtual: lo que hacen ellos –los estudiantes– es “copiar y pegar y les falta espíritu de síntesis, les falta capacidad de sintetizar y grandes referencias”.
Lipovetsky nos habla así de su visión de futuro en una plática exclusiva para Universo, después de haber sido galardonado por la Universidad Veracruzana (UV). El Consejo Universitario General (CUG) de la UV llevó a efecto el 24 de abril una sesión inédita por su formato, la cual, por primera vez en la historia, fue en modalidad virtual para que el filósofo francés y el historiador mexicano Alfredo López Austin recibieran el Doctorado Honoris Causa.
Gilles ha recibido cuatro honoris causa y está habituado a promocionar sus libros traducidos hasta en los países árabes. Grato y caballeroso, como lo fue con los estudiantes del Área de Humanidades que abarrotaron el Auditorio “Jesús Morales Fernández”, siempre mostró su buen ánimo. Dio una rueda de prensa y luego entabló una conversación con Nicolás Alvarado en el marco de la XXII edición de la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU).
Arribó puntual a la cita en el Museo de Antropología de Xalapa (MAX). Vestía una camiseta azul estampada con la imagen de un árbol que representa a la FILU.
La portaba orgulloso y me decía, bajo los buenos oficios del académico Benoit Longerstay que interpretó a pie juntillas lo que decía Gilles, que el 25 de abril se había presentado una pieza de danza en el Foro “Sergio Galindo” del Complejo Deportivo Omega y le habían regalado una playera con su nombre escrito.
La coreografía se llamó Dispositivos individualizados. Danza posmoderna inspirada en La era del vacío, de Gilles Lipovetsky, bajo la dirección y coreografía de Alonso Alarcón, con un final apoteósico donde uno de los bailarines termina en posición ritual frente a unos tenis Nike.
La playera decía Lipovetsky en letra enorme y eso le causaba simpatía. “¡Eso es branding branding!”, exclamaba en alusión a las estrategias de la mercadotecnia para producir un conjunto de activos –como dicen los publicistas–, en torno a determinada marca.
Copiar y pegar, falta de espíritu de síntesis
La entrevista se divide en dos fases. La primera se refiere a las premisas desarrolladas en su libro La estilización del mundo. Vivir en la época del capitalismo artístico, escrito a cuatro manos con Jean Serroy (versión que se publicará en extenso en la revista Artis).
Y en segundo plano, le propusimos hablar de educación. En la primera parte de la entrevista (que podrá verse completa en Tele UV), se nota a un Gilles más lúdico a la hora de responder.
Sin embargo, cuando es el momento de hablar de educación, es notable la modificación de su semblante. Pausa más sus declaraciones y entonces parece dictar una cátedra a velocidad lenta para que todos entiendan.
Mencionaste que el siglo XXI es el de la educación ¿Por qué? Me gustaría saber tu argumento
Por dos o tres motivos fundamentales. Primero, ahora que vivimos en los tiempos del capitalismo artístico, la oferta comercial es y será cada vez más diversificada; esta oferta exige cualidades de innovación y de creación, y, a su vez, exige formación. Hubo formaciones económicas que se basaban únicamente en la posibilidad de tener una fuerza de trabajo eficaz, mano de obra barata para extraer o fabricar los productos necesarios.
Pues bien, estos modelos han caducado. Las nuevas tecnologías requieren la formación del personal de las empresas para que se adapten a la competencia mundial, que es cada vez más férrea.
El mundo que caracterizaban Marx o Engels, por ejemplo, el mundo de los obreros y de la gente que trabajaba en las minas, existe todavía, es cierto; pero los factores que crean valores son distintos.
Vamos hacia mercados de sensibilidad, estos mercados exigen creatividad y esta creatividad exige una excelente educación. El segundo motivo es que las TIC cambian los datos, cambian el juego en materia educativa.
Podrías precisar ¿cómo la tecnología está inserta en las dinámicas escolares?
En los años cincuenta o sesenta, la información era escasa; hoy en día cualquier adolescente está a un clic de conseguir toda la información que quiera en Internet.
Sin embargo, al hablar con los maestros, uno se da cuenta que el resultado dista mucho de ser satisfactorio porque proceden, de forma general, con un copiar y pegar y les falta espíritu de síntesis, les falta capacidad de sintetizar y les hacen falta grandes referencias.
Pienso que entre más fácil sea conseguir la información, más necesario será invertir esfuerzos en lo que antes llamábamos cultura general.
La cultura general no es para nada superficial, es lo que ayuda a la mente a poner las cosas en perspectiva. Procedemos demasiado rápido si pensamos que Internet va a revolucionar todo; por supuesto que va a cambiar muchas cosas (no sé si exista la expresión en español), pero “no hay que tirar al bebé con el agua del baño”. No hay que tirar lo bueno que teníamos antes.
Economía de innovación requiere formación
Cuando Gilles Lipovetsky habla de estética se solaza, aunque eso sí, no pierde esa especie de equilibrio que es reflejo de su propio discurso. Constantemente remite a una posición balanceada: ni diaboliza ni apologiza el capitalsimo.
Se trata, primero que nada, de comprender. Como buen émulo del filósofo Spinoza, toda su obra se centra en esta convicción omnicomprensiva que devora cualquier entorno de la actualidad para entenderlo.
Acepta que no ha visto Juego de tronos pero sabe expresarse y tomar posición frente al fenómeno de las series televisivas de HBO, es curioso; en cambio recuerda con entusiasmo la serie Doctor House.
En su último libro reconoce, en conjunto, la valía del trabajo de guión de una serie que ha cautivado a muchos intelectuales como él: The wire.
Se siente atraído asimismo por la figura señera de Steve Jobs, el creador de Apple, de quien dice es el ejemplo que mejor ilustra la boda entre la tecnología y el diseño. En El crepúsculo del deber está planteada la tesis con la que se ubica Gilles en la etapa contemporánea.
El libro es un alegato en defensa de una crítica matizada a los valores emanados de las democracias recientes. Lipovetsky decía, en pleno ascenso de la globalización, que es grande la tentación de asumir la cultura del posdeber –la surgida de la posmodernidad–, como el grado cero de los valores.
Lipovetsky rechaza esos ambientes intelectuales que, desde la década de los sesenta, fascinados por el catastrofismo, pronosticaban el naufragio social y la deriva irremediable hacia el nihilismo.
Para Lipovetsky lejos estamos de un cuadro apocalíptico y lo demuestra con el análisis de una realidad social en donde campea la visibilización –gracias a la movilidad social y al boom mediático–, donde actores sociales recientes reclaman particulares formas de relación sexual, reprueban la violencia en todas sus expresiones, promueven la defensa de los derechos humanos, despresurizan las tensiones de una cultura machista y por supuesto cunde una conciencia verde en favor del medio ambiente.
En este contexto Lipovetsky muestra su espíritu crítico y no sucumbe ante las mieles del escenario caótico, al revés.
¿Cuál es, entonces, la relación entre la alta tecnología y los procesos de enseñanza?
Entre más alta tecnología tengamos en la universidad más tendremos que apoyarnos en personal que enmarque, que encuadre todo esto.
Los famosos cursos masivos por Internet son muy buenos, tienen buenos resultados para la formación continua, permanente, pero para la universidad no.
Además, pienso que es imposible enamorarse de una disciplina únicamente por el contacto a través de las máquinas, mucha gente se enamoró de una disciplina como resultado del contacto de un maestro que le infundió este gusto y le abrió la mirada a cosas nuevas.
Pienso que las sociedades del futuro tienen que invertir más en la formación de los maestros.
¿Qué hacer entonces?, ¿cuál es el desafío de la educación universitaria?
Tuvimos un periodo amplio en el que pusimos al alumno en el centro del proceso, era necesario para luchar contra modelos autoritarios, pero hemos llegado poco a poco al final de esa etapa; uno se da cuenta que la calidad requiere de la inversión en la calidad humana, es decir, en la calidad del maestro.
reo que nos queda mucho por inventar en este siglo en materia educativa. Es cierto que Internet aporta muchas cosas buenas y nuevas, pero en la actualidad no tenemos la llave mágica que nos permita usarlo de manera totalmente adecuada.
¿Hay ejemplos en el mundo que podamos seguir?
Observo también que países desprovistos de riquezas mineras, como Corea del Sur o Singapur, conocen un éxito económico fantástico, son países que han invertido al máximo en la educación, y es comprensible porque las riquezas generalmente provienen del hombre, entonces es difícil imaginar economías abiertas, dinámicas, si no podemos contar con una base, un fundamento, un yacimiento humano.
Para los hombres, siendo la fuente de esta creación de valor, es muy necesaria una formación con sumo cuidado para que sean capaces de crear e innovar.
Para sintetizar, podemos decir que una economía de innovación requiere formación. Si tenemos una economía relativamente pobre, uno puede contentarse con mano de obra un tanto rústica, sin grandes necesidades de formación; pero, a medida que se desarrolla la economía, la necesidad de formación es cada vez más apremiante, y en particular en economías mundializadas.