Claudia Peralta Vázquez
Tres años y medio le llevó a Maximiliano Sauza Durán, uno de los ganadores del Premio “Arte, Ciencia, Luz” al mejor trabajo recepcional 2016, concluir su tesis “Análisis iconográfico del glifo Ojo de Reptil, sello de la cultura Teotihuacana, dentro del periodo clásico 250-900 d.C”.
El egresado de la carrera de Arqueología, impartida por la Facultad de Antropología, documentó bibliográficamente esta investigación basada en la metamorfosis del símbolo a lo largo de 700 años.
“Un símbolo siempre puede ayudar a entender toda una cultura, tanto en Teotihuacán como en la modernidad. Estoy satisfecho con mi trabajo porque lo disfruté, no fue un tema que me impusieran, yo lo elegí, y cuando me notificaron que había obtenido el Premio ‘Arte, Ciencia, Luz’, fue muy alentador.”
El joven, originario de la ciudad de Querétaro, pero criado en Apaseo el Alto, Guanajuato, también expresó su orgullo por haber elegido a la Universidad Veracruzana para cursar sus estudios profesionales, y compartió que es una decisión de la que no se arrepiente.
Asimismo, relató que su relación con la arqueología data de hace muchos años: “Desde muy pequeño mostré mi pasión por esta ciencia, en mis cumpleaños siempre les pedía a mis padres que me llevaran a visitar sitios arqueológicos, mis primeros encuentros con la arqueología fueron desde la infancia”.
Al referirse al estudio que lo llevó a obtener el Premio “Arte, Ciencia, Luz” 2016, Maximiliano comentó que el tema lo inició cuando cursaba el tercer semestre de la carrera, como parte del proyecto “Piedra Labrada”, dirigido por Lourdes Budar Jiménez, directora de su tesis, y desarrollado en la sierra de Santa Marta, en la región de Los Tuxtlas, donde también se han encontrado vestigios y antecedentes del glifo Ojo de Reptil, el cual es un símbolo prehispánico y antiguo que no había sido descifrado.
“Desde un principio me impresionó la simbología, los sistemas de pensamiento y religiones antiguas”, expresó el galardonado.
Por esta razón, al ser un símbolo poco estudiado, se abocó a su análisis a partir de cómo lo habían plasmado en otros conceptos, pues está escrito en una lengua que ya no existe.
“Los arqueólogos no sabemos qué lengua o lenguas dominaban realmente en Teotihuacán.”
A lo largo de 700 años, el glifo se encuentra plasmado en contextos políticos, religiosos y administrativos, como un sello de Teotihuacán. Era también empleado en manifestaciones de otras culturas como: Maya, Zapoteca y las asentadas en el Golfo de México.
Desde hace tres años y medio el joven empezó a documentarse por su cuenta y posteriormente tuvo la oportunidad de desarrollarlo como tema de investigación recepcional, bajo la supervisión de la hoy rectora Sara Ladrón de Guevara, quien en ese entonces impartía la experiencia educativa (EE) Religión Mesoamericana, y también de Yamile de la Cruz Lira López.
Entrevistado sobre la importancia de su estudio, resaltó que las culturas prehispánicas no empleaban alfabeto, sino símbolos (glifos) que son unidades gráficas que articulan significados diferentes, sonidos y pensamientos.
“Siempre que se encuentra un Ojo de Reptil, tanto en Teotihuacán como en otras excavaciones, se dice que pertenece a esta cultura.”
Enfatizó que dentro de su tesis plantea el término de “glifogénesis”, referente al origen del glifo Ojo de Reptil, mismo que propone para el área maya hacia el año 250 d.C.
Otro es el “glifocalipsis”, para el estudio del desuso que tuvo ese mismo glifo cuando cayó la ciudad de Teotihuacán, especialmente entre el 650 y el 900 d.C. Muchas sociedades mesoamericanas son herederas de esta iconografía, mencionó.
“Pienso que los teotihuacanos tomaron muchos símbolos de los mayas y zapotecos, que eran de las culturas más desarrolladas en términos de escritura, dentro del periodo clásico del 200 al 900 d.C.”
Hay una época en la que los descendientes más directos de los teotihuacanos –como las culturas Mexica y Tolteca– dejan de utilizar los ojos de reptil, ya no lo implementan, aseveró. “Ésa es la contraparte de la glifogénesis, a la que se le llama glifocalipsis o deterioro del glifo y su sustitución”.
Añadió que el símbolo no deja de utilizarse porque sí, muchas veces hay sustituciones, “creo que eso se da en todos los niveles y en todas las sociedades, hay glifos que se quedan a lo largo de la historia, perduran y se transforman”.
Afirmó que una parte fundamental de la investigación arqueológica es la excavación y prospección, y aunque toda su documentación fue bibliográfica, pudo contactarse con arqueólogos que habían excavado y hallado un glifo Ojo de Reptil.
Recurrió además a la literatura historiográfica, pues considera que muchos textos arqueológicos son muy técnicos.
“Siento que contribuí con el estudio de una cultura o un periodo muy extenso a través de algo mínimo, estudié sólo un glifo y terminé escribiendo 250 cuartillas, me siento feliz y satisfecho.”
Además de querer cursar una maestría en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dentro de poco Maximiliano publicará un libro de cuentos, ya que escribir es uno de sus pasatiempos.
No obstante, desea estudiar otros símbolos teotihuacanos, con una temporalidad diferente que es el fin del periodo clásico, la época en la que cae Teotihuacán, e involucrarse en la escritura antigua.