En 30 años, los pueblos originarios perdieron 95 por ciento de su territorio
Políticas de multiculturalidad no están dirigidas a quienes han sufrido exclusión
Edith Escalón y Agustín Castellanos
No hay algo más arbitrario para argumentar superioridad o merecimiento de privilegios que el color de la piel. Aunque muchos nieguen la existencia del racismo, millones de personas en México –incluidos los casi 14 millones en pueblos originarios y 450 mil afromexicanos– están expuestos al maltrato, marginación y rechazo por su apariencia física, su color de piel u origen étnico.
Conscientes de esta problemática, estudiantes y académicos de la Universidad Veracruzana organizaron desde el Instituto de Investigaciones en Educación (IIE) un seminario taller para rastrear, de la mano de especialistas, la historia, contextos e intereses que dieron lugar a las identidades que en México han justificado desde la Colonia el racismo y la opresión.
Desde el cuerpo académico (CA) Educación Intercultural del IIE, los estudiantes de posgrado, académicos, científicos sociales, junto con integrantes del Colectivo para Eliminar el Racismo en México (Copera) –organización integrada por académicos y actores sociales que busca visibilizar el racismo en México– analizaron el origen del problema.
En el taller, donde participaron también organizaciones de la sociedad civil, discutieron cómo, durante generaciones, no sólo los pueblos originarios han tenido que padecer pobreza, abusos y un trato desigual injustificado, sino también aquellas y aquellos mexicanos que, por su color de piel o por tener (o no tener) ciertas características físicas, han visto vulnerados sus derechos y la posibilidad de tener un proyecto de vida en igualdad de condiciones que otras personas.
“Mestizo”, una categoría racial Judith Bautista, integrante de Copera, explicó que las ideologías del mestizaje han sido clave desde la experiencia colonial en México, desde el primer contacto biológico entre los españoles y los pueblos originarios, llamados indígenas por los colonizadores. Y después, con el sistema de “castas” que incorporaba además a los afrodescendientes esclavos.
Según la académica, fue desde un principio una justificación para regular las relaciones extramaritales de los españoles por parte de la Iglesia, y controlar su riqueza y sus líneas familiares, entonces directamente asociadas a la herencia y el control de los tributos.
“Ése es nuestro proyecto de mestizaje, de ahí surge la nación mexicana mestiza”, dijo la tallerista, refiriéndose al sistema de castas español, una clasificación de las “mezclas” posibles según el origen de nacimiento: hijos de español e indígena = mestizos; de indígena y negra = zambo; de negro y española = mulato; de mulata y español: morisca… las pinturas de la época llegaron a retratar al menos 32 tipos de “cruzas” en esas taxonomías.
El problema central, dijo la académica, es la estratificación social de las castas, asociada tanto a la posesión de recursos económicos, como al color de la piel: los blancos (españoles) en el estatus más alto, luego los criollos, hijos de españoles, después los mestizos, y así, hasta llegar a los negros, en el estatus más bajo.
Aunque biogenéticamente la “raza” no existe en la especie humana, es decir, es una construcción que ha permitido crear, justificar o disfrazar de “natural” la desigualdad social, las asimetrías y la opresión, esa condición de nacimiento en la Colonia era además inamovible.
Bautista explicó que en la Independencia, la necesidad de crear y mantener alianzas con las élites indígenas –mucho más numerosas que la de los españoles y criollos–, el mestizaje es retomado con otro giro político por quienes tenían el poder y los recursos, pues como no había una población blanca, fuerte y grande, buscan crear una alianza con el mestizo que les ayude a hacer contrapeso a los indígenas.
Sin embargo, “mestiza” es una categoría racial que se afianza a finales del siglo XIX como parte del mito de la formación de la nación mexicana, es decir, cuando se hace posible crear y consolidar un Estado. “Ser mexicano es igual a ser mestizo, a ser parte del nuevo Estado mexicano”.
El racismo invisible
De acuerdo con la académica, la creación del concepto de “mestizo” y la forma en que se ha utilizado contribuye a una especie de “racismo invisible”, pues en este marco hay un discurso de inclusión que esconde al mismo tiempo procesos de exclusión y racismo “basados en la idea de la inferioridad de los negros y los indígenas y, en la práctica, en la discriminación contra ellos”.
Hasta hoy, el término mestizo es percibido como relativamente “neutral”, es decir, todos los mexicanos son mestizos, pero fue desde un principio un proyecto de control político: “En el siglo XIX el mestizaje es visto como un proceso evolutivo hacia el blanqueamiento, hay que mejorar la raza, traer sangre europea, traer la modernidad y la educación. Con estas ideas inicia el proyecto de Estado en el siglo XX”.
Sin embargo, dijo que reconocer el racismo es declarar formalmente la existencia de una práctica discriminatoria, lo que en México significa traer lo irreconocible a la luz: “En la actualidad, las prácticas mexicanas del racismo son irreconocibles, pues son muchas y muy arraigadas, tanto que muchas veces no se perciben”. Esa condición justifica y encubre también desde las instituciones la negación del racismo.
“Existe una idea comúnmente aceptada de que en México no hay racismo porque todos somos mestizos, porque todos estamos ‘mezclados’. Los mexicanos no se reconocen como sujetos raciales, sino como sujetos nacionales y como ciudadanos, como si ‘mestizo’ no fuera también una categoría racial.”
Indigenismo: el racismo de Estado
De acuerdo con la integrante de Copera, el mestizaje como proyecto racial sirve al Estado para justificar su presencia, su administración y su control de los territorios y pueblos originarios en el siglo XX, pues en las décadas anteriores había existido una pelea abierta contra los indígenas. “En los años del Porfiriato las comunidades indígenas perdieron lo que no perdieron en la Colonia: el 95 por ciento de su territorio”.
En su opinión, la situación que vive hoy el indígena es resultado del proyecto liberal, cuando el mestizaje se empieza a ver como un mal necesario que tiene una ideología política y un discurso de inclusión y exclusión a la nación: “Para que tú te vuelvas mestizo yo tengo que decirte que no lo eres, yo Estado tengo que decir quién es o quién no es mestizo”.
De ahí que el indigenismo sea tan importante, porque creó a un sujeto, el indígena, que justificó la presencia del Estado mestizo, y el imaginario del indígena como un sujeto atrasado, aislado, explotado, como alguien que no es parte del proyecto nacional y hay que asimilar, incluir, ayudar, regular.
“Ésa fue la forma de cómo el Estado mexicano encontró la manera de intervenir en procesos regionales”, dijo la académica, quien hizo un recuento de las políticas indigenistas y las instituciones federales que las han promovido durante el siglo XX, así como las alianzas que éstas han tejido con caciques locales, mestizos y las élites políticas que en muchos casos provienen desde los privilegios creados y justificados siglos atrás.
Justicia no, pero sí inclusión
Para afianzar este control, el Estado ofreció con sus políticas públicas la promesa de igualdad social, cultural y racial luego del periodo de la Revolución, donde muchos indígenas peleaban la devolución del 95 por ciento de su territorio: “Su demanda era por tierra, y el Estado en lugar de dar una justicia económica y social promete el mestizaje como el lugar de llegada: ya no te voy a discriminar por ser indígena, ya te voy a incluir en mi proyecto de nación”.
Reconoció que la experiencia del racismo en México está cruzada por el mestizaje, a diferencia de otros países como Estados Unidos, donde el racismo es de segregación, de leyes que separan lo blanco de lo negro. El racismo en México es una experiencia de asimilación dentro del marco cotidiano más inmediato, por eso es más difícil reconocerlo y visibilizarlo.
El taller llamado “El racismo en México: una agenda pendiente”, fue organizado por el CA Estudios Interculturales del IIE, el Centro de Eco-Alfabetización y Diálogo de Saberes (EcoDiálogo), todos ellos de la Universidad Veracruzana, en conjunto con Copera.
Historia ignorada
Emiko Saldívar, investigadora del Departamento de Antropología de la Universidad de California, Santa Bárbara (UCSB), e integrante de Copera, expresó que existe dificultad para desarrollar estudios de racismo en el país, a pesar de las primicias del mestizaje.
En la conferencia magistral “Mestizaje, racismo anti-negro y privilegio en México”, que ofreció en el marco del taller, Saldívar realizó un análisis puntual por la ignorada historia del racismo en México “A través de la historia, en México hemos negado a la población negra, traída para ser esclavizada en América, que constituye un elemento importante en la historia de la Colonia. Por mucho tiempo la población africana era mucho más grande que la española”, formuló.
“Desde la Colonia se observa una valorización del lugar que juega ‘lo negro’ dentro del proyecto de mestizaje, una promesa que mantiene ese criterio hacia la blancura o con la compensación hacia lo económico, viendo el matrimonio como un espacio de movilidad social”, agregó.
El criterio de las políticas de multiculturalidad actuales es reconocer a quienes creen o pueden probar una condición como un grupo cultural distinto a la mayoría de la sociedad, y no a los individuos que han sufrido discriminación o exclusión racial.
“Como resultado, el modelo intercultural de América Latina es más compatible con demandas hechas a base de diferencias culturales o de identidades étnicas, que a las diferencias de vida a la exclusión racial.”
Bajo este argumento, prosiguió, la historia de la población africana mantiene la condición de una pérdida de identidad, territorialidad y costumbres, en un contexto donde lo que importa es el cuerpo y su desempeño físico.
A finales del siglo XX se propouso un reconocimiento intercultural, el cual se presenta violento para una población cuya historia se basa en la eliminación de su cultura, posteriormente han formado cultura pero construida sobre los pilares de la esclavitud, mencionó.
Durante este proyecto de interculturalidad se crearon dos sujetos racializados: el indígena incluido y el afrodescendiente excluido, explicó. Estas primicias pueden ser traducidas en racismo anti-negro, una manera de no querer incluir a esa comunidad dentro de nuestro proyecto de nación. Un claro ejemplo es la historieta Memín Pinguín, una imagen racista respaldada por una descarga popular de apoyo.
Se trata de un personaje creado en un contexto de alfabetización popular. Representa una pieza de educación racial y ubica al afroamericano en una posición animal, reproduciendo la idea del mejoramiento racial, el cual es violentado con total libertad.
Finalmente, Saldívar habló sobre la minimización del racismo, característica del mestizaje post-revolucionario, y el mexicanismo determina la idea de “no somos racistas, somos mexicanos”, basado en argumentos nacionalistas como la presidencia de Benito Juárez.
Sobre la negación del fenómeno, concluyó, se construyen tres tipos de racismo latentes: el cordial, un proceso de dominación en el cual muchas veces las dos partes están de acuerdo; el anti-imperialista, que ubica a los mexicanos en un nivel moral superior “al no tener esclavos”, y por último, la idea de una naturalización del racismo, reconocido como parte de la cultura popular, respaldado en la idea de ser mestizos.