Claudia Peralta Vázquez
Monserrat Melgarejo Gutiérrez, investigadora de la Facultad de Medicina de la Universidad Veracruzana (UV), advirtió que el hábito de dormir menos de seis horas durante la noche aumenta el riesgo –hasta en un 20 por ciento– de padecer síndrome metabólico, caracterizado por el desarrollo de cardiopatía, accidente cerebrovascular, diabetes mellitus tipo 2, enfermedad renal o problemas de circulación en las piernas.
Al impartir la conferencia “La neurobiología del sueño”, en el marco de la décima edición de la Semana del Cerebro realizada por el Centro de Investigaciones Biomédicas, el Instituto de Neuroetología y la Facultad de Medicina, la especialista señaló que el sueño participa en una función muy importante de nuestro organismo que es el metabolismo de la grasa y la glucosa.
Por lo tanto, diversos estudios establecen que la privación del sueño podría propiciar este padecimiento en comparación con personas que duermen alrededor de nueve horas o más.
Ante estudiantes y académicos de la Unidad de Ciencias de la Salud, también destacó que otras investigaciones relacionadas con la longitud de onda del estímulo lumínico revelan que quienes durante la noche o antes de dormir usan el teléfono celular, la tableta o computadora, retrasarán el inicio o la latencia de sueño desde cinco y hasta 45 minutos, lo cual también puede propiciar una serie de trastornos del sueño.
De igual forma, una sola noche de privación de sueño es capaz de incrementar los niveles de apetito.
Mencionó que el sueño es una condición fisiológica y conductual evolutiva, lo cual significa que no somos la única especie que mientras dormimos nos restauramos o incluso tenemos ensoñaciones. Un ejemplo es la mosca de la fruta, empleada para el desarrollo de estudios sobre la regulación molecular del sueño.
Monserrat Melgarejo Gutiérrez aseveró que la generación del sueño biológico tiene una implicación evolutiva importante, pues no sólo sirve para restaurar sino que tiene otras funciones cerebrales muy importantes como la memoria.
En este caso, se ha determinado que una siesta de 45 a 60 minutos puede mejorar significativamente la retención de la información que adquirimos. Por otro lado, cuando dormimos hay un grupo de neuronas parecidas a un GPS, dedicadas a decirnos dónde estamos y así no perdernos.
Mientras estamos despiertos la actividad cerebral es más rápida, lo cual quiere decir que nuestras neuronas trabajan a todo lo que da.
Durante el sueño de ondas lentas –que es la primera fase del sueño– las neuronas empiezan a bajar su actividad porque no hay un estímulo importante por el que deban estar alertas. En esta etapa baja la respiración y el ritmo cardiaco es regular.
En el transcurso de la segunda fase del sueño de ondas lentas, que es más profundo, disminuye la temperatura corporal y la presión arterial, tenemos relajación muscular.
Posteriormente, en la tercera etapa, que es un tipo de sueño aún más profundo, se incrementa la amplitud de las ondas cerebrales y es cuando la hormona del crecimiento tiene dos tipos importantes de secreción tanto en mujeres como en hombres, “de tal manera que si nos privamos de sueño se retrasará o inhibirá la secreción de la hormona y muchas de sus funciones”.
Otra etapa es el sueño de movimientos oculares rápidos, actividad que se presenta por una activación de la corteza cerebral.