Jorge Vázquez Pacheco
En la Mesa “El mal” de los “Diálogos interdisciplinarios por la paz”, Francesco Panico, doctor en Historia y Estudios Regionales por la Universidad Vercruzana (UV), consideró que la antonomástica representación del mal en la literatura es Fausto.
“El personaje de Goethe se entrega al conocimiento por encima de cualquier valor y con todas las consecuencias que esta decisión acarrea. Desconfía de todo absoluto y rehúsa tajantemente adherirse a cualquier axioma que su propia experiencia no haya corroborado”, explicó.
Para el individuo que se comporta “fáusticamente”, el bien y el mal no son más que conjeturas, palabras vacías. “La solución para adentrarse en el atribulado laberinto de la perdición, es experimentar sin demasiados remordimientos”.
Por su parte Julio Quesada Martín, egresado de la Universidad de Valencia y miembro del Instituto de Filosofía de la UV, indicó que el mal ocasiona un problema contundente, de acuerdo a Platón, mientras que para Sócrates la realidad del mal es inapelable, sólo que no sabemos cómo compaginarla con la idea de un dios benévolo y clemente.
“El mal ha sido una de las claves más importantes en la conducta humana, da igual que nos salve el cristianismo o el proletariado, el caso es que el principio que valida aquello de ‘nada hay que ocurra sin razón’ justifica aquello de que ‘no hay mal que por bien no venga’.”
Aludiendo a Voltaire, Julio Quesada indicó que se trata de razonamientos inaceptables si se les cuenta a los familiares de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, a los judíos víctimas de Auschwitz, a los gitanos o a los pueblos que en aras del progreso han quedado en la cuneta.
En tanto, Adolfo García de la Sienra, ecólogo, profesor y titular del Instituto de Filosofía de esta casa de estudios, manifestó que la raíz del mal es “el desconocimiento del prójimo, el cual se traduce en diferentes formas de esclavitud, opresión, tributación ilegítima; precisamente las formas que intenta imponer la delincuencia organizada, que toma la vida o utiliza mujeres jóvenes en la prostitución”.
También recalcó en torno de su propia definición del mal, restringida a los problemas de orden social, que es la negación absoluta del prójimo, desconocimiento del otro.