En años recientes, muchos investigadores han intentado integrar los estilos de aprendizaje (EA) –que indican las preferencias de los estudiantes por cierto tipo de información– a los objetos de aprendizaje (OA) –herramientas digitales para el aprendizaje a través de una computadora.
Para ello han propuesto teorías y modelos, como los elaborados por Peter Honey y Alan Mumford, quienes clasifican a los EA en activos, teóricos, pragmáticos y reflexivos.
De acuerdo a esta categorización, los estudiantes activos se implican plenamente y sin prejuicios en nuevas experiencias, son de mente abierta, nada escépticos y emprenden con entusiasmo las tareas nuevas. Los teóricos, adaptan e integran las observaciones dentro de teorías lógicas y complejas, enfocan los problemas de forma escalonada, por etapas lógicas, les gusta analizar y sintetizar; buscan la racionalidad y la objetividad huyendo de lo subjetivo y lo ambiguo. Los pragmáticos, descubren el aspecto positivo de las nuevas ideas y aprovechan la primera oportunidad para experimentarlas, su punto fuerte es la aplicación práctica de las ideas. A los reflexivos, les gusta considerar las experiencias y observarlas desde diferentes perspectivas, reúnen datos y los analizan con detenimiento antes de llegar a una conclusión.
Para saber cuál es el EA correspondiente al alumno se utilizan varios instrumentos, entre ellos el cuestionario Honey-Alonso, conformado por 80 preguntas que permite identificar cada EA de acuerdo a la clasificación de Honey-Mumford.
En este sentido, es necesario que en el diseño y la organización de la información del OA se incluyan técnicas instruccionales como: imágenes, texto, sonido, multimedia, ejercicios, simulaciones, cuestionarios, diagramas, gráficos, tablas, mapas conceptuales, exámenes, experimentos, procedimientos, hechos, datos, conceptos, leyes y teoremas, por mencionar algunos, que permitan facilitar el proceso de asimilación y el seguimiento del progreso de cada alumno adaptados a su EA, contribuyendo de esta forma a elevar los niveles de la calidad educativa.
Así, por ejemplo, para los activos se recomienda que los contenidos sean mucho más fáciles de leer, de forma más resumida, menos texto, más multimedia, imágenes grandes, actividades que se resuelvan rápidamente y sin dejar a un lado la complejidad.
Para los teóricos es mejor un contenido rico en vocabulario, conceptos, leyes, teoremas más contextuales, imágenes claras y objetivas, actividades concretas, mapas conceptuales.
En el caso de los reflexivos, el contenido debe enfocarse más en llamar su atención, que les permita reflexionar y comparar lo que están aprendiendo, contenidos multimedia que los invite a pensar, simulaciones, ejercicios de falso y verdadero.
Para los pragmáticos, los contenidos deben ser más prácticos, siempre tratando de darles la oportunidad de ver para qué les será útil lo que están aprendiendo y en qué lo van a emplear en
la vida real.
De este modo, el diseño de un OA es un reto para los docentes, ya que además de elegir los contenidos y utilizar técnicas instruccionales deben tratar que éstas sean motivadoras, que despierten la inteligencia y la creatividad de los alumnos, que realmente les ayude a descubrir y aprender lo que quieren; sin embargo, tendrán una nueva herramienta que les será de gran utilidad cada vez que vean la satisfacción de sus alumnos al haber aprendido los contenidos de su materia.
Este planteamiento puede considerarse como una evolución de los OA, sienta las bases para proporcionar una herramienta orientada hacia cada alumno y centrada en su conocimiento, comprensión y mejora de su aprendizaje.
Brinda la oportunidad de complementar la enseñanza y mejorar la imagen de la Universidad Veracruzana, con
la posibilidad de crear cursos completos dentro de las experiencias educativas de las diferentes carreras.