“Hay algo sumamente triste si las marcas y los supermercados se vuelven nuestras nuevas iglesias”, expresó el sociólogo francés
Adriana Vivanco
El filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky convocó a cientos de estudiantes a la conferencia magistral que ofreció el 24 de abril en el Auditorio “Jesús Morale Fernández” de la Unidad de Humanidades, en el marco de la XXII edición de la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU).
La participación de Lipovetsky inició poco después de las 9:00 horas, pero hubo quienes llegaron hasta con 60 minutos de anticipación para no perder la oportunidad de escucharlo hablar sobre la nueva sociedad del consumo, la hipermodernidad, el hiperconsumo, la hiperindividualidad y la comercialización de la vida.
Previo a ingresar al recinto, el público que así lo solicitó recibió un dispositivo para escuchar la traducción simultánea realizada por el académico Benoit Longerstay. La convocatoria rebasó la capacidad del auditorio (que puede albergar a más de 500 personas), por lo que algunos estudiantes siguieron la conferencia desde el lobby y otros tuvieron que trasladarse al Salón Azul, donde se colocó una pantalla de video en la que se proyectó la señal transmitida a través de Tele UV.
Durante su intervención, Lipovetsky expresó que invertir en cultura y educación es fundamental para reinventar a la sociedad y al mundo, y así lograr que el deseo de consumir no sea el único que motive a los seres humanos.
“Vivimos en una sociedad de hiperconsumo que se compone por cuatro rasgos: el fenómeno de querer siempre más, que comercializa los gestos más elementales de la vida; crecimiento excesivo de la economía empujado por el consumo de los hogares; equipamiento personal que lleva a la hiperindividualización del consumo; y cambio en la motivación del consumo enfocado en una búsqueda de experiencias de placer y emociones que buscan evadir la crisis emocional.”
En este sentido, el autor de Educar en la ciudadanía cuestionó si este hiperconsumo logra o no llenar el vacío emocional de las personas alcanzando la felicidad, pues si bien ha favorecido a las economías de los países, no ha sido proporcional al crecimiento del bienestar interno de las personas.
Lipovetsky aclaró que no hay que satanizar ni sacralizar al consumo, pues finalmente éste es necesario para cubrir diversas necesidades y también contribuye al progreso de las civilizaciones.
“Necesitamos consumir para vivir, pero la grandeza del hombre es la creación, el amor. Si (el consumo) se vuelve un ídolo, un nuevo Dios, entonces ya no está tan bien. Hay algo sumamente triste si las marcas y los supermercados se vuelven nuestras nuevas iglesias.”
Para él, la respuesta para que los indicadores de felicidad no se basen en el consumo, está en “invertir en la cultura y en la educación, que son la grandeza de la humanidad; hay que dar a los jóvenes poder para ser creadores de su propia existencia, porque un estado que no invierte en educación no crecerá, los países más desarrollados han crecido porque han invertido en su educación y le han dado un trato y salarios dignos a sus maestros”, concluyó.