«Amenazar y someter a través del miedo causa daño psicológico y es intencional. Es lo que hacen los estados»
Adriana Vivanco
La cultura está consiguiendo, de manera metódica y sistemática, que el ser humano sea objeto de procedimientos de manipulación cultural, «que nos vuelven seres sumisos ante la injusticia», puntualizó José Sanmartín Esplugues en la Universidad Veracruzana.
«No creo en las conspiraciones internacionales, pero sí percibo el miedo como un instrumento del poder a lo largo de la historia», añadió el filósofo y escritor español durante la conferencia «Agresividad humana y violencia: factores biológicos, psicológicos y sociales», que impartió en el Auditorio «Alfonso Medellín Zenil» del Museo de Antropología de Xalapa.
El catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad Católica de Valencia (UCV) «San Vicente Mártir», señaló que la violencia es simplemente una acción u omisión intencional frente a la agresividad, que es inconsciente y dañina. Puede ser de diversos tipos, detalló, de acuerdo a sus consecuencias: físicas, sexuales, psicológicas o económicas.
«Si digo que la violencia está precedida por la intención de dañar, entonces las acciones de personas o grupos que no tienen la intención de dañar sino generar un bien, no se toman como violencia; por ejemplo, el padre que golpea al hijo para que no se salga de la recta senda de la vida, está actuando violentamente pero su intención no es dañar, sino todo lo contrario.
«Imagínense ahora al gobierno que para ‘resolver’ la situación crítica del país se dedica a cercenar los Derechos Humanos de la ciudadanía, estaría actuando violentamente porque sus acciones –aunque estén precedidas por un bien– están causando un daño a amplios sectores de la sociedad.»
La violencia, destacó, tiene algunas características comunes en casi todos los tipos de agresores que la practican, es decir, se le puede clasificar atendiendo a los daños u otros criterios, como el tipo de agresor o de víctima y el escenario donde ocurre; no es irrelevante atender a varios criterios porque si no se hace se pueden generar grandes confusiones de carácter conceptual que luego se traducen en grandes confusiones de tipo estadístico.
En este sentido, el también Director de la Oficina para el Desarrollo del Campus Virtual de la UCV hizo hincapié en que los científicos sociales no deberían despreciar el rigor conceptual, pues la falta de éste propicia muchas de las confusiones que se cometen en el mundo y que se traducen en leyes inadecuadas de protección de derechos.
Asimismo, comentó que los avances en el estudio de la violencia se han generado desde el enfoque que considera que aquélla es perpetrada por agresores, lo cual sirve para encontrar similitudes entre la agresión escolar, de mujeres, de género o terrorista.
«Una de las características que encontramos hace tiempo es que de 10 agresores, todos tenían un pensamiento dicotómico: el agresor escolar divide al mundo en dos bandos, el de la víctima y el suyo; el agresor de mujeres, después de negarse como tal, divide el mundo en las amigas de ellas, sus familias y él; y el agresor terrorista divide el mundo en ‘ellos y nosotros’. Ésa es la primera característica llamativa en que coinciden todos los agresores», explicó.
Agregó que una segunda característica, que tiene que ver con algunas prácticas educativas de nuestro tiempo, «es que de 10 agresores estudiados, la mayoría tiene locus de control externo, es decir, que siempre atribuyen la responsabilidad de sus actos a otro. En la última encuesta que hicimos a escala nacional en España, de 10 agresores escolares, siete decían que simplemente acosaban a la víctima porque eran provocados», agregó.
En el caso de los agresores de género, 10 de 10 dicen que la culpa la tienen las mujeres y que ellos únicamente se defienden, «ella me provoca y yo lo único que he tenido que hacer es defenderme», refirieron.
Estos agresores están convencidos de ese discurso porque han sido criados con base en estereotipos a través de los cuales la responsabilidad es del otro y no porque sus padres sean autoritarios: «Pueden ser padres híper protectores que se han dedicado sistemáticamente a resolver los problemas del hijo; éste, como tiene todo resuelto, baja el umbral de frustración hasta niveles absolutamente ridículos, de manera que cualquier contradicción o aserción contraria a sus creencias la considera un ataque, algo que va en contra de su dignidad, algo que le degrada como hombre».
Lo mismo sucede, abundó, con los terroristas: «Cualquier ser humano puede ser un agresor, hay personas cuyas características los hacen proclives a actuar de forma violenta, no por naturaleza sino por ambiente, por educación o por cultura, y los terroristas son el prototipo, son las personas que dividen el mundo en dos bandos, se dedican a responsabilizar a los otros de todo cuanto les suceda.
«No podemos utilizar la biología como excusa en ninguno de los casos expuestos, porque el pensamiento dicotómico y el locus de control externo están íntimamente ligados a nuestra cultura. Si hoy algo sabemos en el ámbito neurobiológico es que eso es radicalmente falso, nosotros somos capaces de reír y llorar con la imaginación, por lo que simulamos mentalmente. Eso lo hacemos gracias a que en el área f5 de nuestro cerebro (ubicada en el lóbulo frontal) tenemos neuronas que se ponen en movimiento cuando vemos cosas, como si quien las ve las estuviera haciendo», enfatizó.
La red que generan las neuronas espejo evita que incurramos en actos de violencia, «nos impide pasar de la agresividad inconsciente a la violencia consciente porque nos pone en el lugar del otro. La empatía intelectual no se aprende, se enseña, pero la empatía afectiva se tiene o no se tiene.
«El ser humano es capaz de tomar la biología, ponerla en el centro de una gran esfera de cultura y cambiar su sentido, reinterpretarla y reorientarla; puede hacerlo también con lo que ve y con lo que está percibiendo y que inconscientemente le debería llevar a ponerse en el lugar del otro y ver inhibida su conducta, si es de tipo agresivo.»
Señaló que los seres humanos somos capaces de «crear muros de hormigón con nuestra cultura» entre nuestras neuronas espejo y lo que vemos y percibimos. La cultura es tan poderosa, destacó, que puede impedirnos ver a las personas. Si no las vemos, no empatizamos, lo cual lleva a muchos agresores a la violencia.
El miedo «es inconsciente, es una emoción básica que tiene una serie de componentes que se separan bajo las instrucciones de la estructura amígdala cerebral que manda sobre el hipotálamo, el cual está ligado a las hormonas, al cortisol, a la adrenalina, sobre neurotransmisores que en conjunto generan eso que llamamos miedo y que se desencadena bajo ciertos estímulos amenazadores; pues bien, el miedo es la emoción básica que se expresa conductualmente en la agresividad, se ha convertido en un instrumento en manos de determinados grupos de poder que intentan que la humanidad se vuelva sumisa a través de lo que se denomina el síndrome de indefensión aprendida».
Como ejemplo de esto señaló la crisis económica de 2008 que consistió en abaratar el dinero para que el crédito pudiera fluir. La consecuencia fue que el capital se retiró de la inversión, el crédito cesó, los inmuebles se pararon, la gente perdió el valor adquisitivo, se dejaron de pagar hipotecas y los bancos se las quedaron, el dinero digital se volvió real, lo que constituyó un gran negocio.
Por otra parte, dijo, la ciudadanía acepta la imposición de sus representantes, que se encuentran insertos en gobiernos democráticos, con presidentes y parlamentos electos que representan a la ciudadanía, pero que han olvidado que elegir no es suplantar sino representar y que las grandes decisiones que afectan a la ciudadanía no pueden dejarse en manos de los representantes electos.
«Amenazar y someter a través del miedo causa daño psicológico y es intencional. Es lo que hacen los estados, y si realmente hay intencionalidad y daño, hay violencia. Lo que quiero decir es que no solamente es violento el agresor de mujeres, también aquel que haciendo uso del poder que le ha sido delegado se dedica metódica y sistemáticamente sin autorización de la víctima a cercenar sus derechos básicos, entre ellos el derecho a una sanidad adecuada, a una educación, a servicios sociales. Esto se llama violencia económica y es el uso de la economía de terceros sin su autorización, eso es lo que sucede en el mundo ahora.»
Destacó que quienes han abordado el campo de la violencia se han concentrado en la ejercida contra niños, contra la mujer o terrorismo, y han dejado de lado la violencia sistémica que oprime a hombres, mujeres y niños, que es la económica, la que se ejerce para conseguir lucro y beneficio de determinados sectores.
«Esto es algo más que violencia, es crueldad, es una actitud que puede acompañar o no a la violencia, la crueldad se da cuando se goza con el dolor ajeno o se es indiferente. Violencia y crueldad que tiene el acosador escolar, el agresor de género, el terrorista, pero también el que desde el sistema se dedica en nombre del bien común a generar daño económico y psicológico a amplios sectores de la población», concluyó.
La visita de José Sanmartín fue posible gracias a la gestión de José Antonio Hernanz Moral, director general de Desarrollo Académico e Innovación Educativa; Eli Alejandra Garcimarrero, directora general del Área Académica de Ciencias de la Salud; Domingo Canales Espinosa, director general del Área Académica de Ciencias Biológico-Agropecuarias; Esther Hernández Palacios, directora general de Difusión Cultural, y Ernesto Rodríguez Luna, investigador del Centro de Investigaciones Tropicales.