De los 32 estados de la República, sólo Tabasco no cuenta con registros de la planta, no obstante es posible que sí exista
David Sandoval Rodríguez
Contrario a la lógica, son pocos los investigadores mexicanos que se dedican al estudio del agave, no obstante a que es una planta que ha acompañado a las diversas civilizaciones desde los tiempos prehispánicos, recalcó Miguel de Jesús Cházaro Basáñez, académico de la Facultad de Biología.
Cházaro Basáñez recibió en noviembre de 2014 la Medalla Ometochtli, que se otorga anualmente en el Congreso Nacional del Maguey y el Pulque, celebrado en el estado de Hidalgo, por sus contribuciones al estudio y difusión de dicha planta.
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores y ex académico de la Universidad de Guadalajara, donde laboró 26 años, expresó que lleva más de tres décadas estudiando los agaves.
“Los magueyes fueron nombrados árbol de las maravillas por los españoles, al observar los múltiples beneficios que de ellos obtenían nuestros antepasados prehispánicos”, dijo; “junto con los nopales, contribuyeron al desarrollo de la civilización mexicana. Quizá por eso Carlos Linneo, el famoso botánico sueco, denominó en 1753 a los magueyes como el género Agave, del griego agavos, que significa maravilloso”.
Las civilizaciones mesoamericanas obtenían una variedad de recursos de los magueyes: de sus pencas hacían hilos para tejer costales, tapetes, morrales, redes de pesca, cordeles; las pencas enteras se usaban para techar las casas a modo de tejado; los quiotes secos servían como combustible, vigas y cercas para delimitar terrenos; las espinas se utilizaban como clavos y agujas; de las raíces se elaboraban cepillos, escobas, escobetillas y canastas, detalló el investigador.
Además, del jugo del maguey se obtiene el aguamiel y “la bebida ritual por excelencia: el pulque”.
En la actualidad el uso más conocido del agave es para la elaboración de bebidas alcohólicas como el tequila y el mezcal, ambos destilados han generado un creciente interés en los mercados internacionales, tanto que su rango de precios se sitúa a la altura de otros destilados como el whisky, el brandy, el vodka y el coñac.
Sin embargo, observó que “el aguamiel y su producto fermentado, el pulque, son bebidas de origen prehispánico que han ido perdiendo importancia por el creciente consumo de la cerveza y las bebidas gaseosas”.
Otros usos de los magueyes son en la elaboración de productos medicinales, comestibles, textiles e incluso ornamentales y existe, para su protección, la Norma Oficial Mexicana de Protección Ambiental (NOM-059-ECOL-2001-Semarnat); desafortunadamente hay 18 especies en la categoría de “amenazadas”.
“Definitivamente la aportación más importante de los agaves es la biológica”, puntualizó, “relacionada con su capacidad para retener el suelo y evitar la erosión hídrica, su papel en la cadena alimenticia de especies nectaríferas y poliníferas y el rol preponderante que juegan en la megadiversidad de nuestro país, ya que es un género en plena irradiación de especies, sobre todo en la porción central del territorio nacional”.
Asimismo, destacó los trabajos de Abisaí García Mendoza, especialista del Jardín Botánico de la UNAM, “es el más conocedor y estudioso de las agaváceas mexicanas”; también mencionó a Raquel Galván Villanueva, académica de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional (IPN), quien se ha dedicado a estudiar los agaves del estado de Hidalgo, sobre todo en el Valle del Mezquital.
En ese sentido, enfatizó la importancia de generar investigadores mexicanos que se dediquen al estudio de las diversas especies que crecen en el país y den a conocer sus resultados, dado que son numerosas las investigaciones publicadas en Europa y Estados Unidos que se refieren a los agaves mexicanos y se convierten en referencia obligada para futuras investigaciones.