Paola Cortés Pérez
Jorge Rodrigo Galindo González, investigador en el Instituto de Biotecnología y Ecología Aplicada (Inbioteca), advirtió que no sólo hay menos áreas naturales conservadas, sino que cada vez son más pequeñas y lejanas, por ello dijo que es prioridad desarrollar acciones específicas para que las especies que ahí viven puedan sobrevivir en un hábitat combinado con actividades humanas.
Sus investigaciones están centradas en el estudio de aquellas áreas que en algún momento fueron bosque o selva continua, y ahora están perturbadas y fragmentadas por efecto de la actividad de los humanos, principalmente para ser usadas en la ganadería, la agricultura, la construcción de carreteras, invadidas por ciudades e industrias, “todo esto va destruyendo el hábitat de las especies silvestres, fragmentándolo, dejando áreas aisladas rodeadas por potreros, cultivos o poblados”.
Detalló: “He trabajado en la zona de Los Tuxtlas, principalmente en la selva y potreros, donde he estudiado las interacciones de los animales silvestres con las áreas perturbadas. También he realizado esta misma investigación en los alrededores de Xalapa, comparando los fragmentos de bosque mesófilo con cafetales”.
Gracias a lo anterior ha observado que la invasión del ser humano al hábitat natural ha derivado en un nuevo paisaje; el paisaje original era prácticamente homogéneo y ahora es heterogéneo, está compuesto por potreros, cultivos, poblados, fragmentos de selva y entre ellos puede existir vegetación alrededor de los ríos, cercas vivas, pequeños árboles aislados o cultivos de frutas.
Apuntó que la prioridad es desarrollar e implementar acciones específicas que ayuden a la conservación y sobrevivencia de las especies silvestres en un ambiente heterogéneo combinado con actividades humanas, ya que cada vez las áreas naturales conservadas son menos, más pequeñas y están muy alejadas.
“Esto ya es una realidad, cada vez es más difícil encontrar áreas naturales conservadas y donde hemos logrado conservar las especies son en fragmentos de selvas, algunos de ellos son grandes como las selvas de Chiapas, Oaxaca o Quintana Roo, es ahí donde tenemos que hacer la conservación de estas especies que de alguna u otra manera logran moverse en este paisaje heterogéneo, esquivando o enfrentando a los humanos, como ha sucedido con los jaguares.”
¿Adaptación o resistencia de las especies?
El paisaje heterogéneo genera nuevas condiciones e interacciones entre las especies, de ahí que una línea más de investigación en la que trabaja Jorge Rodrigo Galindo es el efecto que provocan las actividades humanas en las especies, si hay una extinción local, presencia de especies invasoras, la interacción entre las plantas y las especies, entre otras temáticas.
Reiteró que todos los cambios generados en el hábitat original han propiciado nuevas condiciones e interacciones entre las especies; por ejemplo, ha observado que algunas se quedan aisladas en los fragmentos y otras más deciden moverse entre los paisajes convirtiéndose en vectores de flujo genético de su propia especie, como los murciélagos frugívoros que durante el vuelo van defecando las semillas de los frutos que se comen, las cuales pueden germinar.
Al preguntarle si este nuevo comportamiento se debe a que las especies se adaptaron al paisaje heterogéneo, el investigador explicó que hay algunas que naturalmente son muy sensibles y vulnerables a los cambios, mientras que hay otro grupo más resistente y adaptable como los ratones domésticos, los tlacuaches o las cucarachas, son especies resistentes que de alguna u otra manera se ven beneficiadas con la actividad humana.
“Un ejemplo es un estudio realizado a murciélagos, a los que dividí en tres categorías de acuerdo a la forma en que responden a la perturbación: murciélagos dependientes del hábitat, murciélagos vulnerables y murciélagos resistentes.
Encontramos que algunas especies de los denominados resistentes, se benefician con cierto grado de perturbación porque hace que de pronto exista otro tipo de vegetación que es su alimento.”