Hoy en día, en el ámbito de las tecnologías de la información es muy común escuchar el término “servicios en la nube”, pero ¿de qué se trata? Podemos definirla como todo aquel servicio o aplicación que nos permite utilizar y administrar documentos y herramientas, los cuales no están dentro de nuestra computadora, tableta o teléfono inteligente, sino que se encuentran online, es decir, en la red.
Existen tres tipos de nubes: privada, pública e híbrida. En la privada, el proveedor del servicio es el dueño de toda la infraestructura tecnológica, es decir, de la red, los servidores, el almacenamiento, etcétera; asimismo, es el encargado de administrar qué aplicaciones pueden ser ejecutadas y en dónde. Generalmente es utilizada por empresas que requieren un alto grado de seguridad en el acceso y en su información, por ejemplo, las empresas financieras. En este tipo, la infraestructura puede estar o no en las instalaciones del proveedor.
La nube pública es administrada por un tercero y los servicios que ofrece se encuentran en infraestructura ajena al cliente, incluso pueden estar alojadas aplicaciones de diversos clientes en los mismos servidores. El cliente y el usuario final sólo hacen uso de los servicios en la nube en todas sus capas sin importar qué más existe en dicho repositorio. Para este caso, podemos citar como ejemplo a las empresas que ofrecen servicio de hosteo.
En tercer lugar se encuentra la nube híbrida –combinación de nubes públicas y privadas–, en la cual el cliente es dueño de una parte y comparte otra, bajo ciertos controles.
Empresas como Google, Amazon, Microsoft Azure, eyeOS, Rackspace, son algunas de las que ofrecen servicios en la nube, éstas proveen desde aplicaciones comunes accesibles vía navegador web, hasta poder alojar y ampliar parte de la infraestructura de tecnologías de la información local hacia sus entornos.
Cabe destacar que para poder soportar la demanda y dar un servicio de calidad, dichas empresas cuentan con centro de datos en diferentes países y el cliente tiene la libertad de elegir en qué región requiere alojar sus datos.
Las empresas que se dedican a vender servicios en la nube, independientemente de su tipo, manejan diferentes esquemas de adopción y de acuerdo a las necesidades, alcance o conocimiento, los clientes pueden elegir SaaS (Software as a Service), PaaS (Platform as a Service) o IaaS (Infrastructure as a Service).
SaaS es aquel servicio en el cual el cliente accede normalmente a través del navegador sin atender al software, todo el desarrollo, mantenimiento, actualizaciones y copias de seguridad son responsabilidad del proveedor. El modo PaaS proporciona una plataforma y un entorno que permiten a los desarrolladores crear aplicaciones y servicios que funcionen a través de Internet. IaaS permite a un cliente seleccionar su infraestructura mediante un catálogo de servidores, sistemas operativos, discos de almacenamiento y redes; la responsabilidad y administración de este hardware es exclusiva del cliente y todo se maneja de forma virtual.
La forma en que se cobran los diferentes servicios en la nube es a través de una renta, la cual puede ser mediante una suscripción a un servicio (número de usuarios, consumo limitado, tipo de funcionalidades), generalmente es una tarifa fija; o bien, pagar por su uso, es decir, se paga lo que se consume (procesamiento, almacenamiento, transferencia de datos, licenciamiento).
Dentro de los beneficios que se tienen al contratar o tener servicios en la nube podemos citar: reducir costos, ya que evita la compra y gastos de mantenimiento en soluciones de hardware y software; es flexible, permite seleccionar los servicios necesarios para el cliente; es escalable, ya que al hacer gran uso de la virtualización se tiene la facilidad de ampliar, o en su defecto de disminuir la potencia de los recursos; accesibilidad a los datos desde diferentes entornos, ubicaciones, horarios, dispositivos y terminales; implementación fácil y rápida.
Adoptar o no el esquema de servicios en la nube depende de muchos factores, sin embargo puede ser una buena opción para aquellas empresas que no tengan la capacidad de crear o mantener su propio centro de datos y todo lo que conlleva, permitiéndoles rentar la infraestructura de cómputo y telecomunicaciones necesarias para su operación.