Paola Cortés Pérez
El traductor actúa como transmisor de un saber que puede modificar el conocimiento que se tiene en ese momento, además que influirá en su propia lengua unificándola, enriqueciéndola o empobreciéndola, resaltó Irene Marquina Sánchez, de la Facultad de Idiomas.
La académica participó en la Mesa 7 «De civilidades y de héroes. La paz perpetua y el nuevo orden mundial en el cine francés», en el marco del Foro Académico «Diálogos por la paz» realizada el 27 de abril, en donde también participaron Lissette Herrador Suárez y Julio Ortega, académicos de esta Universidad. El moderador fue Horacio González López, del Instituto de Investigaciones Psicológicas.
Recordó que Jacques Pelletier, traductor y filólogo, pensaba la traducción en términos de identidad, ya que consideraba que las lenguas –como los pueblos– tienen rasgos que le son propios.
«La traducción fiel, la que se basa en un riguroso estudio filológico, es el medio para encontrar el sentido del texto original. La lengua de la traducción expresa tan profundamente su identidad cuanto más fiel es su restitución, y cuando ese deseo se consigue la traducción se convierte en una obra literaria.»
Apuntó que en el siglo XVI, el papel de la traducción no sólo es el ejercicio práctico que consiste en pasar de una lengua a otra, sino el de reforzar las lenguas vernáculas por su propio desarrollo intelectual y aportación de pensamientos distintos mediante lenguas lejanas a la propia.
Asimismo, Raúl Hernández Colorado, de la Facultad de Idiomas, habló sobre la teoría de la conspiración y un nuevo orden mundial a través del análisis de la película franco-norteamericana El quinto elemento.
En esta película, dijo, se muestra cómo el Estado genera una teoría de conspiración al contratar a asesinos a sueldo y se muestra el nuevo orden político.