Bryan atendió a 267 niños de la Escuela Primaria “Centroamérica “, en Paso de Ovejas
Dentro de las actividades por parte de las Brigadas Universitarias en Servicio Social (BUSS) se encuentra brindar atención, ayuda y promoción a la salud, pero también saber escuchar, entender y qué decir a las personas. No es sólo un trabajo de una carrera universitaria, sino la capacidad de cada persona para poder ponerse en los zapatos del otro.
En ocasiones los prestadores de servicios que atendemos a las personas, lo hacemos de forma casi automática, muchas veces de manera inconsciente, se nos olvida que cada persona es única y diferente, con necesidades distintas a las de los demás.
Como parte de una BUSS realicé servicio en varias escuelas rurales, atendiendo a los niños, orientándolos, enseñándoles, pero más que nada escuchándolos y sabiendo qué decirle a cada uno y en qué forma hacerlo. En la Escuela Primaria “Centroamérica “, ubicada en la localidad de Paso de Ovejas, atendí a 267 alumnos de primero a sexto grado.
En cada salón hay una gran variedad de niños, desde los más estudiosos hasta los que prefieren jugar en el aula. Muchos tienen cientos de dudas, pues aunque en estos tiempos vean videos, se les hable acerca de la salud, de la higiene, de la alimentación y los cuidados, siempre habrá cabida para las preguntas; ahí es donde podemos realizar un verdadero cambio en su percepción de las cosas para mejorar así sus hábitos de salud.
Recuerdo una fecha particular, el 15 de septiembre de 2014, que realizaba la tarea de mi servicio: tomar peso, talla e índice de masa corporal, observar si los niños presentaban caries y de qué tipo, evaluar su capacidad de visión y audición, observar si tenían problemas posturales que les pudieran afectar en su vida diaria, entre otras cosas.
Cada vez que terminaba de evaluar a un niño le enseñaba su hoja de evaluación y le explicaba lo que había encontrado. En algunos casos no se encontraron problemas, a estos niños les expliqué que estaban sanos, bien de peso y talla, sin problemas posturales, sin caries, sin problemas para ver ni oír; noté que sólo asentían con la cabeza y se retiraban, fue cuando les empecé a preguntar al final si tenían alguna pregunta en cuanto a su cuerpo o a su salud.
Ahí me di cuenta que a pesar de todos esos videos que les mostraban la correcta alimentación, la importancia del agua y otras cosas, tenían muchas preguntas como cualquier niño. Entonces, al finalizar cada evaluación y preguntarles si tenían dudas, escuché muchas preguntas de los niños, entre las más habituales:¿por qué para estar sanos debemos comer bien?, ¿por qué nuestro cuerpo se enferma?, ¿por qué las caries nos dejan chimuelos?, ¿por qué los adultos se enferman tanto?, ¿por qué mi familia no se quiere cuidar ni comer bien?, ¿cuándo voy a crecer?, ¿dejaré de ser gordo si como bien?, ¿si como más verduras y frutas voy a crecer más?, ¿usaré lentes para siempre? Muchas de estas preguntas son de cierta manera simples y básicas, te hacen pensar en automático todas las lecciones de tu Facultad donde te enseñaron la importancia de responder a cada pregunta concisamente.
Pero en este caso eran niños, sabía cómo explicarles de manera tal que ellos pudieran entender, sin palabras rebuscadas ni difíciles, sin embargo noté cierta tristeza en sus preguntas. En mi caso, no sólo soy un alumno que viene a un pueblo a hacer sus prácticas, también soy de este hermoso pueblo llamado Paso de Ovejas, me siento muy a gusto, conozco a la mayoría de los padres de familia y ahora que atiendo a sus hijos veo más que una sola pregunta, veo muchas veces cierta tristeza al preguntar si dejarán de ser gordos, si podrán crecer o si será necesario usar lentes para siempre.
A cada pregunta respondo de manera correcta y concisa, pero no puedo dejar de lado el sentimiento de tristeza que los acompaña. Así que a cada estudiante, aparte de aclarar sus dudas, les pregunto por qué creen que usar lentes es malo, si se ven bien y son diferentes a los demás; por qué se preocupan de ser gorditos, si cuando crezcan seguro van a adelgazar.
Además les explico que si comen verduras y frutas y se ejercitan crecerán grandes y sanos. Para mí es más grato no sólo explicarles como un maestro, sino hacerme amigo de los niños, jugar un momento con ellos, hacer un chiste o una adivinanza.
A pesar de tener poco tiempo de estar en esta escuela en particular, a cada niño que le expliqué y le dije que no había nada de malo con ser un poco gordito a esa edad, o el tener que usar lentes, al decirles que comieran bien y que se cepillaran los dientes todos los días, ahora siendo su amigo vi un gran cambio de verdad: los niños llegan y me dicen que ese día ya comieron una manzana o un plátano, jícamas, pepinos y también que comenzaron a lavarse los dientes para evitar estar chimuelos. Ahora me queda claro que para que las personas te entiendan, primero debes ser tú quien las entienda a ellas.
Bryan Muñiz Cruz
Facultad de Enfermería
Región Veracruz-Boca del Río