Preeminencia del libro
Poesía completa de Ernesto Cardenal
La Editorial de la Universidad Veracruzana reúne por primera vez la Poesía de Ernesto Cardenal en edición exclusiva para México. Durante la FILU 2007 se presentará el primer tomo de los tres que recogerán su amplia producción. El también poeta José Luis Rivas escribió para esta obra un bello texto de presentación que a continuación reproducimos.
Desplegando un abanico de concreciones verbales de espléndida factura,
desde sus certeros epigramas (felicísimos en su resuelta expresión amorosa o
en su talante de aguzada diatriba política, y cuya primera edición, prologada por Ernesto Mejía Sánchez, se publicó en nuestro país en l962 con el sello de una editorial universitaria: la unam), hasta la intensa visión del universo de un Cántico Cósmico (descomunal poema que, cuando apareció en España, en l989, llevó a José María Valverde a emitir este rotundo juicio:
“Faltan las categorías críticas para hablar de este libro: es de una audacia tan inaudita que todavía no he salido de mi asombro. Si lo comparo con la poesía que se hace en este país, entre anémica y excrementicia, me quedo sin palabras: me falta aliento. ¡Qué aplomo, qué valentía!”),
pasando por una producción poética de índole vivencial, apocalíptica y oracular, la obra poética de Ernesto Cardenal ostenta en su conjunto la impronta de la mejor poesía de su país, vastísimo caudal que desde la aparición señera de Rubén Darío no ha dejado de impregnar y fecundar con su extraordinaria vivacidad y su audacia plena el desarrollo de la poesía hispanoamericana contemporánea.
Ernesto Cardenal forma parte de una de las generaciones literarias más relevantes de la Nicaragua del siglo xx, y su particular manera de pasar de la escritura de poemas de raigambre terrenal a la composición de una poesía de carácter claramente místico como El telescopio en la noche oscura, evoca de modo inevitable algún ejemplo célebre de la antigüedad o del pasado reciente, según apuntaremos más adelante.
Por lo pronto digamos que Ernesto Cardenal, nacido en l925, en Granada, ciudad dueña de acendrado carácter colonial, la más colonial de América sin lugar a duda, se desenvolvió desde niño en medio de un paisaje, de una historia y de una geografía que reviste marcados caracteres míticos. Granada no sólo está rodeada de un paisaje singular, donde convergen dos portentos de orden natural: el Gran Lago de Nicaragua y el volcán Mombacho: guarda consigo, además, la huella legendaria del paso de piratas y filibusteros en los siglos pasados (humus nutricio de donde brotaría, por ejemplo, el poema de Cardenal titulado El pirata Drake en las costas de Nicaragua).
Si el lugar natal le aporta el basamento mítico –paisaje, historia y geografía—para la composición de una obra bien inserta e impregnada del tiempo que le ha tocado vivir, la ciudad de León, donde transcurre su infancia, le brinda los elementos para el desarrollo de su persona y de su obra, acorde ésta con la poesía de su país.
Y que ha sido puntualmente caracterizada por el poeta y ensayista chileno Jaime Quezada con estas palabras: “Una poesía que no es iconoclasta, que en un encadenamiento perpetuo y futuro se hace y rehace en sus contingencias, en sus precolombinas raíces, en su histórico y exteriorista rescate de lo nacional: tradición enriquecida por sus lenguas natales criolla-española, y por las otras latinas o gringas: inglesa-norteamericana.
Una poesía viva siempre. La poesía nicaragüense tiene un profundo sentido de la realidad y una relación todavía más profunda con la vida humana y geográfica, social y política.” De aquí deriva con naturalidad la concepción de la poesía del autor de Hora 0: “La literatura debe prestar un servicio”; y, más explícitamente, Cardenal ha dicho también: “Debe estar –como todo lo demás en el universo− al servicio del hombre. Por lo mismo, la poesía también debe ser política. Aunque no propaganda política, sino poesía política”.
Así pues, Cardenal, aparte de estar motivado por el trasfondo mítico y real de su país centroamericano, lo ha estado también por la obra de Salomón de la Selva y José Coronel Urtecho, sus coterráneos e inmediatos predecesores, y por el enorme caudal de sus lecturas de autores clásicos y modernos; a lo largo de la vastísima producción del poeta granadino, Catulo y Marcial se dan la mano con Walt Whitman, Ezra Pound y William Carlos Williams.
No es de extrañar, por lo demás, que Ernesto Mejía Sánchez y Carlos Martínez Rivas, esos dos extraordinarios poetas nicaragüenses, fueran largo tiempo sus compañeros de ruta.
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En la tradición cristiana no son infrecuentes las transformaciones espirituales de jóvenes mundanos que se recogen después en el ejercicio de prácticas religiosas, guiados por la fe y un sentido místico sobrehumano.
La vida de Ernesto Cardenal recuerda en algunos de sus rasgos la de San Francisco, y en la profundidad de sus reflexiones a San Agustín. Pero sin duda se asemeja más a la de su maestro y amigo Thomas Merton, quien llevó una vida intensa en el mundo hasta los 26 años (Ernesto Cardenal decidió hacerse monje en l957, a los 32, e ingresó, lo mismo que Merton, en el monasterio de nuestra señora de Gethsemaní, en Kentucky).
Así, la época que denominaré lumen (de la lumbre y la luz, también de la tentación) de Cardenal está signada por sus traducciones de poesía estadounidense (hechas al alimón con José Coronel Urtecho), sus poemas históricos, su obra de escultor, sus espléndidos epigramas amorosos y políticos, aunque en algunos se funden ambos elementos gestándose una vivencia amorosa-política ambivalentemente auténtica, como en los que inician con estos versos:
“Yo he repartido papeletas clandestinas”, “Hay un lugar en la laguna de Tiscapa”, “Tal vez nos casemos este año”, “Si cuando fue la rebelión de abril” y en la “Imitación de Propercio”, tal como afirma Jorge Eduardo Arellano en la presentación a la tercera edición argentina de los epigramas de Cardenal bajo el sello de ediciones Carlos Lohlé: “Los primeros vuelcan el vasto amor que Cardenal entregaba al mundo, cuando sus versos estaban aún llenos del eterno femenino, ‘despiertos a la sensación de la eterna presencia de las mujeres’, señalado por José Coronel Urtecho desde el 25 de octubre de l943.
Por eso los nombres de las muchachas que refiere no son fingidos, sino reales: Claudia, Myriam e Ileana que con otras figuran en la vida del poeta por esos años. Los segundos circulan bastante, en forma clandestina, durante la dictadura de Anastasio Somoza García; a esa clandestinidad se alude en uno de ellos: ‘Nuestros poemas no se pueden publicar todavía,/ circulan de mano en mano, manuscritos/ o copiados en mimeógrafo’ ”.
Hernán Lavín Cerda ha observado que “Cardenal abre con Epigramas toda una capa de posibles soluciones líricas para el poema social o político en lengua latinoamericana”. Así, por ejemplo: Y ella me prefiere, aunque soy pobre, a todos los millones de Somoza. Señalemos al paso que esos epigramas resueltamente políticos contra el dictador, fueron recogidos anónimamente por Pablo Neruda. Cardenal también edita poesía, traduce de manera ejemplar a los clásicos (Catulo y Marcial), imita a Sexto Propercio, participa en el movimiento armado que intentó el asalto del Palacio Presidencial, la denominada Rebelión de Abril, escribe su poema Hora 0 (“Noches tropicales de Centroamérica,/ con lagunas y volcanes bajo la luna/ y luces de palacios presidenciales,/ cuarteles y tristes toques de queda”...) cuya lectura se restringe a unos cuantos amigos cercanos.
Sale de la Trapa para seguir estudios religiosos en Cuernavaca, escribe Gethsemani KY, Vida en el amor y El estrecho dudoso, compila con Ernesto Mejía Sánchez su Poesía revolucionaria nicaragüense.
En l961 prosigue sus estudios religiosos en Colombia. Allí publica Salmos y Oración por Marilyn Monroe, su poema más importante, según Juan Gustavo Cobo Borda, así como sus poemas indígenas. Se ordena sacerdote en Managua en l965.
Funda una pequeña comuna contemplativa –donde Merton también deseaba residir− en una isla del archipiélago de Solentiname en el Lago de Nicaragua: allí se desarrollan cooperativas, un movimiento poético entre campesinos y se hace una lectura revolucionaria del Evangelio.
Visita Cuba, Perú y Chile. Escribe Viaje a Nueva York, publica Canto Nacional, Oráculo sobre Managua y Evangelio en Solentiname. Asiste, por encargo del Frente Sandinista de Liberación Nacional, a las sesiones del Tribunal Russell para juzgar las violaciones a los Derechos Humanos en América Latina. Solentiname pasa luego a ser casi una célula del fsln.
A raíz del asalto al Cuartel de San Carlos, la Guardia Somocista destruyó la comunidad de Solentiname. Cardenal es condenado en ausencia a muchos años de prisión. Me detengo: los hechos de Cardenal componen un mundo. Aquí mencionaré sólo unos cuantos: cuando se constituye el Nuevo Gobierno de Nicaragua en l979, es nombrado Ministro de Cultura por la Junta del Gobierno de Reconstrucción Nacional; Premio de la Paz por los libreros de la República Federal Alemana en l980, recibe la condecoración Rubén Darío y la Augusto César Sandino en su patria, la Orden Comendador de las Artes y las Letras por el gobierno de Francia...
En fin, los reconocimientos internacionales son también incontables. Mencionemos sus títulos más recientes: el extenso poema Cántico Cósmico, publicado en l989, que consta de más de 600 páginas (“obra magistral –según el profesor W. Borgeson, de la Universidad de Illinois−, de un poeta que podemos ya sin vacilar llamar de los más grandes del siglo... está destinada a ser la obra poética de mayor impacto que haya dado Latinoamérica en este siglo con Cantos de vida y esperanza de Darío y el Canto General de Neruda.”), su poema místico El telescopio en la noche oscura (l993), que inaugura espléndidamente el que podemos llamar su periodo numen, y los tres tomos de sus memorias (Vida perdida y Las ínsulas extrañas, 2003, y La revolución perdida, 2005), recogidas por el Fondo de Cultura Económica.
En relación con El telescopio en la noche oscura, Luce López Baralt ha escrito: “estamos ante un místico moderno que pone al día el sentido último de esta renuncia monacal... el poeta admite que la renuncia más difícil ha sido para él la del amor humano. Dios es para el poeta aún enamorado ‘la fuente de Ana María, de Claudia, de Sylvia y de Myriam’ –aquellas antiguas amadas que merecieron sus apasionados epigramas−.
Y admite con candor desesperado y con corazón vacío que espera encontrar en Dios ‘los rasgos... de todos los rostros bellos que yo he amado en mi vida’. Estamos nada menos que ante el primer místico cristiano que nos habla de su pasión erótica sin eufemismos.”
Como podrá aquilatar el lector, esta edición de la poesía completa de Ernesto Cardenal con el sello de la Universidad Veracruzana posee especial mérito pues reúne por primera vez todos los signos de un gran poder mundano y místico, desde sus Epigramas hasta El telescopio en la noche oscura, así como esa obra fuera de serie que José Coronel Urtecho ha comparado con La Divina Comedia de Dante y con Rerum natura de Lucrecio: su Canto Cósmico.
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