SOBRE GÉNERO Y EDUCACIÓN

Jenny Beltrán Casanova*

Los estudios sobre género han ganado un sitio destacado en las ciencias sociales actuales, sin embargo, los avances teóricos en esta temática han sido bastante limitados y más bien los trabajos desarrollados son de corte empírico, lo que no deja de tener un gran mérito en términos de que hacen "visibles" a las mujeres en la vida social, arrojan luz sobre problemáticas específicas y, además, abonan el terreno para desarrollos posteriores en tanto que contribuyen a la discusión y a su actualización en los foros académicos. Estos trabajos también han resultado ser de gran importancia en el terreno de las decisiones de carácter político que involucran a las mujeres, como por ejemplo, los programas institucionales de desarrollo.

    Sin pretensiones de exhaustividad, me propongo aquí hacer una breve reseña de las investigaciones más destacadas que se han realizado en torno a las mujeres, en relación con la educación, las aportaciones hechas a la investigación con la incorporación de la categoría de género, y de algunos otros conceptos que se han desarrollado en los estudios sobre las mujeres, con la idea de que esta revisión aporte información acerca de cuál es el estado del conocimiento sobre este campo.1

    En general, los estudios feministas o de género intentan encontrar explicaciones a las desigualdades existentes entre hombres y mujeres, aunque ello se ha hecho desde diversos enfoques disciplinarios como la sociología, la antropología, la biología o la psicología y, al interior de cada disciplina, desde diversos enfoques teóricos -como el culturalismo, la sociobiología o el psicoanálisis-.

    Género es un concepto que por primera vez es usado en la literatura científica, con la acepción que lo conocemos ahora, por Robert Stoller en 1968.

    Género es una categoría en la que se articulan tres instancias básicas:
Estas consideraciones de carácter teórico han hecho avanzar en gran medida los estudios sobre las mujeres, en tanto que significan un enfoque nuevo de los problemas tradicionales enmarcados en lo económico, lo político y lo social.

    El género puede ser considerado como un concepto nuevo que arroja luz a las ciencias sociales, en la medida en que, a través de él, se logran explicar las diferencias entre hombres y mujeres que desde una perspectiva biológica en sentido estricto no pueden ser entendidas. También se puede sostener que el concepto de género pertenece a una nueva visión de las relaciones entre lo natural y lo social, en el sentido de que nos mueve las fronteras entre un ámbito y el otro, más de acuerdo también con los conocimientos nuevos aportados por ciencias muy desarrolladas actualmente como la genética y la biotecnología. Es decir, a través de la categoría de género se ha podido establecer una veta explicativa respecto de la construcción de la diferencia, y con ello hemos resuelto algunas de las interrogantes que estaban planteadas acerca del papel de las mujeres, pero también hemos arribado a nuevos problemas. Sin embargo, este tipo de investigación es muy reciente en nuestro país, sus inicios se pueden ubicar a finales de la década de los setenta; a pesar de esto existen diversas instituciones educativas donde se han abierto espacios a la investigación, entre ellas destacan el Colegio de México y la UNAM, la Escuela Nacional de Antropología y la Universidad Pedagógica Nacional que, en general, operan con presupuestos raquíticos, a contracorriente y sin la formalización en programas curriculares o en las estructuras académico administrativas.

    Existe una gran cantidad de literatura que, generalmente desde la perspectiva microsociológica o antropológica, analiza el papel que las mujeres juegan en diversos aspectos y niveles de la vida social. Un enfoque importante de desarrollo de la investigación desde la perspectiva de género lo constituye la tradición marxista, de donde se han derivado conceptos tan importantes como el de "doble jornada". Pero si bien dentro de este enfoque hubo avances importantes, las limitaciones derivadas del ámbito de preocupación científica que se considera válido en el marxismo, sobre todo en sus versiones más ortodoxas, impidió un acercamiento al estudio de las determinaciones a nivel simbólico y cultural, que en la problemática de los géneros resulta, como ahora sabemos, imprescindible. En este sentido, el psicoanálisis ha aportado la posibilidad de romper con los enfoques naturalistas, permitiéndonos pensar la subjetividad femenina como construcción simbólica, en general, enmarcadas estas ideas dentro del enfoque psicoanalítico de Jacques Lacan.


    En otro nivel explicativo destacan las aportaciones hechas por la disciplina antropológica que también se ha ocupado de este objeto de conocimiento. La antropología nos propone el estudio de los géneros como construcción cultural, y a diferencia del enfoque marxista que sólo vislumbra la subordinación como un problema de clase, la visión antropológica incorpora otras determinaciones sociales y culturales, pero además con la valoración, propia de la disciplina, de los contextos locales, concretos y particulares, en que las relaciones entre los géneros tienen existencia.


    Tarrés y Zapata (1990) hacen una importante labor de organización de los trabajos presentados en el XII Congreso Mundial de Sociología, realizado en 1990 y nos plantean que los trabajos sobre la mujer se pueden concentrar en tres grandes temáticas:
En esta último punto se han hecho desarrollos importantes que abarcan dos niveles: el nivel macrosocial, de las estructuras sociales, como por ejemplo la estructura del empleo y del salario, la organización de los procesos de trabajo, etc. y el otro nivel referido a las representaciones sociales en donde se abordan problemáticas como la percepción de las mujeres sobre ellas mismas y sus roles sociales.

    Una lectura del trabajo de las mujeres desde la lógica de la subordinación, nos hace encontrar una ruptura, una distancia, entre la esfera pública y la esfera de la vida privada, en el sentido de que hemos avanzado mucho en la primera pero seguimos cumpliendo con roles absolutamente tradicionales en el ámbito doméstico. Los estudios de género de corte cualitativo, en un enfoque microsocial, muestran que esto no es exactamente así, y que las mujeres contemporáneas han ampliado enormemente su universo de vida respecto del de sus madres o abuelas, por lo que ese punto de vista tiene que ser matizado. Por otra parte, también los estudios últimos de corte macrosocial intentan encontrar puntos de articulación entre lo público y lo privado, entre el mundo del trabajo y el de las representaciones sociales.


    En este sentido vale la pena hacer un brevísimo recorrido de las categorías o variables de análisis que han sido desarrolladas desde que la categoría de género forma parte del acervo analítico de la sociología contemporánea. Es importante mencionar dos variables presentes en una gran cantidad de estudios sobre todo aquellos de carácter macrosociológico, la estructura familiar y la educación, aunque la educación casi siempre ha sido enmarcada en el enfoque funcionalista que le atribuye bondades en sí misma y la concibe como generadora de movilidad social ascendente per se. La variable "tiempo" ha sido una introducción importante en los estudios de la mujer que nos permite comprender de mejor manera las biografías particulares y su vinculación con las dinámicas del comportamiento de algunas procesos sociales en donde las mujeres son protagónicas, como ciertos mercados de trabajo; de este modo, la consideración de la fecundidad y la maternidad también ha ampliado los márgenes explicativos de la investigación social (Cfr. Carreras Bendicho, 1988).


    Hay ya algunos estudios que nos hablan específicamente de las mujeres como participantes en el mercado de trabajo de la educación superior, cuestión que ha sido poco tratada pero que ha dejado constancia de algunas de las condiciones objetivas en que trabajan, de su creciente participación en la matrícula de las instituciones de educación superior y en la planta académica de tales instituciones.


    Una de las particularidades de este sector de trabajadores está referida a su reciente conformación como una nueva profesión que, justamente, se define a partir del desarrollo de un mercado académico, característico de la universidad moderna. Al respecto José Joaquín Brunner (1987) dice "...al mercado académico subyacen una nueva división del trabajo y transmisión de los conocimientos; una organización del saber en disciplinas especializadas que en el contexto de la universidad desarrollan su peculiar cultura de disciplina; por tanto, opera en ese mercado un nuevo tipo de profesional -un hombre que no necesariamente vive para la cultura o el conocimiento pero que de cualquier modo vive de la cultura-".


    Al crecimiento desmesurado de la educación superior también corresponde, como bien señala Brunner, un crecimiento de la planta académica y es cuando se feminiza no solamente la matrícula sino la misma profesión académica.


    Los datos estadísticos nacionales nos indican que la incorporación de las mujeres como académicas tiene su proporción más elevada del año 86 al 92, periodo en el que, a pesar de la crisis salarial y la reducción de la oferta de puestos, las mujeres alcanzan a ser un poco más del 37% de los académicos incorporados en tal periodo.


    El empleo de maestro en nuestro país y en América Latina, ha sido un campo reservado en gran medida a las mujeres. Por ejemplo, la educación preescolar es casi dominio exclusivo de ellas; en la primaria también existe un alto índice de mujeres empleadas como profesoras, lo que también se confirma echando un vistazo a la matrícula de las escuelas normales de nuestro país. Sin embargo, las posibilidades de empleo en el sector educativo adquieren características piramidales a medida que avanzan los niveles del sistema educativo, es decir, proporcionalmente respecto de los hombres hay mucho menos mujeres trabajando como académicas en la educación superior.


    Datos importantes sobre las académicas pueden encontrarse en el capítulo dedicado a las mujeres en el libro de Gil Antón, et. al. Los rasgos de la diversidad (1994), producto de un proyecto de investigación, nacional e interinstitucional, coordinado por el Área de Sociología de las Universidades, de la UAM-A. Cabe hacer notar también los estudios realizados por Liliana Morales (1989, 1993), cuyas investigaciones están basadas en información estadística proveniente de la ANUIES; y los trabajos de Yolanda de los Reyes (1983) y Mercedes Carreras Bendicho (1988) pioneras en esta temática y que se refieren, fundamentalmente, a las oportunidades de acceso a la educación por parte de las mujeres.


    Es importante enmarcar el trabajo de las mujeres como académicas en el contexto más amplio de su participación en la población económicamente activa, fenómeno que, por supuesto, trasciende nuestras fronteras y ocurre a escala mundial.


    La década de los cincuenta fue crucial respecto de la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo. Entre esa década y la de los setenta, la tasa global de participación femenina en la población económicamente activa pasó de un 13 a un 16%. Sin embargo, es realmente a partir de los setentas cuando se da el boom de la feminización de la fuerza de trabajo, cuestión atribuible en nuestro país a que el incremento principal del empleo se da en el sector de servicios, y este ha sido un campo de trabajo en el que tradicionalmente las mujeres se han empleado. Ello no quiere decir que no sufran los efectos del desempleo que, según datos del INEGI reportados por Judith Calderón en la Jornada, alcanza a 5 millones 145 mil mujeres de entre 15 y 40 años, en las zonas urbanas del país.


    Los procesos sufridos en la estructura productiva forman parte de la modernización de nuestro país, modernización que no se da simultáneamente en otros planos como el social, el político y el cultural. Así, aun cuando las mujeres participan cada vez más en el desarrollo económico del país, hay una oposición clara entre la vida pública y la esfera de la vida privada, donde siguen cumpliendo con lo que se denomina la "doble jornada" que implica la realización de trabajo no remunerado.


    Dentro de la misma perspectiva de la mujer y el trabajo podemos ubicar la revisión hecha por García Salord, Landesman y Gil Antón (1993), como parte de los trabajos preparatorios del II Congreso Nacional de Investigación Educativa, quienes nos reportan el estado del conocimiento respecto de los académicos, incluyendo allí los trabajos publicados más relevantes y producto de investigación sistemática acerca de las mujeres en relación con la profesión que hoy denominamos "académica", su participación en la ciencia y, en general, en las instituciones de educación superior. En los trabajos revisados por este equipo se reporta información importante sobre trayectorias y producción de las académicas, las problemática en torno a los roles sexuales, la maternidad y la subjetividad femenina en relación con las tareas académicas de la docencia y la investigación, educación y desarrollo profesional de las mujeres. En este reporte destaca el trabajo de María Barrientos y Nora Garro, quienes proponen una aproximación al estudio de la relación entre las mujeres y el trabajo, más enmarcada dentro del enfoque teórico de género ubicando como unidad de análisis a la unidad doméstica, lo que supone la consideración de variables como las relaciones del ámbito familiar con el laboral, la posición de clase y el nivel de escolaridad.


    También como parte de los trabajos preparatorios del Congreso mencionado en el párrafo anterior, está el reporte de la comisión que revisó el estado del conocimiento en Comunicación y Cultura. Esta comisión aborda también la investigación que ha sido publicada en México, de 1975 a 1993, sobre el tema género y educación. Cabe mencionar el dato reportado por las autoras respecto de que encontraron datos acerca de 93 trabajos realizados en este periodo y que de ellos sólo pudieron ubicar menos de la mitad de lo que se concluye que "esta área no ha sido considerada como prioritaria en las catalogaciones de diversas dependencias".


    Una característica importante de los estudios con enfoque de género es la consideración de la categoría de vida cotidiana (Delgado, Paradise, et. al. 1993) como escala analítica fundamental, trabajada desde la perspectiva que propone Agnes Heller. En esta línea, desde la tradición investigativa de la etnografía educativa, aunque escasos, también se pueden encontrar algunos trabajos como los de Cortina (1984), Delgado (1993) y Sandoval (1992). En ellos encontramos una gran diversidad en cuanto a las temáticas y los niveles del sistema educativo en que se han realizado.


    Por último quiero terminar con una cita para destacar que la mayor parte de la investigaciones sobre género tienen la autoría de mujeres, de lo que Delgado, Paradise, et. al. (1993) opinan "...estas investigaciones en su mayoría han sido hechas por mujeres, cuya profesión de origen es la docencia en los niveles de educación básica. Es necesario enmarcar esta característica de quienes hacen la investigación, mujeres estudiando mujeres, revela la forma compleja en la cual las mujeres como objeto de conocimiento reflejan como espejo a las mujeres investigadores sujetos de conocimiento. Conocimiento del ´otro´ y de ´uno mismo´ son mutuamente compatibles, porque el ´yo´ y el ´otro´ comparten una misma condición de ser, ser mujeres".

Notas

* Investigadora del Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana.
1 Este trabajo pretende servir como antecedente de un libro en preparación que incluye información sobre las mujeres de profesión académica en el Estado de Veracruz.



Jenny Beltran Casanova

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Última revisión: miércoles, 2 de abril de 2003