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Tres
poemas ingleses
Luis
Cernuda
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1
Andrew Marvell
La definición de amor
Mi
amor es de tan rara cuna
Como su objeto extraño y alto:
Lo concibió Desesperanza
Engendrado por Imposible.
Solamente
Imposible pudo
Mostrarme tan divina cosa
Adonde afán jamás volase
Sino batiera en vano el ala.
Pudiera
acaso llegar pronto
Adonde está mi alma extendida.
Mas el sino cuñas de hierro
Clava y se agolpa entre nosotros.
Celoso
el sino a dos amores
Perfectos mira, y nunca acerca:
Sería esa unión su ruina
Destronando un poder tiránico.
Así
sus decretos de acero
Como a los polos nos sitúan
(Bien que el amor sobre ambos gire)
Que mutuamente no se abracen.
A
menos que los cielos caigan,
Nuevo temblor rasgue a la tierra
Y, para unirnos, sea el mundo
Comprimido en un planisferio.
Los
amores oblicuos pueden,
Como líneas, tocarse en ángulo;
Mas los nuestros, tan paralelos,
Aunque infinitos, no se encuentran.
Así
el amor que nos enlaza,
Y que envidioso el sino excluye.
Es conjunción del pensamiento,
Oposición de las estrellas.
***
Me
figuro haber sido el primero en citar el nombre de Marvell a lectores
de lengua española,1 y como debe ser poco conocido entre
nosotros probablemente, no estará de más alguna información
sobre su poesía, y particularmente sobre el poema de él
que he traducido.
Andrew Marvell (1621-1678), "hombre de mérito singular",
como le califica Milton, amigo suyo, al recomendarle para un puesto
gubernamental bajo el régimen de Cromwell, es un poeta metafísico.
A quienes dicho calificativo parezca sólo aplicable a poetas
como Lucrecio y Dante, les recordaré que la Iliada es poesía
épica, pero también puede serlo la "Canción
a la Victoria de Don Juan de Austria". Tal término describe
bien las cualidades peculiares de la poesía de Marvell: argumento
paradójico, sazonado con metáforas cultas, combinando
la dialéctica de la lírica amorosa trovadoresca con
el encanto sensual de la poesía clásica; combinación
que los poetas románticos desdeñaron, en daño
suyo, a beneficio del sentimiento. La índole más intelectual
y menos verbal de su ingenio, si comparamos éste con el de
los culteranos y conceptistas españoles, la agudeza psicológica
del mismo, la marcha argumentativa de su lirismo, y sobre todo la
fusión de pasión y emoción, justifican el calificativo.
Es probable que algunos de los poetas metafísicos ingleses
conocieran la poesía culterana y conceptista española;
entre ellos Donne y Marvell, y acaso Crashaw, por lo menos, sabían
español.2 Pero los españoles limitaban la función
del ingenio a la búsqueda de asociaciones sorprendentes,
apenas sin intervención racionalista. A diferencia de lo
que ocurre con estos poetas metafísicos ingleses, en los
versos de los culteranos y conceptistas españoles no hay
eco de los descubrimientos geográficos del siglo anterior,
los cuales aportan al poeta un material nuevo y brillante; y siendo
España, además, el país descubridor, conquistador
y colonizador de esas tierras nuevas, su indiferencia es inaudita.
"La definición de Amor" es un poema amoroso, claro,
pero no se busquen en él referencias externas: es la situación,
no los sentimientos, lo que importa. Dicha situación la expresa
Marvell por sensaciones directas, sin mencionar circunstancias algunas.
El poema encierra varias paradojas, siendo la primera el título
mismo; porque el amor, pasión indisciplinada, por lo corriente,
va a ser definido. (En inglés el uso más temprano
de la palabra definición se encuentra en Milton, hacia 1645,
sonando el vocablo entonces mucho más técnico que
para nosotros hoy). Marvell utiliza el interés racionalista,
reciente en su tiempo, lo mismo que una consecuencia de aquel interés
racionalista, que era la afición a la geometría, en
oposición al concepto platónico del amor, aunque el
poema sea un poema de amor platónico, y así se constituye
la segunda paradoja. La tercera es que el destino material y el
amor espiritual se contradicen, aunque en realidad dentro del poema
sean dos aspectos de una misma situación. Mas su pasión
trascendental la presenta el poeta, subrayando la antítesis,
de modo sensual, por medio de las imágenes y del ritmo.
Se dice que Marvell había leído a Spinoza, y si es
cierto, esa lectura daría humor al contrasentido del "alma
extendida", ya que la extensión, según Spinoza,
es atributo de la materia; y de otra parte, conforme al pensamiento
del mismo filósofo, las pasiones dejan de serlo tan pronto
como tenemos de ellas una visión clara. De ahí el
título que Marvell da al poema.
2
Robert Browning
Una toccata de Galuppi
I
Oh Galuppi Baldassaro, cuán triste es esto que en-
cuentro:
De no interpretarte bien estaría sordo y ciego,
Y aunque entiendo lo que dices, me ensombrece el pensamiento.
II
Vienes con tu vieja música, y mira qué me depara.
¿Así en Venecia vivieron, con mercaderes-monarcas,
Con San Marcos y con Dogos, que a la mar se desposaban?
III
Porque allí la mar es calle, y el puente, ¿qué
nombre lleva?,
Puente de Shylock, con casas, donde el carnaval celebran
De Inglaterra no salí, mas es como si lo viera.
IV
¿Gozaba la mocedad, cuando mayo al mar templaba?
De nocturno baile y máscara, que hasta al mediodía
duraban.
Aventuras concertando para el siguiente, ¿no hablas?
V
¿Existió una dama así, labios rojos, carillena,
Tal campanilla en la mata la faz sobre el cuello abierta,
Soberbio el pecho, que el hombre allí base su cabeza?
VI
¿Era gentileza en ellos si interrumpían la charla,
Por morder su antifaz ella, acariciar su espada,
Mientras que tú, al clavicordio, majestuoso tocabas?
VII
La tercia menor quejosa, la sexta disminuyendo,
¿Qué les decían? Suspensiones, soluciones:
"¿Moriremos?"
La séptima compasiva: "¿Vida más larga?
Intentemos"
VIII
"¿Eras feliz?" "Sí, ¿y tú?"
"¿Lo sigues siendo?" "Sí." "Bésame
Pues." ¿Detenerlos, si poco un millón de besos
fuese?
Y la dominante insiste, buscando quien la conteste.
IX
Ya la octava contestó. ¿No es cierto que te elogiasen?
"Bravo, Galuppi. Eso es música, buena, sea alegre, sea
grave.
Si oigo que un maestro toca, bien puedo siempre callarme."
X
Para gozar te dejaban, y uno tras otro, a hora cierta,
Vidas que en nada quedaron, actos que mejor no hicieran,
Los llevó la muerte tácita donde el sol no se contempla.
XI
Firme y seguro en mí mismo, cuando a razonar me siento,
Vano si al mudo universo logro arrancarle un secreto,
Llegas con tu vieja música, y tiemblan todos mis nervios.
XII
Así, grillo fantasmal, cantas donde ardió una casa:
"Polvo y ceniza. Gastó Venecia lo que ganara;
El alma, inmortal sin duda, si puede hablarse de un alma.
XIII
"La tuya, pongamos. Sabes de física y geología;
Tu solaz, las matemáticas. Rango al alma inmortaliza:
Las mariposas, acaban; mas tú, imposible sería.
XIV
"Así Venecia y su gente dieron flor, se marchitaron;
El fruto, terreno, era: risa y locura sembraron.
¿Algo de alma quedó acaso, ya los besos acabados?
XV
"Polvo y ceniza." Tal cantas, pero censurar no puedo.
Muertas amadas, ¿qué ha sido de aquel oro, de aquel
pelo
Que sobre el pecho caía? Tengo frío y me siento viejo.
***
En el año presente (1955) se cumple un siglo de la publicación
del libro Men and Women, una de las obras capitales de Robert Browning
a la cual pertenece el poema aquí traducido como recuerdo
de dicho centenario.
No es Browning, según creo, poeta conocido entre lectores
de lengua española; excepto alguna mención que de
él hicieron Unamuno y J. R. Jiménez, no conozco otras
referencias. Tampoco se le recuerda mucho en la poesía actual
de lengua inglesa, a espera sin duda de una revaluación.
Pero dos de los poetas contemporáneos más importantes
en dicha lengua, Pound y Eliot, le deben algo: Pound, bastante;
un poco, Eliot en sus versos primeros.
En su poesía discursiva y coloquial muchos de los temas responden
a las creencias que rigen la conducta del hombre, acompañados
de un análisis psicológico extraordinariamente sutil
y certero, siendo frecuente que exponga puntos de vista diferentes
en torno a una situación o problema humano, sin decidir entre
ellos, como ocurre en The Ring and the Book, Bishop Blougram's Apology
o Mr. Sludge, "The Medium". Todo lo cual no se acuerda
con los gustos de nuestro lector actual de poesía.
Tampoco su optimismo a pesar de todo o el crédito que a pesar
de todo concede al hombre, ni su confianza en la vida, son cosas
comprensibles para el lector de la lengua española, o apreciadas
por él. Y eso que Browning, aunque tuviera entre sus cualidades
las más características de su país, y precisamente
de su país en la época victoriana, vivió largos
años en Italia y conocía bien a Italia y a los italianos,
tierra y gente que una y otra vez aparecen como fondo y caracteres
en sus poemas: e Italia es país más comprensible que
Inglaterra para los lectores de lengua española.
Su poesía es de preferencia poesía dramática;
es decir, fluctuación y ajuste incesante de la palabra para
trazar con ella los movimientos del pensamiento y de la pasión
en la hondura del ser humano.
3
W. B. Yeats
Bizancio
Ceden las inexpurgadas imágenes del día;
La imperial soldadesca borracha está acostada;
La resonancia nocturna cede, trasnochador que canta
Después del gong en la gran iglesia.
Una cúpula estrellada o lunada desdeña
Todo cuanto es el hombre,
Tantas meras complejidades,
Furia y fango de humanas venas.
Flota ante mí una imagen, hombre o sombra,
Sombra más que hombre, imagen más que sombra:
Por bobina de Hades envuelta en bandeletas
Puede desenvolver el sendero revuelto,
Boca sin humedad ni aliento
Convocar puede bocas desalentadas.
Saludo lo sobrehumano,
Lo llamo muerte en vida y vida en muerte.
Milagro, ave o joyel dorado,
Más milagro que joyel o ave,
Plantado en estrellada rama de oro
Puede cacarear como gallos de Hades
O, por la luna amargado, gritar escarnio,
En la gloria del metal inmutable,
A común ave o pétalo
Y a la complejidad de fango o sangre.
Por el pavimento imperial van a medianoche
Llamas que un leño no alimenta, ni un acero prende,
Ni trasnocha tormenta; llamas engendradas en llama,
Adonde acuden almas engendradas en sangre
Que todas las complejidades de la furia dejan,
Muriendo en una danza,
Una agonía de trance,
Una agonía de llamas que a una manga no queman.
Por el fango y la sangre del delfín cabalgando,
Un alma tras de otra.
Las fraguas rompen el diluvio,
Las doradas fraguas imperiales.
Los mármoles del suelo de danza
Rompen de la complejidad la furia amarga,
Esas imágenes que todavía
Nuevas imágenes engendran,
Ese mar que delfines rasgan y que un gong atormenta.
1930
*
Dos poemas escribió Yeats, con intervalo
de algunos años, sobre tema bizantino: el primero: Sailing
to Byzantium; el segundo, éste aquí traducido. En
el primero de los dos poemas citados el tema bizantino se enlaza
con el de la vejez: la vejez, el hecho de envejecer, producía
en Yeats un despecho, una rabia que acaso ningún poeta haya
expresado antes que él. No se trata de lamentos sentimentales
del género de "Juventud, divino tesoro", sino de
un furor impotente que en Yeats encontró expresión
acendrada (cosa rara, que pocos hombres, o ninguno, sientan el ultraje
que es la vejez): "Te parece horrible cómo lujuria y
rabia / Mi ancianidad van escoltando. / Cuando fui joven una plaga
no eran. / ¿Tengo otra cosa que a cantar me hostigue?"
El verso primero de Sailing to Byzantium dice: "Esta no es
tierra para el viejo", y luego el poeta vuelve su atención
hacia los "Monumentos del intelecto sin edad".
El 30 de abril de 1930 Yeats escribe: "Tema para un poema...
Describir Bizancio tal como era en aquella ordenación del
primer entusiasmo cristiano. Llamas en las esquinas de las calles,
donde se purifica el alma. Aves de oro cincelado, cantando por el
puerto en árboles de oro, que ofrecen su lomo a los muertos
quejumbrosos para trasportarlos al paraíso". El 20 de
septiembre de 1937 vuelve a escribir: "Creo que si me dieran
un mes de la antigüedad, con permiso para pasarlo donde quisiera,
lo pasaría en Bizancio, un poco antes de que Justiniano abriese
Santa Sofía y cerrara la Academia Platónica. Me figuro
que en una tabernilla encontraría algún filósofo,
trabajador en mosaico, que respondiera a todas mis preguntas, tocándole
lo sobrenatural aún más de cerca que a Plotino, ya
que el orgullo de su habilidad delicada haría que lo que
antes fuera instrumento de poder para príncipes y clérigos,
y locura asesina para la masa, ofreciese ahora apariencia hermosamente
flexible, como cuerpo humano perfecto. Creo que en la temprana Bizancio,
como acaso nunca antes ni después en los anales de la historia,
la vida religiosa, estética y práctica eran una sola,
y arquitectos y artífices, aunque acaso no los poetas (pues
el lenguaje había sido instrumento de controversia y debió
volverse abstracto) podían hablar lo mismo a la multitud
que a unos pocos. El pintor, el que trabajaba en mosaico, el artífice
del oro y la plata, el que iluminaba los libros santos, eran casi
impersonales, quizá sin la conciencia de un propósitó
individual, absorbidos en su tema y en la visión de todo
un pueblo".
Yeats había leído ciertos libros donde halló
materia que pudo servirle, más o menos conscientemente, al
escribir "Bizancio". En el libro de W. G. Holmes, The
Age of Justinian and Theodora, está la descripción
del Foro de Constantino, llamado "el pavimento", por su
piso de mármol pulido; también ocurre la mención
del semantron, que colgaba en el porche de la iglesia primitiva
y que el diácono tocaba con un mazo, pasaje al margen del
cual Yeats escribe la palabra "gong", que utiliza en su
poema. También leyó, además del libro de O.
M. Dalton, Byzantine Art and Archeology, la obra de la señora
Strong, Apotheosis and After-Life, en la que aparece el delfín
como símbolo del alma en el mundo antiguo y del tránsito
de la misma.
Estos datos puede consultarlos el curioso en la obra del profesor
A. Norman Jeffares, W. B. Yeats, Man and Poet. El profesor Jeffares
concluye que en "Bizancio" se observa un estado espiritual
de purgación por el fuego y un elogio de la eternidad como
compensación por la pérdida de la juventud. Naturalmente,
tales datos se ofrecen aquí, no como explicación del
poema, sino como información marginal a la lectura del mismo.
1. En nota al estudio a "Tres Poetas Clásicos",
publicado en el número 28 de El Hijo Pródigo, México,
1945.
2. El retrato de Donne a la edad de 18 años lleva una divisa
en español: "Antes muerto que mudado". Nacido en
una familia católica y educado como católico, debía
tener alguna simpatía hacia España. Su biógrafo
Walton dice que visitó Italia, con el proyecto de dirigirse
a Tierra Santa, aunque, al encontrar dificultades para este viaje,
se fue a España. Parece que pasó algunos años
en Italia y en España, volviendo a su país "perfecto
en ambas lenguas". En 1623 dice al duque de Buckingham que
en su biblioteca había más libros españoles,
ya de poesía, ya de teología, que en otra lengua cualquiera.
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