Bernal
Morales realiza experimentos controlados sobre la relación
entre la testosterona y los trastornos afectivos, línea de
investigación poco explorada y que surgió a partir de
observaciones en el Laboratorio de Neurofarmacología (integrado
por expertos de la UV y la UNAM, institución a la que pertenece
el director del proyecto, Carlos Contreras), que fueron publicadas
en medios especializados durante 1995. Este estudio demostró
la existencia del dimorfismo sexual, o las diferencias del comportamiento
entre el sexo masculino y el femenino, así como, a través
de la administración de fármacos y hormonas, las diferencias
en las respuestas a la depresión entre los sexos.
El
método
“Como nuestro equipo de investigación se enfoca al
estudio de la depresión, tenemos un modelo animal que remeda
algunos rasgos de depresión humana” comentó
la investigadora. Se trata de un modelo de depresión experimental,
llamado nado forzado, donde se mide la desesperanza de las ratas
de la cepa Wistar cuando se enfrentan a cinco minutos de inmersión
en un tanque lleno de agua. La variable que los científicos
interpretan como desesperanza es el tiempo en que la rata permanece
inmóvil dentro del tanque, lo que significa que se rinde
y que ya no busca una salida. Este experimento emula las condiciones
de la depresión clínica, donde el paciente se ve incapaz
de resolver los problemas y se abandona por completo.
A raíz de esto, y de otros estudios que se realizan en el
Instituto de Neuroetología, se observó que las ratas
jóvenes de ambos sexos presentan comportamientos similares
dentro del estanque. Conforme van creciendo, las hembras se van
apartando de los machos y van marcando diferencias en el comportamiento
de nado. «Entonces, a través de este hallazgo, sospechamos
que este dimorfismo se puede deber a las hormonas sexuales»,
afirmó Blandina Bernal.
El
descubrimiento
Las hormonas son productos de la secreción de ciertos órganos
(hipófisis, glándulas suprarrenales, gónadas)
que, transportados por la sangre, excitan, inhiben y regulan la
actividad de otros órganos y sistemas del cuerpo. Las hormonas
sexuales son la causa del dimorfismo sexual. La hormona sexual masculina
es la testosterona, mientras que, entre las femeninas, están
la progesterona y el estradiol o estrógeno. Éstas
no son exclusivas de cada género, pues hombres y mujeres
producen ambos tipos, la única diferencia está en
la cantidad.
“También se ha demostrado que estas hormonas sexuales
se sintetizan en el cerebro, no nada más en las gónadas,
y que existen receptores en el cerebro para estas hormonas”,
informó la científica, por lo que supone que si las
hormonas también se producen en el cerebro, o en estructuras
que no tienen una aparente función reproductiva, entonces
tienen que modular otro tipo de conductas que no sean reproductivas.
Blandina Bernal escogió el estudio del género masculino,
ya que la depresión en las mujeres y sus causas hormonales
ya han sido investigadas de manera extensa, no así las relaciones
entre testosterona y depresión. Existen trabajos que asocian
los niveles de esta hormona con el estado de ánimo en el
ser humano, pero se trata de estudios de competencias deportivas
y son pocos los que utilizan modelos animales en condiciones controladas
de laboratorio, como es el caso del nado forzado.
Según Bernal Morales, la testosterona es útil, al
grado de permitir a hombres y mujeres (quienes la producen en menor
cantidad) las reacciones de defensa y agresividad. Pero algunos
casos de suicidios en población adolescente que estuvo en
tratamiento antidepresivo (bien documentados por investigaciones
neurofarmacéuticas) hacen dudar de la efectividad de los
fármacos, como la Fluoxetina (que en el mercado lleva el
nombre de Prozac) en el tratamiento de la depresión en cierto
tipo de individuos.
Implicaciones
médicas
Los descubrimientos de Blandina Bernal y el Laboratorio de Neurofarmacología
desatarán controversia entre la comunidad científica,
porque encontraron que la testosterona impide el efecto antidepresivo
de la Fluoxetina. Sólo resta demostrar este hecho ante la
comunidad científica, a través de su publicación
en medios especializados.
La investigadora opinó que es necesario advertir que, en
situaciones en donde el ser humano está pasando por una etapa
de transición hormonal –como en la pubertad, cuando
los niveles hormonales se elevan rápidamente–, el manejo
de la ansiedad o la depresión debe ser diferente al de un
individuo que en las mismas condiciones hormonales no tenga esta
vulnerabilidad genética o ambiental. Por lo tanto, el tratamiento,
como lo pretende la farmacología, debe ser individual y de
acuerdo con las características de cada persona.
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