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"Comprendí que las cosas son reales y diferentes, lo
comprendí con los ojos, no con el pensamiento. Comprenderlo
con el pensamiento sería hacerlas iguales”. Estas palabras,
escritas por Fernando Pessoa y traducidas por Octavio Paz, sirvieron
de inspiración al pintor Luis Argudín para crear su
colección Comprendí con los ojos, que fue exhibida
en febrero, en la Galería Universitaria “Ramón
Alva de la Canal” (RAC).
La muestra estuvo conformada por pinturas de gran formato –en
su mayoría– donde resaltan colores que, sumados al
tamaño de los cuadros, parece que abrazan y abarcan al espectador.
En muchas de las piezas se percibe, una y otra vez, en espejos fragmentados,
la imagen sutil pero nítida del pintor. ¿Hay, quizá,
un enamoramiento de Argudín por su alter ego? Él opina,
modesto y casi tímido, que no es así: “Lo se
observa en sí son los espejos, los brillos. Lo que tiene
el espejo es que está captando algo que es fugaz, y la fugacidad
de los reflejo es lo que construye la visión”.
De ideas sencillas, aunque con toques metafísicos, Argudín
considera que nosotros vemos porque los objetos reflejan la luz:
“Entonces, el espejo es el otro objeto que refleja la luz,
pero lo hace de una manera sorprendente, total, porque los objetos
reflejan todo y así nos vemos.
«Los espejos donde me reflejo están rotos y tienen
formas caprichosas e irregulares, y éstas son las que me
interesan adentro del cuadro, es una manera de reflexión:
el objeto es un reflejo, una reflexión de luz y de mente”.
Comprender con los ojos es, entonces, ver, llegar a algo, observarlo
y no decir “no entiendo” y con eso justificar el no
ver, opina el artista para quien la pintura es aquella que es absolutamente
visual y sin mayores justificaciones.
Argudín, el cual en una etapa de su carrera –diez años–
se dedicó a la pintura abstracta, se acerca ahora como si
se arrojara al vacío a la naturaleza muerta, a la pintura
de los objetos: “El laboratorio de esta disciplina se encuentra
en el pintar lo que sea, aun lo más nimio, lo que se encuentra
en cualquier lado. Yo pinto elementos muy específicos, los
objetos de mi taller, las cosas que se van cargando de sentido,
como si dentro de mi espacio de trabajo llovieran ideas y de eso
se empapara”.
Para Argudín, lo que hace la pintura es mostrarse a la visión
y no a la cabeza, no al concepto. Quizá por eso su obra se
revela como un enfrentamiento personal que lleva a la doble lectura
de lo que observan nuestros ojos y lo que el propio pintor vio siendo
el otro. En estas imágenes, comida, peces y aves disecadas
se mezclan con caballetes, focos y ventiladores en un festín
de color.
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