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Sí
hay alternativas para generar energía limpia,pero el poder
económico las descarta
Edith
Escalón |
La
buena noticia es que mundialmente se producen unos 75 millones de
barriles de petróleo al día; la mala es que esa cifra
sólo representa una quinta parte de lo que se consume en
el mismo tiempo. Sin duda, estamos frente al ocaso de una industria
millonaria que no sólo es el motor del mundo como lo conocemos,
sino también el eje del comercio mundial, porque, para empezar,
el 90 por ciento del transporte mundial depende del petróleo
y, para continuar, la mayoría de las comodidades químicas
y plásticas de la vida –como mobiliario, productos
farmacéuticos y comunicaciones– también dependen
de este recurso no renovable, algo de lo que pocas veces nos damos
cuenta.
La producción global de petróleo llegará a
su punto máximo alrededor del año 2010, con unos 90
millones de barriles; el problema real es que cuando llegue a esta
cúspide, vendrá el declive, y a partir de entonces
será –más que ahora– muy costoso extraerlo,
técnicamente más difícil y más contaminante.
En resumen, la crisis del petróleo provocará que un
día tengamos que prescindir de él.
Hoy
en día, muchos científicos dicen que para mediados
de este siglo debemos reducir, al menos un 60 por ciento, las emisiones
de gases que producen el efecto invernadero, para tratar de evitar
el cambio climático. Eso significa usar menos combustible
que en la actualidad y no buscar más. |
Creo
que el calentamiento global ha cambiado las perspectivas de lo ambientalmente
sano. Esto es evidente si pensamos en todas las iniciativas que
existen para desarrollar, para el futuro, fuentes de energía
que no produzcan dióxido de carbono en cantidades muy elevadas
|
Entonces,
existen muchas razones para planear un mundo sin petróleo.
¿Será devastador? Nuestros antepasados vivieron en un
mundo sin petróleo; nosotros tendremos que hacer lo mismo.
Y, desde mucho antes de que ocurra, tendremos que aprender a utilizar
otras fuentes de energía que, incluso, ya existen y que pronto
tendrán que competir contra el petróleo. |
Para
hablar de las implicaciones tanto de la crisis del petróleo
como de las alternativas energéticas, Charles Groat, actual
director del Centro de Energía y Políticas Medioambientales
de la Universidad de Texas y ex asesor de Energía de los Estados
Unidos, participa en Gaceta, donde expone también uno de los
mayores problemas que esta crisis está provocando y que se
acentuará en el futuro inmediato: la guerra económica
mundial. |
¿Realmente
se están considerando las energías alternativas como
opciones de corto plazo?
Depende del enfoque. En Estados Unidos, por ejemplo, las únicas
contribuciones significativas de energía alternativa son la
energía nuclear, la hidrológica y la eólica,
y juntas significan menos del 20 por ciento del total de la producción.
El carbón, por ejemplo, es empleado mayormente para la generación
de energía eléctrica, pero el gas y el petróleo
siguen siendo empleados en transportación. |
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Obviamente,
existen grandes avances en el uso del petróleo para la generación
de energía eléctrica, pero ahora, debido a los altos
costos y la reducción de suministros, estamos yéndonos
más hacia el carbón, porque tenemos más posibilidad
de adquirirlo. Pero
es evidente la dependencia energética del petróleo.
Es fuerte y, de hecho, no la podemos evitar. Lo que estamos tratando
de hacer es usar más gas natural, ya que es el combustible
hidrocarburo más limpio, que se acepta precisamente porque
cada vez hay una mayor preocupación por los impactos ambientales
de la generación de energía. El problema es que no
tenemos grandes provisiones en Estados Unidos y tenemos que importarlo.
Eso nos ha llevado a buscar más yacimientos y a importarlo
de todo el mundo.
¿Qué
tan avanzadas están las investigaciones en cuanto a energías
alternativas se refiere? ¿Son opciones reales, a pesar del
costo? ¿Considera que pueden sustituir a los actuales energéticos?
La única alternativa real en los Estados Unidos, sin que
sea carbón, petróleo o gas y que sea segura para el
medio ambiente, es la energía nuclear, porque puede generar
electricidad en grandes cantidades, algo que, por ejemplo, la energía
del viento no puede hacer, o lo hace en menor cantidad. Precisamente,
uno de los mayores frenos para el uso de las energías alternativas
es el costo, porque, incluso, producir más energía
con estas tecnologías resultaría prohibitivo.
Hay muchas discusiones en Estados Unidos acerca de que si estamos
listos para invertir más en tecnología nuclear, si
es seguro, si vale la pena por el costo o si es aceptable por su
impacto al medio ambiente. Por ahora, más allá de
utilizar más carbón, toda la atención está
en la energía nuclear. Entonces, digamos que sí hay
alternativas.
¿A
pesar de los riesgos?, porque basta recordar lo que sucedió
en el 86 en Chernobil para tomar esta opción con cautela.
Es que la energía nuclear es la mejor alternativa porque
no produce dióxido de carbono y no crea problemas de calentamiento
global. Además, ahora los reactores nucleares son mucho más
seguros de lo que fueron hace 20 años. El problema principal
sigue siendo el licenciamiento, las regulaciones para otorgar permisos
de operación nuclear y los costos de crear las plantas productivas.
Usted
ha hablado de la preocupación ambiental que existe en torno
a la generación de energía.
¿Cree que sea una preocupación genuina?
Sí, creo que el calentamiento global ha cambiado las perspectivas
de lo ambientalmente sano. Esto es evidente si pensamos en todas
las iniciativas que existen para desarrollar, para el futuro, fuentes
de energía que no produzcan dióxido de carbono en
cantidades muy elevadas. |
Mientras
la ciencia encuentra alternativas para generar energía limpia,
el poder económico las descarta, porque no convienen a muchos
intereses. Entonces, el reto no es del todo científico, sino
económico. Cualquier tecnología, para poder ser exitosa,
tiene que ser económicamente redituable. Por eso, aunque
existen las alternativas energéticas, éstas son incapaces
de competir en ese terreno contra el petróleo y el gas, que
son más baratos y generan utilidades. |
Si
hay alternativas energéticas que podrían sustituir
en el mediano plazo a los combustibles fósiles –que
generan 49 por ciento de los gases invernadero–, ¿cómo
justifica Estados Unidos el rechazo al Protocolo de Kyoto?
Eso, en realidad, podría ser tan simple como cambiar de partido
en el poder; de hecho, el partido Demócrata podría
estar dispuesto a firmar el Protocolo de Kyoto sin tener que encontrar
nuevas alternativas energéticas. Las razones pueden ser meramente
políticas. Sin embargo, existe la preocupación de
que las propuestas del Protocolo de Kyoto no solucionen en realidad
el problema. Además se considera que el verdadero reto es
tanto de los países desarrollados como de los países
en desarrollo y que todos debemos buscar, particularmente para el
área de transportación, fuentes combustibles alternativas
–como el hidrógeno– que puedan alimentar los
vehículos automotores sin incrementar la contaminación
del aire. Ése es el aspecto clave en el que el mundo entero
debería estar realizando inversiones.
Pero
esas alternativas ya existen; sin embargo, no se consideran como
tales.
Existen los fundamentos de la tecnología, y los avances están
siendo significativamente rápidos en este campo. El combustible
a base de hidrógeno es un ejemplo. Sin embargo, la tecnología
es incipiente y los retos a vencer son diversos. El problema es
que mientras la ciencia encuentra alternativas para generar energía
limpia, el poder económico las descarta, porque no convienen
a muchos intereses. El desafío, creo yo, es para países
como China, India o, incluso, los Estados Unidos, los cuales deben
adoptar esas tecnologías a la par de que se van desarrollando
para bajar los contaminantes, usando mecanismos de control que reduzcan
emisiones de carbono. |
Entonces,
el reto no es científico.
No del todo. El mayor reto es económico. Cualquier tecnología,
para poder ser exitosa, tiene que ser económicamente redituable.
Por eso, aunque existen las alternativas energéticas, éstas
son incapaces de competir en el terreno económico contra el
petróleo y el gas, porque los dos siguen siendo más
baratos y están generando al mismo tiempo grandes utilidades.
Mientras esta condición se mantenga, no habrá un incentivo
real para incrementar la investigación y el desarrollo de combustibles
que los reemplacen. |
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Mientras
sigamos teniendo acceso a gas y petróleo, el problema se mantendrá,
a pesar de los retos económicos, sociales y ambientales que
implica. Es, por decirlo así, un reto a nivel político
y económico de implicaciones globales.
Ese problema se agrava cuando se sabe que las vetas petroleras son
cada vez más escasas, y se vive una lucha por las últimas
fuentes de hidrocarburos.
Y es porque ahora sí hay una auténtica conciencia de
que son recursos no renovables. Por eso los Estados Unidos han realizado
tantos esfuerzos por incrementar el acceso a ellos estén donde
estén y han hecho tantas inversiones para buscarlos, para explotarlos.
Es cierto que hay un desacuerdo en el país sobre si esto es
algo bueno o no. En esta administración norteamericana se ha
favorecido el acceso irrestricto a estos recursos, mientras que el
otro partido está más preocupado por el impacto ambiental
que una explotación de esa clase provoca. Pero esto sucede
porque los Estados Unidos nunca cubrirían sus requerimientos
reales de gas y petróleo únicamente con los recursos
que quedan en su propio territorio. Lo que pasa de manera más
frecuente es que en los Estados Unidos se están buscando a
escala global fuentes para obtener esos recursos que necesitamos,
lo que los hace entrar en competencia creciente con países
como China e India. Esto torna la situación mucho más
complicada. |
Ahora
sí hay una auténtica conciencia de que el petróleo
es un recurso no renovable. Por eso los Estados Unidos han realizado
tantos esfuerzos por incrementar el acceso a ellos estén
donde estén y han hecho tantas inversiones para buscarlos,
para explotarlos. Esto sucede porque Estados Unidos nunca cubriría
sus requerimientos reales de gas y petróleo sólo con
los recursos que quedan
en su territorio. |
La
clave de esa búsqueda es la colaboración. Lo que hacen
las grandes compañías internacionales de gas y petróleo
que están trabajando prácticamente en todas partes
–en Asia, en Latinoamérica, en algunos lugares del Océano
Pacífico– es buscar esas fuentes y trabajar con países
que son los propietarios de esos recursos, para apoyar económica
y tecnológicamente su desarrollo y explotación. China,
India, Corea y otras naciones están interesadas en esos mismos
recursos, así que es una situación muy competitiva.
Para encontrar más petróleo y gas del que se tiene en
este momento, buscamos, por ejemplo, en países como México,
Rusia y Asia Central. |
Si
bien hay una búsqueda en la que se toma en cuenta la colaboración,
también existen otras acciones que se han considerado intervenciones
bélicas por el control de los recursos energéticos.
No mencionó a los países de Medio Oriente. ¿No
es éste un buen ejemplo?
Es que casi el 75 por ciento de los recursos del planeta no están
disponibles directamente para los Estados Unidos, porque los gobiernos
que los tienen controlan esos recursos, y no están muy ansiosos
de que los Estados Unidos los desarrolle. Lo que estamos intentando
es trabajar con los que quieran tener esa colaboración, porque
–y quiero remarcarlo– la explotación también
beneficia a los poseedores de hidrocarburos, no únicamente
a los Estados Unidos, y en algunos casos eso incluye no sólo
desarrollo en materia de gas y petróleo, sino también
desarrollo económico e industrial para los dueños
de los recursos.
Es cierto que Estados Unidos depende mucho del petróleo de
Oriente Medio, Arabia Saudita, Emiratos Árabes… y nuestra
política exterior está muy orientada a mantener relaciones
amigables con esos países. Y ciertamente Irak e, incluso,
Irán –con el que no estamos teniendo un buen momento–
cuentan con un potencial enorme para producir más petróleo.
Nosotros, igual que otras naciones, estamos interesados, pero lo
mismo sucede con Rusia, que está tratando cada vez más
de crecer su producción.
Pero
la manera en la que intervienen en esos países, donde no
hay colaboración amigable, demuestra que la guerra del siglo
XXI sigue siendo por el petróleo.
Algunos dirían que la guerra en Irak es una guerra por petróleo.
Yo no creo que haya alguna guerra completamente separada de intereses
económicos; la política exterior está hecha
de muchísimos elementos, y en el mundo de hoy, la energía
es ciertamente una prioridad para países como Estados Unidos,
China, Japón o los europeos, que dependen del petróleo
o de otras naciones para su provisión interna. |
Entonces,
sí hay una guerra por el petróleo…Si lo vemos
así, sí hay una guerra económica por el petróleo,
que es muy fuerte y que tiene muchos intereses para varias naciones,
no sólo para Estados Unidos. |
En
Irak, sí hay una guerra económica por el petróleo,
que es muy fuerte y que tiene muchos intereses para varias naciones,
no sólo para Estados Unidos. No creo que haya alguna guerra
separada de intereses económicos; la política exterior
está hecha de muchísimos elementos, y en el mundo
de hoy, la energía es una prioridad para países como
EU, China, Japón o los europeos, que dependen del petróleo
o de otras naciones para su provisión interna |
Existe
interés en Latinoamérica, por ejemplo, para los gobiernos
de Venezuela, Bolivia e, incluso, México, porque las políticas
energéticas están directamente relacionadas con la
venta de recursos. Y todos pueden decidir ser amigables con Estados
Unidos o no serlo.
Creo que en EU todo el mundo está consciente de que el gas
y el petróleo serán extremadamente importantes para
la próxima década, porque predominarán como
los agentes energéticos por excelencia, por eso necesitamos
hacerlos accesibles para los Estados Unidos desde otras naciones,
como ha sido el caso hasta ahora.
Esa
situación ha acaparado las miradas políticas y económicas
mundiales, y ha dejado de lado las alternativas energéticas
limpias.
No, yo más bien creo que esa conciencia ha motivado mucha
actividad para buscar las alternativas de las que hablamos –energía
nuclear, combustibles basados en productos biológicos (como
el etanol), la energía eólica– y también
hemos vuelto a considerar al carbón por ser nuestro mayor
recurso interno, por lo menos en Estados Unidos. El impulso tiene
que ser mayor, pero eso, como vimos, es más un problema económico
y político.
Las universidades tienen que continuar la investigación,
desde luego, pero ¿su contribución en este reto realmente
puede ser significativa? |
Las
investigaciones básicas que se realizan en las universidades
implican una gran veta de conocimiento científico que es
necesario para sentar las bases de un cambio energético mundial.
Creo que lo fundamental para los próximos años serán
la ciencia, la investigación y la determinación de
quienes saben que sólo las alternativas energéticas
limpias permitirán el desarrollo sustentable, pues el uso
de energéticos tradicionales quedará en el pasado. |
Desde luego, porque están dispuestas a invertir en las investigaciones
básicas que harán posible su aprovechamiento a gran
escala, y eso no es poca cosa. Hablamos, por ejemplo, de desarrollo
de tecnología para el aprovechamiento de energía solar,
de algunos aspectos de energía nuclear, de la investigación
de combustibles biológicos, además de las implicaciones
ambientales, de las mediciones de rigor, de los estudios de impacto,
de los efectos colaterales… todo eso, en conjunto, implica una
gran veta de conocimiento científico que es fundamental para
sentar las bases de un cambio energético mundial. |
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En
Estados Unidos, por ejemplo, el financiamiento para esa área
viene del Gobierno, principalmente del Departamento de Energía
y del Departamento de la Defensa, aunque también la industria
privada realiza inversiones en este campo. Creo que lo fundamental
para los próximos años serán la ciencia, la investigación
y la determinación de quienes saben que sólo las alternativas
energéticas limpias permitirán el desarrollo sustentable,
pues el uso de energéticos tradicionales quedará en
el pasado, en el mediano plazo. |
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