César Aira es, como señaló
el crítico español Ignacio Echeverría, el
escritor, hoy por hoy, quizá más original y chocante,
más excitante y subversivo de la narrativa hispánica.
Pero, a ciencia cierta, ¿quién es Aira?, ¿por
qué ha sido criticado al tiempo que ha sido encomiado?, ¿qué
opina sobre el arte literario?, ¿cuál es su juicio
acerca de la nueva escritura?, ¿es un creador o un impostor?
Alejado de la excentricidad que distingue a su obra, a través
de las siguientes líneas, el autor argentino responde con
sencillez a tales interrogantes.
N
ulla dies sine linea
Ni un día sin línea.
Tal debe ser el mote del escritor, pero también del lector.
Consignar lo que sucede en el interior y en el exterior; la percepción
de un recuerdo o el asalto de un demonio al transitar por una
calle; oír una canción o ver una noticia en la televisión;
captar algún gesto, un guiño de la ciudad o la naturaleza;
atisbar los pliegues del silencio o las grietas del subsuelo;
leer entre líneas, trastocar la realidad, inventarla. Esos
podrían ser los distintivos del narrador argentino César
Aira, pues en él se imbrican vida, lectura y escritura.
Y así ha publicado más de 50 libros, que han tenido
espléndida acogida en España.
Aira empieza una novela con una idea vaga, no muy bien definida,
de modo que le dé la posibilidad de ir improvisando
a medida que la va escribiendo, y la nutre con un diario donde
anota cosas que me van sucediendo todos los días.
Un escenario de muchas de sus obras es el barrio bonaerense de
Flores, donde vive desde 1967.
Con voz pausada, afirma que escribe en los cafés, mira
lo que pasa, escucha conversaciones, sale mucho a caminar, ve
televisión, lee a los clásicos, la buena literatura.
De ahí le nacen ideas para sus novelas, que tienen
un curso zigzagueante, un poco imprevisible que ni yo sé
adónde va porque no lo puedo saber, ya que el material
lo estoy tomando a medida en que lo voy escribiendo. Subraya
que lo que más le gusta de la literatura es que le haga
sentir el sabor de un mundo ya desaparecido2, y agrega: hay
escritores que tienen la sensualidad poética de la palabra,
del juego de las palabras, de las resonancias, de sus sonidos.
Y hay otros escritores, como yo, que no nos importa nada eso.
Lo único que buscamos es la transparencia de una prosa
simple, llana, que permita ver sin problemas lo que contamos.
En esto radica su apuesta literaria, que unos críticos
encomian y otros desprecian.
Si bien César Aira ya se ha consolidado como una de las
figuras más importantes de la actual narrativa hispanoamericana,
es capaz tanto de reírse de sí mismo, de declararse
no genio, sino un fraude bien hecho (dada la ambigüedad
de la literatura, pues juega con la verdad hecha mentira
y la mentira hecha verdad), como decir que toma un
cierto colorcillo de saboteador, pues construye algo normal,
pero desafloja unos tornillos.
Jamás asegura promocionaría sus novelas
porque entre otras cosas, yo no puedo hablar bien de mis
libros, no los puedo recomendar, 3 ni está satisfecho
con su obra. A la fecha no ha ganado ningún premio importante.
Tampoco lee a sus contemporáneos: sus autores favoritos
son Balzac, Baudelaire, Lautréamont, Rimbaud, Zola, Mallarmé,
Proust, Roussel4, Copi y Jules Verne.
César Aira nació en Coronel Pringles, un pueblo
del sur de la provincia de Buenos Aires, en 1949, y desde 1967
reside en el barrio bonaerense de Flores. Hizo estudios de derecho
y literatura, y también se ha desempeñado como traductor.
Tiene publicados más de 50 libros, entre novela, teatro
y ensayo. Otros de sus textos conocidos son Cómo me hice
monja, Cumpleaños, El llanto, El mago, Ema, la cautiva,
La liebre y Varamo.
Para que el lector pueda conocer más a este autor, se le
entrevistó con el afán de adentrarse en su vida,
filiaciones literarias y su concepción de la escritura,
el día que presentó cuatro de sus novelas, publicadas
por Era (Los dos payasos, Un episodio en la vida del pintor viajero,
Los fantasmas y La prueba), durante la II Feria Internacional
del Libro Universitario 2002, organizada por la Universidad Veracruzana.
¿Quién
es César Aira?
Hoy día, un escritor. Uno desde joven no se define así,
salvo que sea muy vanidoso. Uno se define como un estudiante,
como cualquier cosa. Con el tiempo, y sobre todo con el reconocimiento
que viene desde afuera, uno lo asume simplemente, con cierta vergüenza
al principio, y también después.
¿Cómo
se da la iniciación de César Aira en la literatura?
Sé qué a los 14 años leyó En busca
del tiempo perdido...
Creo que es como la de muchos escritores. Uno empieza siendo lector,
lee y lee, y en cierto momento es casi inevitable que se le ocurra
la idea de ¿por qué no lo voy a hacer yo?,
pasar, digamos, al otro lado del mostrador. Porque en todas las
historias que uno lee, aunque sea un chico que acepta todo y todo
le gusta, siempre se encuentra alguna fallita, algún yo
lo habría hecho mejor. Me parece casi inevitable
que los lectores se transformen en escritores, pero cuando lo
intentan descubren que no es tan fácil, que no les sale
y ahí se quedan. Y vuelven a leer, ya sin la ilusión
de escribir. Pero, en mi caso, no es que haya salido bien, quizá
yo fui más obstinado o tuve menos sentido crítico
y seguí escribiendo...
¿Hacia
quién está dirigida su escritura?
Hacia mí mismo, básicamente. Porque no soy de los
que se ponen a pensar en un tipo de lector. Es cierto que al escribir
uno se ve a sí mismo el escritor se ve a sí mismo
como una especie de lector: está buscando lo que a él
le gustaría si fuera lector.
Usted
ha dicho que para elaborar sus novelas toma elementos de la realidad
y de ahí viene la improvisación. ¿Cómo
construye César Aira sus novelas?
Es un proceso que ya se me ha hecho muy simple. Yo empiezo una
novela con una idea vaga, no muy bien definida, de modo que me
dé la posibilidad de ir improvisando a medida que la voy
escribiendo, y voy escribiendo muy poco por día, una página,
una página y media, dos (nunca paso de eso). Yo escribo
en los cafés, estoy siempre levantando la vista, mirando
lo que pasa, oyendo conversaciones. Además, por las tardes
hago una vida normal, salgo mucho a caminar, veo televisión,
leo libros. Ahí se me van ocurriendo ideas, y sobre alguna
digo: ésta tiene que entrar en la novela.
¿Lleva
un diario?
La novela termina siendo una especie de diario porque ahí
voy anotando cosas que me van sucediendo todos los días.
La ventaja que tiene este sistema es que si yo empiezo a elaborar
una novela supongamos, sobre un adulterio, y voy escribiendo:
El señor tiene una gran discusión con su esposa,
hace las valijas, se va, y en ese momento levanto
la vista y veo que en la calle un camión ha atropellado
a un gato y lo ha matado, entonces, eso lo incluyo en el texto:
El señor ha hecho sus valijas, sale de su casa y
en ese momento matan a un gato frente a él. De esta
manera, cambia la acción porque la afecta, y ya me las
arreglaré para que pase algo a partir de ese gato, pues
procuro no introducir esos hechos así simplemente, meterlos
y acumularlos, sino una vez que los he incorporado deben tener
alguna función dentro del relato.
Y así es como mis novelas tienen un curso zigzagueante,
un poco impredecible que ni yo sé adónde va porque
no lo puedo saber, ya que el material lo estoy tomando a medida
en que voy escribiendo5.
¿Vida
y escritura en usted están ligadas?
Sí, evidentemente. Y el nexo existe tanto por lo que te
he contado, como por el hecho de que lo que incluyo en las novelas
no es tanto un gato atropellado o una niña, sino son experiencias
personales, sucesos que vivo en el ámbito familiar, con
mi esposa
eso también forma parte de mi escritura.
¿Cómo
es el barrio de Flores en que vive, y que ha sido escenario de
muchas de sus novelas?
Es un barrio común y silvestre. Justamente tiene eso
Yo siempre he pensado que para hacer una verdadera transfiguración
artística hay que ir a buscar cosas maravillosas, pero
éstas ya están transfiguradas. Por ello, hay que
ir a buscar las cosas más comunes, y el barrio de Flores
donde vivo es un barrio perfectamente común, un barrio
de clase media donde no ocurren sucesos especiales. Eso me da
el campo propio para mis transformaciones
Usted
reivindica a la invención. Dice que si el mundo ya fue
creado por Dios, no queda otra alternativa que recrearlo. Pero
usted se fija más en el procedimiento, en las técnicas
narrativas. Y en su ensayo La nueva escritura dice:
para qué vamos a escribir más obras, si ya
hay tantas
Eso les digo yo a mis amigos jóvenes que se lanzan a escribir
novelas. En el mejor de los casos, lo que van a lograr va a ser
una novela buena. ¿Y para qué quiere el mundo otra
novela buena? ¿No hay suficientes ya? No alcanzaría
una vida para leerlas todas. Entonces, hay que buscar algo nuevo,
no se sabe qué es, pero eso lo hace diferente.
Incluso
menciona que prefiere un libro nuevo a uno bueno
Exactamente, pues los libros buenos son así porque ya hay
una escala de valores donde se le ha puesto esa etiqueta, y eso
quiere decir que son libros convencionales que ya no necesitaban
valores nuevos. Para mí, la función de la literatura
(del arte) es crear valores nuevos a partir de los cuales se van
a juzgar los libros que se escriban después, y no aceptar
los criterios viejos para calificar los textos que se estén
escribiendo.
¿Diríamos
entonces que Aira juega a escribir?
Sí. Lo que pasa es que juego es una palabra un poco amplia.
Juego también se utiliza en frases como jugarse la
vida y eso no es frívolo. Yo lo veo en un sentido
lúdico, un poco de juego, de no tomármelo muy en
serio.
¿No
considera a sus obras como novelas?
Yo las llamo novelitas. El género es el de la novela, en
tanto es el relato que se puede ir transformando a sí mismo.
La extensión de la novela, aunque sea una corta, como las
mías, siempre permite avanzar un poco más, a diferencia
del cuento, que tiene límites prefijados; si uno escribe
un cuento debe volver atrás, corregirlo hasta dejarlo pulido,
porque si el cuento no es bueno no tiene razón de ser.
La novela no necesita ser buena, no está tan apegada a
la calidad. Puede tener partes malas y permite que a partir de
ahí venga una buena que reivindique a la mala en retrospectiva.
Eso, me parece, es lo que da ese movimiento peculiar que tiene
la novela, un rumbo que no es en línea recta, siempre es
en idas y vueltas dentro de la cabeza6.
Escribir
es la pasión de Aira. Tiene más de 50 libros. ¿Piensa
elaborar muchos más?
No es tan fácil seguir. En realidad, he descubierto que
es mucho más fácil escribir que seguir
escribiendo porque el impulso se va agotando, aparece la
tentación de aprovechar el arranque y eso no me gusta.
Prefiero hacer cosas nuevas y, por la lógica constitución
orgánica del ser humano, a partir de cierta edad se empieza
a sentir cansancio y falta de energías. Pero sí,
voy a seguir escribiendo.
*-
Y
es que Aira critica la profesionalización de los artistas,
la cual sólo pudo funcionar como estado momentáneo,
por lo que cuando se hubo consumado ya fue hora de buscar
otra cosa, afirmó en su ensayo La nueva escritura7.
En efecto, y restringiéndonos al arte de la novela,
una vez que ya existe la novela profesional, en una perfección
que no puede ser superada dentro de sus premisas, la novela de
Balzac, de Dickens, de Tolstoi, de Manzoni, la situación
corre peligro de congelarse. Alguien dirá que si todo el
peligro es que los novelistas sigan escribiendo como Balzac, estamos
dispuestos a correrlo, y con gusto, pero sucede que es optimista
hablar de un mero peligro, pues de hecho la situación
se congeló, y miles de novelistas han seguido escribiendo
la novela balzaciana durante el siglo XX: es el torrente inacabable
de novelas pasatistas, de entretenimiento o ideológicas,
la commercial fiction (
.) Una vez constituido el novelista
profesional, las alternativas son dos, igualmente melancólicas:
seguir escribiendo las viejas novelas, en escenarios actualizados;
o intentar heroicamente avanzar un paso o dos más.
Sin embargo, Aira da una tercera alternativa, la vanguardia, que
define así: es un intento de recuperar el gesto del
aficionado en un nivel más alto de síntesis histórica.
Es decir, hacer pie en un campo ya autónomo y validado
socialmente, e inventar en él nuevas prácticas que
devuelvan al arte la facilidad de factura que tuvo en sus orígenes.
*-
De
los grandes escritores argentinos, ¿por quiénes
siente filiación?
En primer lugar por Borges porque es inevitable. Borges sí
está en el canon, sí está canonizado, pero...
es demasiado grande como para poder evitarlo, aun con toda la
furia iconoclasta y revolucionaria. Después, los grandes
para mí son Roberto Artl, Manuel Puig en el siglo xx, y
antes la poesía gauchesca que fue una creación muy
original de la Argentina y de toda América Latina. También
algunos poetas, que ustedes quizá no conozcan, como Juanele
Ortiz, poeta de la naturaleza.
Uno
de los máximos críticos literarios de Argentina,
durante el III Congreso Internacional de Teoría y Crítica,
realizado en 2002, dijo: El tiempo dirá si Aira es
un genioide o un impostor. En cualquiera de los dos casos, cuenta
con toda mi simpatía
(Risas) Yo, en el fondo, creo que soy un fraude. Pero cuando por
ahí hay gente inteligente, como Pitol, que me dice cosas
tan agradables, pienso que quizá soy un fraude bien hecho.
Y la literatura en realidad es algo tan ambiguo que nunca se sabe;
la literatura juega con la verdad hecha mentira y con la mentira
hecha verdad. Y uno puede ser un escritor de verdad que es un
fraude o un fraude que es de verdad.
¿Cómo
se define César Aira a sí mismo?
No diría como un impostor porque en el fondo hay una actitud
sincera, de cariño y respeto por la literatura; ésa
es mi parte de lector. En mi parte de escritor, sí tomo
un cierto colorcillo de saboteador, más que de impostor.
Construyo como lo hace la gente nor-mal, pero desaflojo algunos
tornillos
Y
de ahí esa realidad distorsionada que crea en sus novelas,
que se contrapone y es exagerada. ¿Así es como lector?
Soy un lector muy convencional. Me gustan los clásicos,
la buena literatura, eso es lo que leo siempre. Como es-critor
sí soy raro, como lector no.
Notas:
1. César Aira. Diario de la hepatitis (febrero de
1992) en Letras Libres. Año IV, núm. 48, diciembre
de 2002, p. 13.
2. María Esther Arredondo.,El placer de leer está
en encontrar el sabor del mundo desaparecido. en Unomásuno
(sección Cultura). Año XXV, núm. 8958, 24
de septiembre de 2002, pp. 21 y 25.
3. Francesc Relea.,César Aira: Si uno no descubre
que es un genio, no se resigna a ser lo que viene después
en Babelia.,Suplemento cultural de El País, núm.
553, 29 de junio de 2002.
4. César Aira.,Diario de la hepatitis (febrero de
1992) en op. cit.
5. Todo lo que escribo es como una especie de gran diario
íntimo que voy disfrazando para que nadie se dé
cuenta de lo que realmente me pasó, manifestó
a un reportero del periódico La Crónica de Hoy.
6. En una nota publicada en el diario Reforma, fechada el 16 de
julio de 2002, Aira dice al periodista Carlos Rubio que los escritores
de hoy deberían probar con un modo de escritura más
libre. En realidad, mis libros no son exactamente novelas; yo
las llamo así por decir algo. Pero son relatos, ficciones,
que tienen algo de ensayístico, de un experimento con la
realidad y una puesta en escena. Cada vez me inclino más
a pensar que una escritura del futuro estaría en algo documental
de la experiencia, tratando de dejar un registro de ella.
7. César Aira, La nueva escritura, en La Jornada
Semanal, Suplemento literario del periódico La Jornada,
núm. 162, 12 de abril de 1998.