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Houston, la osx dio continuidad durante abril y mayo a su
serie de conciertos 2003 con un listado de solistas y directores
invitados.
El
virtuosismo de Philippe Quint
Inicialmente, en su undécimo programa de la temporada 2003,
ofrecido en el Teatro del Estado el 4 de abril, la osx presentó
un programa compuesto por el poema sinfónico Sensemayá
del duranguense Silvestre Revueltas (1899-1941), el Concierto para
violín y orquesta en re mayor de Erich Korngold (1897-1957),
con la participación de Phili-ppe Quint como solista, y la
Décima sinfonía en mi menor de Dmitri Shostakovich
(1906-1975).
Quint, de origen ruso y naturalizado estadounidense, ha llevado
a efecto una notable carrera como solista que le coloca entre los
violinistas jóvenes más destacados de Norteamérica
y gracias a la cual ha recibido numerosos premios y reconocimientos
internacionales. Cabe señalar que ésta fue la tercera
participación de Quint con la Sinfónica de Xalapa,
pues ya se había presentado meses atrás cuando interpretó
obras de Chaikovski y Mozart.
La Décima sinfonía de Shostako-vich llama la atención
por su curiosa denominación, del deshielo, en
abierta alusión al proceso transitorio dado inmediatamente
después de la muerte de Stalin en la antigua Unión
Soviética. Los antecedentes son interesantes.
La Novena Sinfonía fue esperada casi con ansiedad, particularmente
porque en 1945 las tropas soviéticas avanzaban triunfalmente
sobre territorio alemán y porque el autor había comentado
alguna vez que aspiraba a escribir una gran sinfonía
con coros, solistas y orquesta de grandes dimensiones. Qué
mejor ocasión que aquella para crear una gran sinfonía
de la victoria. Pero el compositor defraudó a los burócratas
soviéticos con una obra corta, de reducido aliento y, para
colmo, cargada de citas irónicas y hasta burlonas. Después
de ello, Shostakovich fue calificado como un músico decrépito,
se le negó toda oportunidad para estrenar obras y se prohibó
interpretar sus sinfonías Octava y Novena.
No obstante, en marzo de 1953, el Kremlin hizo pública la
noticia de la muerte de Stalin. Muerto el principal represor de
los artistas soviéticos, apenas unas semanas más tarde
Shostakovich comenzó a trabajar sobre su Décima sinfonía,
en la que el compositor conectó su ingenio; su entorno y
el momento histórico, por lo mismo se le comenzó a
conocer desde aquel momento como la sinfonía del deshielo.
La Décima no tardó en convertirse en todo un emblema
de la liberación.
David
Porcelijn y las notas de Vivaldi, Bach y Beethoven
David Porcelijn experimentado director europeo cuya carrera
se ha desarrollado fundamentalmente en Australia y Tasmania, en
donde es reconocido como un verdadero especialista en el ámbito
de la dirección operística fue invitado a dirigir,
el 11 de abril, el duodécimo concierto de la osx.
Además de la dirección de Porce-lijn, destacaron las
actuaciones de cuatro jóvenes instrumentistas de la Facultad
de Música de la uv, quienes interpretaron el Concierto para
cuatro violines, cuerdas y continuo de Antonio Vivaldi (1678-1741).
Las ejecuciones de Yuri Inti Bullón, Alexan-der Dechnik,
Joanna Lemiszka y Jorge Castillo resultaron altamente satisfactorias
tanto para el director como para los asistentes, pues demostraron
sobre el escenario la preparación con la que cuentan.
El programa de este concierto se complementó con la Tercera
suite en re mayor, bwv 1068 de Johann Sebastian Bach (1685-1750)
y la Sexta sinfonía, conocida como Pastoral, de Ludwig van
Beethoven.
Se dice que en el catálogo de Beethoven las sinfonías
con número impar son las grandes, mientras que
las que llevan el número par son sólo trabajos de
transición hacia las obras portentosas y de mayor aliento.
Las cosas parecen coincidir cuando consideramos que la Tercera fue
precedida por una Segunda que no es mala, pero que palidece ante
el poderío de su compañera. De la misma forma, la
sutil Cuarta se anticipa al arrollador empuje de la Quinta, al tiempo
que la Octava parece ser el respiro que el compositor se toma después
de la Séptima y antes del abordaje de la prodigiosa Novena.
Al considerar lo anterior, supondríamos que la Sexta es una
sinfonía menor. Nada más alejado de la
realidad. Aunque su atmósfera es completamente bucólica
y puede antojarse dulce y apacible en demasía, en la Sexta
sinfonía es posible advertir la formidable genialidad del
maestro para estructurar arquitecturas musicales amplísimas
y vastas, partiendo de sencillas melodías rústicas.
En esta obra, Beethoven se dio la oportunidad de trabajar básicamente
sobre el color orquestal y un sutil juego de cambios de tonalidades.
En este sentido, la partitura contiene momentos verdaderamente geniales,
y uno de éstos lo encontramos en el mismo primer movimiento,
cuando un tema es repetido en crescendo, hasta desembocar en una
inesperada resolución para la cual Beethoven recurrió
a un procedimiento sencillísimo, un simple cambio de tonalidad.
Sólo esto necesitó para lograr un instante único
y maravilloso, una sugerencia de efectos de aire, de vegetación,
de luz y sombras que muchos años después, con los
músicos impresionistas, pudo ser conducida a su última
expresión. El movimiento final contiene procedimientos parecidos,
con una conclusión serena y meditativa, que se antoja tan
necesaria en ese momento como el final apoteósico y grandioso
de las sinfonías Quinta o Novena.
Eclecticismo
musical
La secuencia de conciertos fue interrumpida por el periodo vacacional.
Pero al regreso, la osx presentó otro programa pleno en eclecticismo
y con un listado que parece haber sido ideado para satisfacer tanto
los gustos más exigentes como las inclinaciones propias de
quienes no están habituados a asistir a la sala de conciertos:
la Sinfonietta del jalisciense José Pablo Moncayo (1912-1958),
el Concierto para clarinete y orquesta del estadounidense John Corigliano
(nacido en 1938), con Joaquín Valdepeñas como solista,
y la Quinta sinfonía en do menor de Beethoven.
Valdepeñas es originario de Torreón, Coahuila, y actualmente
se desempeña en la ciudad canadiense de Toronto. Es integrante
de la orquesta sinfónica de aquella ciudad y lleva a efecto
una notable actividad como profesor y recitalista.
De este programa, llamó la atención la obra de Moncayo,
nacido en Guadalajara y fallecido en la Ciudad de México,
quien resulta una de las personalidades más significativas
del movimiento nacionalista mexicano, durante la primera mitad del
siglo xx. Fue discípulo de Eduardo Hernández Moncada,
Carlos Chávez y Cande-lario Huizar. En 1932 se integró
a la Orquesta Sinfónica Nacional como pianista y percusionista;
más tarde se hizo subdirector de la misma y, finalmente,
director titular.
Ubicado dentro de lo que llaman la segunda generación
del nacionalismo mexicano, Moncayo es una de las figuras más
líricas y sencillas, generador de un estilo sonoro tan admirablemente
armonizado e instrumen-tado, que revela de inmediato la influencia
de las corrientes cosmopolitas del neoclasicismo europeo.
En su Sinfonietta obra que, junto con La mulata de Córdoba,
Homenaje a Cervantes, Cumbres y Tierra de temporal, ha sido opacada
por la desmedida celebridad del Huapango Moncayo recurrió
a un procedimiento entonces impensable dentro de los cánones
de la composición nacionalista mexicana: una síncopa
de introducción que suena indudablemente a música
popular estadounidense. Sin embargo, fue una más de las pinceladas
propias del autor en una producción en la que el público
acostumbraba encontrar las más diversas influencias.
Pese a aquel inicio, la Sinfonietta que fue estrenada en el
Palacio de Bellas Artes, el 13 de julio de 1945, en uno de los conciertos
de la Sinfónica de México y con la dirección
del autor mantiene su valor intrínseco como obra de
enorme originalidad e ingeniosamente estructu-rada, con tres movimientos
claramente divididos entre sí (allegro-lento-allegro), pero
interpretados sin interrupción.
Un
concierto para las madres
El 9 de mayo, la osx presentó, bajo la dirección de
Eduardo Diazmuñoz, un concierto dedicado a las madres, cuyo
repertorio estuvo integrado por la Bacanal de la ópera Sansón
y Dalila del francés Camille Saint-Saëns (1835-1921),
el Segundo concierto para piano y orquesta del mismo autor, con
la solista Silvia Susana Jiménez, y un listado de obras de
Johann Strauss hijo (1825-1899), el conocido rey del vals
vienés.
La trayectoria de Diazmuñoz en el campo de la dirección
orquestal ha sido notable desde que debutó a los 22 años
en el Palacio de Bellas Artes de México. A lo largo de su
carrera ha conducido a más de 70 agrupaciones orquestales
en Miami, Madrid, París, Buenos Aires, Chile y Nueva York,
entre otros lugares. En México, sobresale su trabajo con
la Orquesta Filarmónica de la unam, la Orquesta Sinfónica
del Estado de México y la Sinfónica Carlos Chávez;
también destacan las grabaciones que realizó junto
con la Filarmónica de la Ciudad de México.
Silvia Susana Jiménez es originaria de Tuxtla Gutiérrez,
Chiapas. En 1994 se trasladó a Xalapa para continuar sus
estudios de piano en la Facultad de Música. Por su talento,
la Universidad Veracruzana le ha otorgado las becas de Productividad
Escolar, Música de Cámara y de Solistas que representan
a dicha institución. Ha ofrecido diversos recitales en Chiapas,
Veracruz, Yucatán, Quintana Roo y la Ciudad de México.
Para perfeccionar su técnica ha realizado cursos con Istvan
Nádas, Edith Pitch-Axenfeld, Jorge Luis Prats, Robert Hill,
Pascal Rogé y Jorge Federico Osorio, entre otros. En diciembre
de 1998 participó en el IV Concurso Nacional de Piano que
organizó la uv, donde obtuvo el cuarto lugar y mención
especial del jurado. En septiembre de 2002 concluyó, con
alto promedio, la licenciatura en Piano de la Facultad de Música
de la uv.
Homenaje
a Roberto Bravo Garzón
Como un justo reconocimiento a Roberto Bravo Garzón, artífice
de la actividad cultural que ahora se vive en Xalapa y generador
de las condiciones que permitieron la estabilidad financiera de
la Orquesta Sinfónica de Xalapa, esta agrupación presentó
el 16 de mayo un programa compuesto por la suite sinfónica
Redes de Silvestre Revueltas, Primer concierto para corno francés
y orquesta de Richard Strauss (1864-1949), con William VerMeulen
como solista, las Danzas de Galanta del húngaro Zoltán
Kodály (1882-1967) y la segunda suite de la música
para el ballet Dafnis y Cloe de Maurice Ravel (1875-1937).
William VerMeulen es cornista principal de la Orquesta Sinfónica
de Houston desde 1990 y también es miembro de la Houston
Symphony Chamber Players. Además, se desem-peñó
como cornista principal invitado con la Orquesta Filarmónica
de Los Ángeles durante la temporada 1998-1999. Antes de ello,
formó parte de las orquestas sinfónicas de Chicago,
Colón, St. Paul, Honolulu y Kansas City, así como
de la Orquesta de Cámara Orpheus.
En la historia de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, el homenajeado
quien fue rector de la uv ocupa un lugar de primera
importancia, pues logró la incorporación definitiva
de sus integrantes a la casa de estudios. Antes de ello, la orquesta
se mantenía con un presupuesto mínimo, conjuntado
gracias a los esfuerzos de un patronato que penosamente lograba
reunir las cantidades aportadas por personas altruistas interesadas
en la permanencia de la orquesta.
En
un canto se unieron la osx, el mariachi Vargas y Eugenia León
Agrupación centenaria, plena en añeja tradición
musical mexicana e identificada como representante del sonido típico
de la música jalisciense, el mariachi Vargas de Tecalitlán
se presentó junto con la osx y la cantante Eugenia León
el pasado 23 de mayo, en el Gimnasio del Campus Universitario para
la Cultura, las Artes y el Deporte, recinto que registró
un lleno impresionante.
Para darle una nueva imagen a la música vernácula,
el mariachi Vargas, bajo la dirección de Pepe Martínez,
ha buscado interactuar con otros grupos y artistas como la osx,
con la cual participó en el Festival Junio Musical 1997,
así es que ésta no fue la primera vez que Xalapa recibió
la visita del mariachi más grande de América.
El preludio para la zarzuela La revoltosa, del maestro español
Ruperto Chapí, marcó el inicio de la velada, en la
que se interpretaron también las piezas que han dado origen
al estilo denominado el mariachi sinfónico y
que ha vuelto célebre el mariachi Vargas, conjunto formado
por la quinta generación de músicos y con algunos
descendientes directos de su fundador Silvestre Vargas.
Momentos de especial emotividad fueron aportados por Eugenia León,
quien presentó dos temas contenidos en el disco compacto
que grabó con el tenor Ramón Vargas y la Filarmónica
de la Ciudad de México, además de dos canciones junto
con el mariachi.
La velada resultó, pues, una sucesión variada y casi
interminable, incluyendo fragmentos de la zarzuela La boda de Luis
Alonso de Jerónimo Giménez, canciones de Pepe Guízar,
huapangos y, como un especial obsequio para los asistentes, el célebre
Violín huapango, creación del propio Pepe Martínez,
que el titular de la osx, Carlos Miguel Prieto, definió como
una de las escasísimas obras que permiten el verdadero diálogo
entre el mariachi y la orquesta sinfónica.
El
sinfonismo beethoveniano
Con el fin de hacer sonar las obras menos difundidas de Ludwig van
Beethoven (1770-1827) las oberturas Leonora números
1 y 2, y las sinfonías Primera y Segunda, la osx, dirigida
por Carlos Miguel Prieto, presentó su último concierto
de mayo.
No resulta extraño que en la obra orquestal de Beethoven,
al considerar las sinfonías trascendentes, las famosas oberturas
y los conciertos con instrumentos solistas, dejemos de lado una
buena cantidad de creaciones. Piezas que ideó como música
incidental para la escena, música para ballet, marchas, poemas
sinfónicos aparecen a la vista del escrutador sin despertar
más que un poco de curiosidad, excepto para quienes se interesan
en profundizar en torno al desarrollo del joven y talentoso que
llegó a convertirse en uno de los grandes maestros de la
música clásica
Es interesante advertir que el sinfonismo beethoveniano procede
directamente del estilo clasicista de Mozart y Haydn. Beethoven
no aumentó considerablemente la formación de instrumentistas
y puede afirmarse que la misma orquesta que Mozart exige para La
flauta mágica o Don Giovanni podría utilizarse para
la interpretación de la mayor parte de la obra instrumental
de Beetho-ven, con la salvedad de algunos detalles menores, como
el corno adicional para la Heroica o los dos cornos y dos percusionistas
para la Novena. Lo mismo aplica para la orquesta que Beethoven ideó
para la ejecución de su Fidelio.
Pero si desde este punto de vista Beethoven no fue mucho más
lejos que Mozart y Haydn, otro asunto muy distinto es el tratamiento
de la instrumentación. En Beethoven, sus contemporáneos
encontraron una formidable tensión procedente del pentagrama,
desconocida hasta entonces y sorprendente por su atlética
fuerza. Las ideas matrices generadas se contraponen o se complementan
para el logro de un plano sonoro que, para su proyección,
exige de un resorte impulsor de mucho mayor poderío que el
exigido por los compositores clásicos. Las exigencias individuales
también variaron considerablemente. Nunca es lo mismo para
un clarinetista de fila, un fagotista o un ejecutante de corno francés
tocar la engañosamente sencilla melodía
de un Mozart, que abordar las complejidades técnicas que
propone Beethoven en cualquiera de sus composiciones.
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