|
El
violín fue para Ingres lo que la escritura es para mí,
afirma José Luis Cuevas, quien no sólo ha utilizado
las artes plásticas para expresarse, sino que también
ha adoptado la escritura como medio para reconstruir y mostrar su
mundo interior. Acerca de esta tendencia y de otros temas que emergen
de su bitácora de vida y obra
como la muerte, la nada, la religión, la felicidad,
el amor, la infancia y, por supuesto, el proceso creativo- habla
el pintor, cuya calidad artística y tendencia protagónica
lo han convertido en uno de los creadores más importantes
y controvertidos de nuestro país.
Sobre
sí mismo, José Luis Cuevas ha
tejido innumerables historias, cuyas madejas se entrelazan con los
lienzos del arte, la creación, las raíces, las creencias,
la mujer, el amor
de manera que, como la mítica Pandora,
ha dejado escapar de su caja personal las pasiones, el egocentrismo,
las obsesiones, la demencia, el sufrimiento y la muerte; pero, a
diferencia de aquel personaje mitológico, Cuevas ha dejado
que también salga lo que de benévolo tiene la vida.
Ciertamente, el pintor no necesita las voces de los críticos
porque con su propio eco ha podido dar cuenta de su vida y su obra.
Las autobiografías Cuevas por Cuevas (1965), Cuevario (1973)
y Gato macho (1994), además de otros libros como Confesiones
de José Luis Cuevas (1975) y Cartas a Bertha. Historia de
un amor loco (1999), constatan la necesidad del artista de descorrer
el velo que lo cubre, o quizá de alimentar su tendencia narcisista.
Adolfo Castañón lo afirmó: José
Luis Cuevas no es, desde luego, el único pintor mexicano
que escribe, Siqueiros, Orozco y Rivera han sabido también
ser grandes elocuentes. Pero es sin duda el más fecundo y
prolífico comentarista e historiador de sí mismo.
No sólo eso, a estas alturas ya se puede sostener que lo
que (lo) lleva a la escritura es una vocación al menos tan
poderosa como la vocación artística y plástica
La pulsión de la autobiografía y del autorretrato
recorre tanto la obra escrita como la obra dibujada, grabada, cincelada,
esculpida o fraguada por Cuevas, y en ambos terrenos se da una teatralización
del narcisismo.
No obstante, el crédito no sólo es del artista, pues
a su obsesión de hablar sobre sí mismo, debemos sumar
la tendencia de otros autores de escribir acerca del universo personal
y plástico de Cuevas, tendencia que surgió casi simultáneamente
con la aparición de los primeros trazos y desplantes del
dibujante mexicano. Numerosos ensayos, textos, críticas,
artículos, relatos y poemas creados por escritores
mexicanos, latinoamericanos, europeos, estadounidenses y más
forman parte también del inmenso rompecabezas que desde hace
décadas José Luis empezó a armar, por lo que
es lógico suponer que a esta estructura le faltan ya muy
pocas piezas.
Según el autor de La Giganta, prácticamente se le
ha cuestionado todo, al tiempo que ha confesado y escrito todo;
sin embargo, admite que para hablar de sí mismo y de su trabajo
artístico es insaciable, además de que reconoce que
en su caja negra aún hay historias grabadas que no han sido
expuestas a la luz pública. Por otra parte, sabe que el tiempo
mucho de lo que somos y de lo que vemos transforma, por lo que quizá
aquello que repudió en el pasado es ahora una necesidad,
aquello que adoptó hoy forma parte del olvido o aquello que
amó y admiró es actualmente un recuerdo
Son
pues estos nuevos juicios, sentimientos, condiciones y percepciones
sobre temas vitales, además de algunos vestigios de la memoria,
lo que nos revela en la siguiente conversación José
Luis Cuevas, quien visitó la ciudad de Xalapa para inaugurar
en la Galería Universitaria Ramón Alva de la Canal
su exposición Obra Gráfica (1962-2002), la cual fue
exhibida durante abril y mayo.
A lo largo de los años innumerables críticos, literatos
y periodistas, entre otros, han escrito y opinado acerca de su vida
y obra. ¿Se ha dicho lo suficiente? ¿Existen preguntas
no formuladas, cuyas respuestas quieren salir de José Luis
Cuevas?
Me imagino que resulta difícil hacerme una entrevista y formularme
preguntas nuevas, porque prácticamente se me ha cuestionado
todo. Incluso, hay libros de entrevistas extensas; el más
conocido es Confesiones de José Luis Cuevas, de Alaíde
Foppa, quien
ya murió.
No obstante, soy insaciable en eso de hablar de mí y de reunir
opiniones y textos que traten sobre mi vida o mi trabajo. Hace poco
tiempo Conaculta editó dos tomos que incluyen una compilación
de lo que han escrito acerca de mí los escritores, no los
críticos de arte, y de éstos aparecen prácticamente
todos los mexicanos como Carlos Fuentes, Octavio Paz y Carlos
Monsiváis, entre otros, excepto Juan Rulfo, pues además
de que realizó sólo dos libros, nunca escribió
sobre artes plásticas.
También están contenidos textos de otros autores latinoamericanos
y europeos, entre ellos Mario Vargas Llosa, Alejo Carpentier y André
Pieyre de Mandiargues. La lista de nombres es larga, son aproximadamente
90 escritores y 120 textos reunidos por Luis Eduardo Cabrera, quien
en la Biblioteca del Museo José Luis Cuevas se dedicó
a revisar libros, revistas y otras publicaciones. El resultado de
toda esta labor se tituló José Luis Cuevas visto por
los escritores.
Hay otro libro integrado por poemas que me han dedicado autores
como Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Marco Antonio Montes
de Oca, Homero Aridjis
en fin, casi todos los poetas mexicanos,
con excepción de Sabines. De tal suerte que esta publicación
es la suma de las creaciones poéticas realizadas bajo el
influjo de mi trabajo plástico: las artes plásticas
nutren a la literatura y viceversa.
A
pesar de la cantidad de datos incluidos en esa bitácora de
vida y obra, quizá haya algo aún no revelado, porque
cada ser humano tiene una caja negra. ¿Qué existe
en la caja negra de Cuevas?
Tal vez haya algo de información no expuesta a la luz pública,
pero es poca, ya que, además de lo que han dicho sobre mí
narradores, poetas, críticos, etcétera, yo he escrito
una gran cantidad de notas periodísticas, llamadas también
Cuevarios, que son autobiográficas. Soy un obsesivo de las
autobiografías; por lo tanto, el que más ha hablado
de Cuevas soy yo. Prácticamente no han quedado cosas guardadas
o censuradas
casi todo lo he dicho con una actitud a veces
descarada.
¿Dejó
de escribir después de la muerte de su esposa?
No, seguí escribiendo los Cuevarios, pero puse a descansar
la novela que tengo en proceso. Lo que dejé de hacer en forma
definitiva fue retratarme todos los días, pues era un proyecto
que llevé a cabo siempre contando con la complicidad de Bertha,
y el cual imaginé culminaría con mi muerte,
pero ella falleció primero.
Entonces,
siguió publicando
Así es, seguí haciéndolo semanalmente. Entonces,
cambié de casa, dejé el Excélsior y me fui
a El Universal. En ese momento le di un giro distinto a mis textos,
ya que durante el primer periodo los Cuevarios no tenían
un orden cronológico, sino que los escribía conforme
la memoria me lo permitía y conforme los recuerdos me llegaban.
Desde el inicio de la segunda etapa escribo una especie de diario
en el que incluyo todo lo que me sucede durante la semana, y todo
es todo, no hay una selección, todo tiene importancia, desde
un encuentro con alguna persona hasta una conversación telefónica.
Tengo la costumbre de anotar el tema de la conversación mientras
hablo por teléfono, pero en esos momentos también
tengo el hábito de hacer dibujos en mi cuerpo, como si fueran
tatuajes efímeros.
El tatuaje es una forma de expresión que también me
ha interesado, aunque nunca me he tatuado. Cuando dejé México
(en 1976) y me fui a vivir a París con toda la familia tuve
la ocurrencia de tatuar mujeres con dibujos míos; por supuesto
yo no las tatué sino que lo hizo un tatuador profesional.
Para ello, en una galería de Polanco, se expuso una serie
de autorretratos míos, con el fin de que las mujeres escogieran
uno solamente, nadie repitió el diseño porque eran
piezas únicas.
Todo esto se realizó con la idea de ver cómo mi imagen
se envejecía conforme envejecían las modelos, pero
no las he vuelto a ver; ya han pasado más de 25 años
y lógicamente han envejecido junto conmigo. También
lo hice para despedirme de México y como un acto de amor
hacia las mujeres; por eso sólo tatuamos mujeres mexicanas.
De hecho, el día del evento apareció una persona que
quería ser tatuada, pero por su acento reconocí que
era francesa, por lo que le recomendé que viajara a Francia
para dibujarla allá.
¿Una
vez tatuadas expusieron a las mujeres, es decir las exhibieron como
si fueran obras de arte? Lo pregunto porque con las ideas excéntricas
que usted tiene lo
creo factible.
Eso hubiera sido espléndido, pero esa idea, que me parece
estupenda, no se me ocurrió. Existe la posibilidad de hacerlo
en este momento si pudiera reunirlas, si investigara dónde
están, si pusiera un anuncio y las convocara.
A
propósito del paso del tiempo, ya han transcurrido cerca
de 30 años desde que Alaíde Foppa lo cuestionó
acerca de la muerte, la vejez, la enfermedad, el tiempo, Dios, la
nada y la gloria póstuma, además de la familia, el
amor, la mujer, el arte y México. ¿Los sentimientos
y los juicios que usted externó en ese entonces sobre dichos
temas han sufrido modificaciones?
Yo debería releer el libro de Alaíde, pues obviamente
no lo recuerdo todo. Sin embargo, creo que mi percepción
sobre esos temas vitales ha cambiado debido a que el transcurrir
de los años provoca transformaciones no sólo físicas,
sino también de otro tipo, aunque por ser tan obsesivo quizá
haya cosas que prevalezcan y que tengan que ver con mi presente.
En ese entonces, la muerte era una obsesión no sólo
por el hecho de que siempre me ha seguido sino porque en ese periodo
estaba muy enfermo y pensaba que iba a morir ese año, en
1973, cuando falleció Picasso. Incluso, en una entrevista,
no en la que Alaide me hizo, afirmé: 1973 será
el año de la muerte de Picasso y el de mi muerte, pero
ocurrió la primera mas no la segunda. De tal manera que cuando
eso sucedió, me asusté muchísimo y pensé
que así como había acertado en la primera predicción
acertaría en la segunda; no obstante, sigo vivo.
Ha
afirmado que desde la niñez la muerte ha sido una presencia
constante, incluso anticipó la suya en varias ocasiones.
¿Qué piensa acerca de ella hoy que ha vivido durante
69 años y que ha
padecido el deceso de quienes ha admirado y ha querido?
Hoy, mi idea sobre este final inevitable es otra, puesto que ya
no siento la muerte próxima; además se me ha dicho
que soy longevo y que voy a vivir muchos años más.
No obstante, el temor de que mi corazón esté dañado
me ha acompañado desde que era niño. Cuando tenía
10 años permanecí en cama mucho tiempo, pues de acuerdo
con el diagnóstico del cardiólogo padecía de
fiebre reumática, enfermedad que, según un aforismo
médico, lame las articulaciones y muerde el corazón.
De ahí que viva con la preocupación mas no con
la obsesión de que muera en cualquier momento. Lo que
sí me angustia es fallecer de una muerte repentina, ya que
quien muere de una enfermedad prolongada, de alguna manera se va
desarraigando poco a poco de la vida. En cambio, es aterrador pensar
que de un golpe te arranquen la vida y, con ello, tus proyectos.
Nadie
tiene la certeza, pero muchos opinan, incluso usted lo ha hecho,
que después de la muerte está la nada. ¿Ésta
sigue siendo una idea que lo aterroriza?
Sí, eso todavía me sigue angustiando, aunque últimamente
he tratado de aferrarme a ciertas ideas religiosas que me sirven
de apoyo para pensar en que la vida tiene una prolongación
más allá de la muerte y en que la nada angustia y
tortura a los que son ateos, a los no creyentes.
¿Esa
creencia de un Dios
realmente es genuina o es una necesidad de asirse de algo para no
enfrentar la nada? Es decir, ¿cree en Dios por amor o por
conveniencia?
El interés o la conveniencia nos arrastran más que
el amor genuino. No a todos, pero sí a la mayoría,
y lo digo porque yo tengo una hermana monja para quien la vida no
es más que un tránsito para llegar al encuentro con
Dios. Su fe elimina la angustia que muchos padecemos ante la idea
de morir.
Recuerdo que cuando Bertha murió se reunieron varios amigos
en mi casa, quienes se mostraron realmente compungidos; incluso,
yo llegué a llorar a pesar de que nunca lo hago
¿Porque
se reprime o porque verdaderamente le cuesta mucho trabajo?
Por el hecho de haber tenido un padre machista que decía
que los hombres no lloraban, lo cual es absurdo debido a que los
hombres, igual que las mujeres, también sentimos y sufrimos
En fin, aquel día vi a mi hermana muy serena y le pregunté
que por qué no lloraba; ella me contestó que no había
razón pues tenía la seguridad de que Bertha estaba
ya con Dios.
En ese entonces empecé a ser visitado por muchas tanatólogas,
pero lejos de tranquilizarme me dejaban más angustiado, y
en las noches no podía dormir por todas las cosas que me
decían; además, sentía una terrible soledad,
de esas soledades que te deja el hecho de saber que aquella persona
amada se ha ausentado definitivamente. Sin embargo, después
del tiempo transcurrido, volví a descubrir el amor y, con
ello, estoy iniciando una nueva etapa.
Eso
es importante para su vida y también para su trabajo, porque
el amor motiva a crear.
Definitivamente, es uno de los impulsos más importantes para
los artistas.
¿Algún
consuelo le deja saber que, a través de su obra, Cuevas estará
presente aun después de su muerte?
No, eso realmente me tiene sin cuidado. Lo importante es lo que
vemos, hacemos y creamos en esta vida.
Apoyados
por los retratos de José Luis Cuevas podemos indagar en su
rostro parte de su personalidad y suponer algunas de sus obsesiones,
pero cuando Cuevas se posa frente a un espejo qué descubre,
qué le sorprende, qué le conmueve de él mismo.
Definitivamente sigo observándome de manera obsesiva. En
el estudio hay varios espejos en los que me observo todas las mañanas,
y me dibujo porque soy el modelo que tengo más a mi alcance.
Así inicio las labores del día, dibujándome
Pero cuando me enfrento al espejo lo hago con la intención
de detectar mi estado de ánimo, ya que éste puede
cambiar. No se puede estar feliz todos los días, ni triste
ni depresivo, pues tales estados aparecen y desaparecen fácilmente
por diversas razones. Lo que sí creo es que los estados depresivos
son más frecuentes que los sentimientos de felicidad.
¿Recuerda
algún momento de felicidad intensa?
Sí, acababa de exponer en Nueva York y caminaba por la Quinta
Avenida. Era un día agradable pues empezaba el invierno pero
aún no caía la nieve; de pronto fui descubriendo que
en cada puesto de periódicos había un diario o una
revista en los que hablaban de mí. Los comentarios eran elogiosos;
por tanto, conforme daba un paso me decía aquí
estoy, aquí se habla de mí, aquí estoy fotografiado
,
y eso me llevó a un estado de exaltación y de enorme
alegría. Ese día siempre lo recuerdo como uno de los
más alegres, aparte de los días de mi infancia, cuando
jugaba o iba a la playa.
Considero que los momentos de felicidad pueden aparecer también
cuando surge una idea que consideras brillante para una obra que
vas a realizar, pero más que de felicidad son instantes de
plenitud, los cuales pueden presentarse en el proceso de creación.
Creo que al escribir un poema o realizar una obra de arte, el artista,
inmerso en un estado de plenitud, establece una comunicación
con algo o con alguien; no me refiero a los espectadores ni a los
compradores de obra ni a los críticos, sino al diálogo
fantástico que se mantiene con Dios: dibujar o crear es una
forma de dirigir una oración al ser supremo.
¿Las
experiencias vividas en la infancia, etapa en la que padeció
la enfermedad, la muerte y la represión paterna, nutrieron
parte de su mundo plástico?
Sí, definitivamente. Mi obra revela, de alguna manera, aquellas
situaciones que viví cuando era niño, situaciones
de enfermedad, de tristeza ante la pérdida de los seres amados,
de soledad
Recuerdo que, siendo muy chico, mi abuelo murió
y eso me provocó un sentimiento profundo de soledad, pues
era un hombre muy bueno y nos llevábamos muy bien con él.
Después de su fallecimiento, cuando regresamos a su casa
y vi su cama como deshabitada, sentí por primera vez el vacío
que deja la ausencia de alguien que amas, al tiempo que empecé
a adquirir conciencia de lo que era la muerte. Pero también,
por vez primera pensé que Dios no existía, cosa rara
en un niño.
También la literatura ejerció una gran influencia
en mí, ya que de niño y de adolescente fui buen lector.
Cuando tenía 16 ó 17 años empecé a frecuentar
hospitales y prostíbulos, en los que había personas
que relacionaba inmediatamente con personajes literarios; por ejemplo,
en los rostros de las prostitutas veía la cara de Sonia,
de Crimen y castigo, o retomaba algunos elementos que Julián
Sorel, de Rojo y negro, utiliza para abrirse camino de manera un
tanto oportunista; claro, en mi caso no se ha dado el oportunismo
pero sí la búsqueda de la notoriedad, del reconocimiento
y del éxito.
En los manicomios dibujaba a los locos y en los hospitales a los
enfermos. Una vez, en el Hospital General, me acerqué para
observar y dibujar a un hombre que agonizaba, y cuando estaba trazando
el retrato del enfermo vi el rictus de la muerte y supe inmediatamente
que había fallecido. Ese momento fue muy especial porque
pude captar la línea que divide la vida de la muerte; incluso
hubo un cambio dentro del dibujo, ya que en él no sólo
quedó expresada la agonía, sino también el
deceso. Más tarde aparecieron el médico y las enfermeras,
quienes le cerraron los ojos, lo cubrieron con una sábana
y me informaron lo que yo ya sabía.
¿Algún
día Cuevas se permitirá sustituir lo grotesco por
lo bello, el claroscuro por el color, la miseria por el gozo, el
infortunio por la ventura
?
Sin duda es difícil predecir eso. No es fácil saber
qué es lo que voy a hacer en el futuro o qué cambios
se van a dar en mi trabajo creativo. Hay quienes descubren el paraíso
cuando envejecen, y ello les da la oportunidad en el caso
de los artistas de darle un giro a su obra. Por ejemplo, Matisse,
quien de alguna manera en su obra siempre reflejó lo que
los franceses llaman joie de vivre la alegría de vivir,
cuando envejeció desarrolló temas aun más alegres.
Quizá esto ocurra debido a que el hombre, al sentir la muerte
próxima, descubre un estado de plenitud muy cercano al paraíso.
El
inconsciente nos tiene reservados muchos desconciertos, asombros
y sobresaltos allá donde la conciencia no los espera. ¿Se
ha sorprendido alguna o muchas veces por lo que ha creado sí
con la línea, sí con la mano, pero no con la razón?
Creo que sí interviene la conciencia en el proceso creativo,
aunque, ciertamente, a veces al artista lo asalta un automatismo
y las cosas aparecen como si estuvieran dictadas por alguien, como
si una fuerza externa dirigiera su mano, de tal manera que los resultados
se van construyendo con extraordinaria facilidad. Eso es fantástico,
porque a veces nada funciona, las cosas no salen, no se puede hacer
nada, aun cuando el creador tiene habilidad y facultades ya demostradas.
Pero cuando surge ese automatismo
que practicaban mucho los surrealistas la obra se realiza
con suma destreza, sin concentración y el resultado siempre
es bueno.
Ahora, te digo que sí hay conciencia debido a que yo casi
siempre trabajo con temas predeterminados que voy desarrollando
en diferentes obras; ése es mi método. Por tanto,
sí es una labor hecha con el más absoluto conocimiento.
Pero,
a veces, en los resultados ¿no descubre algo que le es extraño
o desconocido?
Sí, ése es otro de los misterios de la creación.
Efectivamente, muchas veces cuando quieres realizar algo, por ejemplo
dibujar un personaje que viste en la calle al dar un paseo, por
alguna razón no puedes hacerlo, pero sigues trabajando, y
en ese lapso puede surgir, sin proponértelo, algo que viste
hace años en algún sitio donde estuviste, o en los
sueños, porque éstos también nutren la obra
artística. Eso sí sucede, es decir, que una imagen
se imponga sobre lo que quieres dibujar.
Con
su inclinación por ser reconocido, causar polémica
y estar en la escena pública, ¿ha respetado la autonomía
de su obra, ha dejado que su producción plástica hable
por sí misma?
Claro, lo más importante es lo que voy creando como artista,
pero al mismo tiempo no desecho la publicidad o el hecho de convertirme
en una figura pública, pues, definitivamente, eso forma parte
de mi personalidad, además de que no afecta la obra.
Por otra parte, a lo largo de los años he sentido la necesidad
de estar explicando lo que hago, es decir, si la imagen no es suficientemente
elocuente considero imperioso hablar por ella: mi obra es el reflejo
de las experiencias que he vivido; por tanto, debo hablar de ellas
para facilitar la comprensión y la interpretación
que se haga de mi trabajo. De ahí mi obsesión por
los textos autobiográficos.
¿Qué
impulso lo orilló a expresarse a través de la escritura,
si ya tenía de su lado a las artes
plásticas?
Un creador puede expresarse a través de muchas formas. A
eso los franceses lo llamaban el Violín de Ingres, ya que
Ingres no sólo fue uno de los más grandes dibujantes
del siglo xix, sino que también fue violinista: después
de sus jornadas de trabajo como pintor tocaba su instrumento. De
tal suerte que el violín fue para Ingres lo que la escritura
es para mí.
Además
del cine y de la literatura, ¿existe un nexo entre su obra
con otras artes, como la arquitectura, la música, la danza
y el teatro?
No. He hecho trabajos para teatro, pero no creo que eso haya obedecido
a un interés profundo por esta disciplina. También
he realizado escenografías para ballets en Nueva York; sin
embargo, no dejan de ser trabajos por encargo. La música,
de alguna manera, también es importante para mi proceso creativo,
la escucho mientras trabajo. Pero, definitivamente, las mayores
influencias en mi obra han sido la literatura y el cine.
A
corto plazo, es seguro que ha hecho más daño que bien
al desarrollo de la plástica mexicana, sobre todo a la generación
actual de jóvenes que ven en los desplantes públicos
de Cuevas (
) un ejemplo a seguir, afirmó Ida
Rodríguez Prampolini. ¿Qué opinión le
merecen estas líneas?
No estoy de acuerdo con Ida en lo más mínimo. Yo creo
que he hecho más bien que mal, porque muchas de las tendencias
del arte actual en México quizá no hubieran existido
sin mi presencia. Incluso las expresiones que aparentemente pudieran
estar más distantes de mi trabajo
como las instalaciones y otros productos que surgen del arte
conceptual, y digo aparentemente porque eso yo lo hacía
desde hace mucho tiempo, por ejemplo, el mural efímero, el
tatuaje de mujeres, la muestra Signos de vida en la que expuse mi
semen, el electrocardiograma tomado durante las relaciones sexuales
todo eso me acerca mucho a lo que hacen actualmente.
¿Cuál
ha sido, entonces, la mayor aportación que José Luis
Cuevas le ha dado al arte mexicano?
Más que nada una renovación del lenguaje figurativo
y una visón distinta de la conducta de los seres humanos,
ya que pude interpretar la conducta humana desde un enfoque distinto.
Porque mi obra es expresionista, aunque no soy un seguidor fiel
del expresionismo alemán o del expresionismo mexicano; menos
aún de la pintura de contenido político o de contenido
folclórico, como es el caso de Diego Rivera.
¿Está de acuerdo en que otros artistas retomen de
la obra de Cuevas lo estrictamente necesario para crear un lenguaje
propio?
Sí, todos los creadores salen de otros artistas, eso lo decía
Picasso; lo importante es que eviten copiar lo que otros hacen.
Por ejemplo, aunque Picasso haya hecho variaciones sobre la obra
de Velázquez, de Ingres y de Delacroix, siempre reconoceremos
su obra, porque es inconfundible, porque Picasso es Picasso. De
hecho, él más que contemplar la realidad era un observador
de la pintura de diferentes épocas, pues le apasionaba el
arte, y no visitaba muchos museos, sino que veía reproducciones
de obras de arte.
Yo tampoco soy muy afecto a ir a los museos, por lo que cada vez
que Bertha me invitaba a ver una exposición me negaba y mejor
le pedía que comprara el catálogo. Uno, a través
de los libros, puede tener sus museos en casa y, con ello, evitas
caminar entre
multitudes.
¿Qué
opina de los movimientos vanguardistas en cuyas bases está
ausente el dibujo?
El problema radica en que, en la actualidad, los jóvenes
prácticamente han eliminado las materias tradicionales; ya
no dibujan pues para ellos no es importante. Bueno, esta tendencia
surgió con el dadaísmo en Europa, después de
la Primera Guerra Mundial. En 1917, Marcel Duchamp expuso en el
Salón de Artistas Independientes de Nueva York no una escultura,
sino un urinario (su famosa Fontana), al cual llamó
ready-made el objeto ya hecho. Esto no significaba que
Duchamp no supiera dibujar o pintar, porque antes del dadaísmo
lo hacía con verdadera maestría. Y así como
él, todos los que formaron parte de ese movimiento artístico
tuvieron ideas innovadoras, pero también talentos comprobados.
En México, para conmemorar un año más del museo
José Luis Cuevas, presentamos una exposición fue
la última que organizó Bertha, por cierto llamada
Homenaje al lápiz, que fue como la muestra de que con un
simple lápiz y un pedazo de papel se puede inventar un mundo
y de que, con talento, no es necesario recurrir a la tecnología
moderna y sofisticada (cabe señalar que yo soy incapaz de
manejar una computadora). Con ello, no quiero decir que estoy en
contra de la tecnología. Sé que tanto con un lápiz
como con una computadora se puede inventar y crear algo. También
sé que lo importante es el artista, no el instrumento.
¿No
cree que muchos artistas o seudo artistas esconden su talento y
su inhabilidad para dibujar detrás de esas tendencias vanguardistas?
Por supuesto que sí. Creo que muchos de estos artistas, sobre
todo del ámbito mexicano, no están capacitados. Lo
que pasa es que han descubierto el arte y les parece algo verdaderamente
maravilloso, pero no tienen talento; además, la mayoría
de los pintores de vanguardia y de los instalacionistas han transformado
la imagen del artista; parecen más yuppies, hombres de negocios
exitosos, que otra cosa. Claro, cuando tienen talento el atuendo
no importa.
¿Cuál
es su apreciación en torno a las nuevas tendencias que pueblan
el arte de este siglo como la instalación, el arte objeto
y el performance?
Esas formas de expresión tienen valor siempre y cuando quien
las realice tenga talento. Por ejemplo, en México hay un
grupo de artistas con propuestas interesantes, se llama Semefo que
es el acrónimo de Servicio Médico Forense y
suele trabajar con cadáveres. Definitivamente, sus integrantes
tienen un talento excepcional.
¿Cree
que actualmente exista un movimiento plástico importante
en algún lugar de nuestro país, que logre trascender
y sumarse a la historia del arte mexicano?
En México siempre ha habido una vocación extraordinaria
para las artes plásticas y en la historia del arte mexicano
están registrados muchos nombres, por lo que pienso que en
cualquier momento puede surgir un gran artista que nos sorprenda,
que haga grandes aportes. Por el momento siento que, salvo pocas
excepciones, el panorama plástico mexicano es bastante pobre
y bastante repetitivo, y lo digo porque muchos creadores se dedican
a copiar las tendencias europeas o de Nueva York.
A
muchos nos interesa saber si José Luis Cuevas valora, aprecia
o bien critica el trabajo de algún o de algunos artistas
jóvenes mexicanos o extranjeros que produzcan en nuestro
país.
Considero que hay algunos importantes como los que forman
parte del grupo Semefo, con quienes quizá me sienta identificado
debido a que también trabajé con cadáveres
y con el tema de la muerte, pero no quisiera mencionar sus
nombres pues podría olvidar algunos. Sin embargo, sí
te puedo decir que hay artistas talentosos y, sobre todo, grandes
vocaciones.
Alguna
vez afirmó que México era su enfermedad, que lo asfixiaba
y que no pensaba volver. ¿Qué lo hizo regresar, qué
lo motiva a vivir en este país?
Vivo en este país porque realmente no puedo prescindir de
él, lo necesito, es como un estimulo para mi trabajo creativo.
En París residí mucho tiempo y en ese periodo viajé
por varias partes de Europa, pero de pronto surgió ese sentimiento
de nostalgia, de necesidad de la tierra donde nací, porque
aquí están las raíces, los afectos, lo propio
por eso vivo en México. Tengo necesidad de mi país.
|