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En
aquel entonces se tenía la idea de hacer grandes empresas
de estudio, formar profesores y crear nuevos programas. Hoy
ese impulso se ha desvanecido. En la mayoría de nuestros
centros, una idea equivocada del quehacer científico separó
la investigación de la enseñanza, de modo que la primera
no apoya más ni renueva a la segunda, mientras la investigación
camina sin brújula, sin programa, sin metas
y se abandona
a los impulsos individuales de cada investigador.
En las décadas de los setenta y ochenta se perdieron los
antiguos niveles de rigor y excelencia académica y, lamentablemente,
fueron sustituidos por prácticas populistas, ideológicas,
gremiales o burocráticas. Pero, hoy, lo más alarmante
es la ausencia de crítica a las propuestas y la consiguiente
imposición de sus contenidos ideológicos en los programas
de estudio, en la investigación y en la docencia.
Sobre la producción de los textos de historia, Florescano
Mayet señaló que hay un fenómeno que llama
la atención: de 1940 a la fecha se han publicado más
obras históricas que en todos los periodos anteriores como
consecuencia de la multiplicación de las instituciones o
las revistas; en una proporción semejante aumentaron las
tesis de los historiadores y aún más las reuniones,
los congresos y los simposios. Pero ocurre que la mayor parte
de tal producción está representada por estudios especializados
que sólo leen los mismos profesionales de la historia y sus
estudiantes. No se produce más historia para más lectores,
como lo prueba el hecho de que la institución académica
mexicana tiene el récord mundial de almacenamiento de libros,
pues la mayoría no se vende.
Al hacer un recuento de los principales sucesos de la investigación
histórica, apuntó que en la década de los cuarenta,
los fundadores de las instituciones quisieron encauzar las tareas
educativas a través de seminarios con programas de corto
y mediano plazo, idea que acabó pulverizada por los intereses
particulares de los investigadores, y en los setenta y ochenta se
impusieron distintos proyectos individuales como equivalentes al
programa institucional. Desde entonces, ya no hay un plan
concertado por el conjunto de los estudiosos y ajustado a las necesidades
de la investigación, de los alumnos, de la enseñanza
y de la investigación histórica del país o
de las demandas del futuro inmediato.
Para Florescano, otro de los problemas que enfrentan estos estudios
es la casi nula comunicación entre los investigadores y las
diversas corrientes e instituciones que convergen en el campo de
la historia mexicana, y como ejemplo mencionó que los expertos
dedicados a la etnología casi nunca leen lo que se hace en
la historiografía social, económica o política.
Quizá la mayor crisis intelectual que hoy vive la disciplina
de la historia radica en su incapacidad para ofrecer a la nación
una historia de la nación, dividida como está en tantas
parcelas como hay historiadores o corrientes.
Se mostró preocupado por la falta de responsabilidad colectiva
para enfrentar los desafíos de la profesión, y reconoció
que los investigadores y profesores sólo se unen para homologar
salarios y prestaciones, no para fortalecer las instituciones o
alentar la productividad, la investigación, la docencia y
la calidad. Pero quizá el drama mayor que enfrenta la institución
académica mexicana, dijo, es su envejecimiento y su obsolescencia,
con una combinación siniestra de crisis económicas,
crecimiento de la población y disminución de los ingresos
a la enseñanza. Nuestras instituciones científicas
más importantes están amenazadas de muerte a corto
plazo porque el mal que las corroe está volviendo obsolescente
a su personal y sus conocimientos.
Frente a tal panorama, qué van a hacer los historiadores,
los estudiantes y, sobre todo, las instituciones nuevas que se están
creando en los estados. Ésta es la pregunta, la gran
interrogante, la encrucijada que van a vivir ustedes, profesores
y estudiantes de historia en los próximos años,
concluyó Enrique Florescano.
Al IV Encuentro de Estudiantes de Historia del Altiplano Central
en el que investigadores de diferentes instituciones desarrollaron
temas como historia oral, prensa y revolución, arte e historia,
teoría y filosofía de la historia, mentalidades y
vida cotidiana, historia y antropología, economía
y política, historia y educación, así como
vida cotidiana en el México virreinal asistieron cerca
de 250 estudiantes de diversas universidades del país.
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