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Nuestro
artista invitado
La vocación erótica de
Rogelio Cuéllar
José
Luis Rivas
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Sin
duda, al hacer de la sexualidad un absoluto, el hombre la ha liberado
de la perpetuación de la especie como su sentido último
y como su solo destino. Así la sexualidad pasó a ser
un fin en sí misma, al modo en que la gastronomía eleva
al plano superior a la función alimenticia. Cuando la
moral victoriana apunta Michael Tournier condena todo
acto sexual que se realice al margen de las condiciones y del objetivo
de la procreación, contra lo que arremete en el fondo es contra
el erotismo.
La procreación está sujeta a estrechas limitaciones
de tiempo y de espacio. En sentido estricto añade
Tournier, un padre de familia de tres hijos no tendría
por |
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Rogelio
Cuéllar ha realizado y participado en más de 80 exposiciones
individuales y colectivas en países de América latina,
Estados Unidos y Europa. |
qué
haber hecho el amor más de tres veces en su vida, y eso, además,
suponiendo ¡que no haya sido padre de gemelos! Pues bien, un
hombre tiene entre 5 000 y 10 000 eyaculaciones a lo largo de su vida,
y es, junto con el cerdo, el único animal que hace el amor
en toda temporada. Estas meras cifras ponen de relieve la impostura
de la moral victoriana y la irreprimible vocación erótica
del hombre.
Cierto, el erotismo posee un poder de irradiación que alcanza
a todos los dominios. Si hay un imperialismo OjAlah George Bush
y sus secuaces lo supieran, este es el panerotismo: el imperialismo
erótico. Todas las vías le son propicias. Saca ventaja
incluso de los mismos obstáculos que le oponen el odio mórbido
y el miedo al sexo, sucedáneos de la moral en el plano social. |
Entre
los medios expansores del erotismo avasallante, la fotografía
ocupa un lugar de privilegio. Ya la imagen pictórica, la esculpida
y luego la impresa, eran portadoras de una intensa carga erótica.
Con la fotografía, la distancia entre el modelo y el espectador
se reduce considerablemente. El valor creativo de esta imagen disminuye
en la misma medida, pero su eficacia erótica se potencia. Poseer
la fotografía del ser deseado es una gran satisfacción,
pero sacar uno mismo tal foto, tomar en fotografía
al cuerpo que se desea, es un disfrute de signo mayor. Aún
así, la gran fuerza, como quería Apollinaire, es el
deseo, que, más que una aspiración al conocimiento,
posesión o goce de algo; más que, como querían
los surrealistas, esa inclinación profunda, invencible y a
menudo espontánea que empuja a un ser a apropiarse,
como sea, de un elemento del mundo exterior o de otro ser; más
que eso que culmina y se desarrolla en la sexualidad, como antes |
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apuntamos,
y que conoce formas múltiples y enigmáticas, más
que todo eso, el deseo es productor de lo real.
Desde lo real de la caricia, como halago sensual ejercido generalmente
por la mano, hasta lo real del éxtasis erótico, donde
los horizontes de tiempo y de espacio se desvanecen, el deseo evidencia
que es un impulso soberano, testimonio de que el acceso a lo más
alto es posible mediante la escala de los sentidos. Porque erótico
califica sencillamente aquello que despliega al amor. |
Una
y otra vez, el arte nos muestra que es posible gozar del amor sin
temblar ante la muerte, y celebrar los placeres del cuerpo al margen
de todo remordimiento religioso. Las fotografías de Rogelio
Cuéllar, que se posan en los más variados motivos, responden
en su conjunto a una irreprimible vocación erótica.
Nunca, como en su caso, resulta evidente que es el ojo del artista
el único que ve la verdadera belleza, que es la belleza del
cuerpo deseado. |
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La
belleza se entrega (aunque una parte de sus escarceos eróticos
consistan en el sutil arte de desaparecer para enseguida hurtarse)
al ojo del fotógrafo, que, encendido de pasión, toma
la verdadera obra de Dios (según William Blake):
el desnudo femenino.
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