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por la historia del arte y la arquitectura. “Cuando no usaba
lentes me acostumbré a acercarme a todo, porque quería
ver bien las cosas y a veces no lo lograba, por esta costumbre es
que me interesan mucho los detalles, porque en ellos está
todo y puedes conocer a una persona con tan sólo observar
las cosas que nadie ve”.
En sus fotografías de gran formato, Figueroa captura detalles
de esculturas olmecas –custodiadas en el Museo de Antropología
de Xalapa (MAX)–, y refleja sus imperfecciones, su belleza
y su aire mágico y telúrico. Por afán personal
y diversos encargos, la fotógrafa originaria de la Ciudad
de México ha viajado por los cinco continentes para retratar
las esculturas de antiguas civilizaciones de la India, China y países
de África.
Las imágenes del libro expresan la fuerza y personalidad
de México y su relación con la muerte. Figueroa admite
no ser en absoluto experta en arte ni en antropología, pues
lo que le interesa es sentir y ver, y así lo demuestran sus
tomas, las cuales gozan de total libertad.
Para Alejandra Figueroa su cámara es como un marido fiel
al que sólo le debe proporcionar los cuidados básicos.
Para desempeñar su trabajo, no utiliza tripié ni iluminación
artificial, todo es manual y sólo es matizado por la intensidad
natural de la luz: “no me gusta complicarme ni cansarme, saco
mi cámara de 35 milímetros y uno o dos lentes y con
eso hago todo”, explicó.
La secretaria ejecutiva del Patronato del MAX, Patricia Cao Romero,
señaló que Fragmentos –editado por la empresa
Tenaris-TAMSA y el MAX, y que ha resultado un éxito absoluto
de ventas en Francia, Reino Unido y Alemania– es una forma
de llevar los tesoros del museo por el mundo, de forma fácil
y sin que sufran accidentes.
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