|
Armonía es la palabra que define su trabajo, recrea el imponente
Fuji-Yama, el mar, los cerezos en flor, el dios-ángel, el
gran Buda, la esperanza, el nacimiento, el universo y la eternidad.
En su obra prevalece el amor; en ella la tristeza tiene su sitio,
pero no como un estado de ánimo negativo, sino más
bien como una experiencia poética, es el símbolo de
la belleza efímera que sólo permanece en la memoria.
El sumi–e es una antigua técnica de entintado con pincel,
los cuadros originalmente eran en blanco y negro, pero posteriormente
se comenzaron a realizar en color. La tinta utilizada sale de una
piedra de carbón (suzuri), a la cual se le agrega agua y
se le debe frotar muy suavemente para lograr una tinta uniforme,
para luego trazar sobre papel de seda ó arroz mezclado con
la pulpa de bambú. El arte del sumi-e es originario de China
y llegó a Japón aproximadamente en el siglo VII D.C.
En el Oriente, esta técnica expresa la esencia de la naturaleza
sin que ningún aspecto externo influya; es el arte en el
que el sentimiento interno del artista se expresa por medio del
pincel y el sumi (tinta).
El fondo blanco en el sumi-e no es un vacío como en la pintura
occidental, sino que expresa alguna idea. Aunque no se pinta, al
dibujar una flor o un ave, por ejemplo, el fondo blanco representa
el cielo o el agua respectivamente.
Motoko Musha nació en 1941 en Mie, Japón, donde estudió
la carrera de Historia y más tarde realizó estudios
sobre las acuarelas tradicionales del oriente. Es en la escuela
Shinjuku Kenkyujo de Tokio donde aprendió la pintura al óleo.
|