Abril-Junio 2004 , Nueva época No. 76-78 Xalapa • Veracruz • México
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La guerra:
destino de la humanidad

Adolfo Méndez Morales /
Alumno de Ingeniería en Instrumentación Electrónica de la UV

Este trabajo fue merecedor del segundo lugar del V Premio al Estudiante Universitario, en la categoría de Ensayo Humanístico “Librado Basilio”, convocado por la Universidad Veracruzana.
 
En el año de 1990, mientras cursaba el quinto año de primaria, los acontecimientos armados en el Golfo Pérsico eran la noticia que en todos lados se escuchaba. La televisión mostraba todo con lujo de detalle, sin importar canal u horario. Mi maestra nos platicaba y nos daba sus puntos de vista acerca del tema, parecía que no había lugar donde esconderse de esta noticia, pero ¿cuál era mi actitud ante ese panorama? Estaba aterrado.

Poco más de 10 años ha pasado desde entonces y la guerra ocupa de nuevo las noticias. Un sentimiento de decepción me invade, pero los ojos con los que lo veo ahora son diferentes. El pánico al hablar del tema ahora se convierte en un deseo de contestar la pregunta: ¿por qué la guerra?

Los conflictos bélicos han sido una realidad y un destino de nuestro mundo. Ver la historia humana desde sus albores hasta hoy en día es ver masacres e injusticias producidas por batallas e invasiones que configuran la historia de los pueblos, pueblos… llámense árabes, judíos, alemanes, asiáticos, americanos. En ocasiones, la guerra ha sido originada por cualquier pretexto: un rapto como la de Troya o el ridículo suceso del atropello a un pastelero, que dio origen a la Guerra de los Pasteles entre Francia y México. Hay otras que han cobrado víctimas por millones, como las dos guerras mundiales del siglo pasado, y de las cuales han destacado generales y estrategas que en la mayoría de los casos se han cubierto de gloria: Napoleón, Alejandro, Julio César, Cortés, Eisenhower… quienes nos han dejado sólo frases que definen su actitud ante tal evento como “Vine, vi y vencí”.

En los libros leemos “gestas gloriosas”, “epopeyas inmortales”, porque el vencedor escribe la historia. Pero, ¿y los vencidos, los mutilados, los muertos y los destrozos? ¿Qué de la libertad, la dignidad y el atropello al ser humano? Todos nosotros hemos sido testigos, en los últimos años, de conflictos armados ocurridos tanto en Vietnam y el Golfo Pérsico como en Irak.

La historia nos habla de guerras médicas, púnicas, napoleónicas, alejandrinas, cruzadas, de conquista de nuevos mundos, de dominación, de la lucha por el poder, por el territorio, de imperios e imperialismos. La historia es, en gran medida, la historia de la guerra y del odio entre los hombres, la historia de la crueldad, de la barbarie y del salvajismo, la historia donde los protagonistas o vencen o son derrotados; y ésta es la historia contada por los vencedores. ¡Luchas, destino y realidad de la humanidad, en ocasiones por espacios para vivir, en otras para dominar, o bien por razones religiosas, raciales… pero siempre “La Guerra”!
“La mejor forma de vivir en paz es estar preparado para la guerra”. Esta frase lo define todo. Los conflictos armados de la actualidad traen consigo no sólo el desarrollo de las guerras, sino también nuevos motivos para generarla. Hoy en día no sólo se lucha por ideales o por creencias religiosas; hoy en día se lucha por comida, por recursos naturales, por ambición y ahora hasta por venganzas. No importan las pérdidas, ya sean monetarias o incluso humanas. No importa lo que piense u opine la gente. El poder decide, y decide la guerra. No importa el medio ambiente. No importa la destrucción de ciudades, ni las creencias, ni las costumbres, después de todo siempre habrá un pueblo que levantar de las cenizas.
¿Y todo para qué? Tal vez la respuesta a mis preguntas no esté en la guerra sino en la humanidad. El paso del tiempo ha visto la evolución del ser humano y de la humanidad misma, y la guerra, al igual que el hombre, evoluciona y continúa creciendo con él.

El ciclo continúa. Los niños de ahora crecen observando los enfrentamientos por la televisión, al igual que yo, al igual que mis padres que nacieron durante una guerra y que sus padres que fueron testigos de una más. Las generaciones que llegan, viven y reviven durante su vida lo que la humanidad no ha podido parar desde su comienzo mismo. Pero, para que exista un conflicto bélico, siempre debe existir el motivo. La televisión, las noticias en periódicos, radio, revistas… esos medios que nos colman de información, esos medios que nos colocan en la lucha misma, en el campo de batalla, ellos son los que nos llenan de motivos, de odio, de racismo. Los medios masivos de información nos presentan la realidad que mejor conviene, la que quieren que veamos y que creamos, incluso aquella “verdad” acerca de lo correcto e incorrecto, de lo justo e injusto. Así, la información que por todos lados recibimos sólo nos alimenta de odio, rencores y mentiras, puras mentiras.

Tampoco hay que olvidar que la humanidad está llena de diversidad de pensamientos, razas, idiomas, costumbres, lenguas, religiones, colores, rasgos.
Está dividida en categorías: hombres o mujeres; blancos, negros o amarillos; creyentes o ateos; primer mundo, segundo o tercero. Además el mundo está fraccionado por territorios, por dinero (pobres o ricos), por modas, por recursos naturales, por poder: “Divide y vencerás”. Estas diferencias nos alejan aún más de la unificación de ideas y nos acercan a un caos donde todos quieren opinar, donde cada quien cree tener la razón y donde la mayoría se impone a las minorías.

Por otro lado, el hombre por naturaleza está destinado a evolucionar consigo mismo. La tecnología avanza más rápido de lo que tardamos en comprenderla. Los avances científicos dan prioridad a las armas bacteriológicas y no a la cura de enfermedades. No hay que olvidar que la invención de las computadoras, y con ellas la de Internet, es obra del ejército construida para fines militares.

En la era moderna, se usan las armas más mortíferas para aniquilar a los hombres: químicas, bacteriológicas y atómicas. El hombre se preocupa por “clonarse”, por encontrar la vida eterna, la vida que sobrevivirá a las masacres. El hombre piensa que el agua y el aire, que siempre han estado allí, nos abastecerán por siempre, así que “por qué preocuparse por ellos”. Ahora, la pregunta es ¿hasta dónde podrá llegar nuestra imaginación, esa imaginación que se utiliza para crear formas de destrucción cada vez más grandes y mejores?

Hay que considerar también la globalización. La unificación del idioma, la moda, el menospreciar, el sobreestimar… hacen que el hombre busque una forma más cómoda de vivir, una forma de sentirse superior, una forma de demostrarse a sí mismo y a los demás que el poder es lo que cuenta, que la supervivencia sigue siendo el pan nuestro de cada día, aun a costa de una persona o de miles, todo depende del poder con el que se cuente, depende de la ambición.

La globalización nos lleva a buscar un estándar, un crecimiento homogéneo: “renovarse o morir”, ¡y vaya si ha habido muertes! La sociedad en la que vivimos nos impone una manera maquiavélica de pensar: utilizar a los demás para lograr la satisfacción personal, aprovecharnos de nuestros conocimientos, de nuestro poder para estar por encima de los demás.

Hablemos ahora de religión. A lo largo de la historia se han creado filosofías, religiones y creencias que han buscado el bien común; desde acontecimientos que ahora marcan nuestra era actual –como la religión católica– hasta grandes líderes como Gandhi que han luchado en contra de toda creencia y tendencia de dominación, y que han tratado de enseñarnos que la paz está dentro de cada uno, dentro de nuestras acciones, de nuestros pensamientos.

La diversidad de pensamiento siempre será, pues, tan grande como la humanidad, lo cual dificulta cada vez más el saber o, más bien, el darse cuenta de lo que es mejor para todos.

También existen afirmaciones erróneas como: “el hombre es el único ser inteligente y pensante del planeta”. Falso. La evolución hizo al hombre el único ser vivo capaz de razonar, sin embargo, esto no demuestra inteligencia. El planeta está lleno de una gran diversidad de seres vivos, de los cuales el único que está acabando y arrasando con todo, hasta con él mismo, es el hombre. Y tal parece que el ser irracional, como los animales, es el perfecto ejemplo del bien común. Basta observar la flora y la fauna de nuestro planeta que nos demuestran cómo utilizar los recursos necesarios no sólo para vivir, sino para dejar vivir a nuestros semejantes. Sí, la ley del más fuerte se aplica hasta en los seres menos racionales sobre la tierra, pero éstos –aun siendo incapaces de razonar– mantienen un equilibrio, donde entran en un ciclo de vida perfectamente balanceado.

Como animales evolucionados que somos, la ley del más fuerte nos fue heredada; sin embargo, no sólo acabamos con un ciclo de vida, sino que atentamos contra el equilibrio en el que nos encontramos incluidos. Luego entonces, podemos pensar que el raciocinio sólo nos sirve para ver la forma de adquirir poder, de descubrir lo que el poder significa, o mejor dicho, de darle un significado. El hecho de pensar trajo consigo el diseño de nuevas maneras de supervivencia, la invención de formas de destrucción y la construcción de armas de destrucción, para, con ello, sentirse superiores.

Tal parece que mientras la humanidad exista, los enfrentamientos continuarán evolucionando con ella. No hay forma de detener la imaginación, la ambición, la avaricia, la soberbia y todos aquellos pensamientos, sentimientos y creencias que han convertido al hombre en un ser asesino por naturaleza, de él mismo y de sus semejantes, de su entorno. Los años pasan y la humanidad sigue el mismo rumbo. No hay que hacer un análisis exhaustivo para darnos cuenta de que la historia está siendo escrita con la misma tendencia: la supervivencia, la búsqueda del poder, las guerras.

Como humanos y como parte de esta civilización que habita la tierra, estamos regidos por los demás, por todas esas personas que no piensan en el bien común.
Vivimos bajo los designios de la gente que a lo largo de la historia se ha hecho acreedora del poder, mismo que le da la libertad de decidir la vida de miles. Tal parece que la lucha por el bien común siempre termina en una confrontación, ya sea verbal o de pensamiento, ya sea con uno mismo o con la comunidad que está a nuestro alrededor. Tratar de entender lo que queremos, comprender lo que nuestra imaginación puede llegar a pensar, darnos cuenta de lo que somos capaces de construir o destruir, buscar lo mejor para todos se hace cada vez más difícil.

La historia se repite una y otra vez, y comprender una lucha armada no es más que un problema de perspectiva. Desde el punto de vista de los vencedores, todas y cada una de las guerras son justificadas y justas, por lo que siempre existirá un motivo y momento para iniciar una nueva. Desde el enfoque de los vencidos, no queda más que aceptar una derrota, no sin antes haber peleado.

Desde la perspectiva de la humanidad, las batallas han forjado la historia tal y como la conocemos, al tiempo que han hecho justicia para muchos y han devastado la vida de muchos más. Desde mi punto de vista, el destino de la humanidad seguirá escrito como hasta ahora, dado que el destino es inevitable y la historia nos lo ha comprobado: millones de personas nunca serán suficientes para detener una guerra, pero sólo una basta para comenzarla. Por ello, no me queda más que resignarme y vivir en un mundo donde las guerras acabarán hasta el fin y con el fin de la humanidad misma.

Y… ¿cuál es su punto de vista?