que la aceptación del público
xalapeño obedeció a las circunstancias dictadas por
su metódica preparación y cuidadoso montaje, y que los
resultados de su sonora irrupción en el DF son el espaldarazo
que confirma la naturaleza de este excepcional y colorido espectáculo,
diseñado para llevar la voz y el nombre de Veracruz hacia el
mundo. Todo ha sido contemplado para que este fascinante estallido
de luz, música y color resulte del agrado del público
más exigente.
Conviene recordar que en Jarocho se conjuntan músicos y bailarines
de comprobada eficiencia y notoria trayectoria, lo que aporta a la
escena la calidez y calidad que han sido motivo de elogios por parte
de la prensa especializada. En este sentido es notorio lo publicado
por Ana Rosa Gutiérrez en el diario El Universal: “lo
que en un principio se pensó como una representación
escénica que reflejara el ímpetu y modernidad del son
veracruzano, se convirtió en el primer montaje que sintetiza
la historia de una región llena de colorido musical que habla,
además, de las raíces y evolución de la manifestación
artística mexicana. Creado bajo un concepto vanguardista, Jarocho
es la ventana que muestra una parte del México popular, de
sus bailes y sus ritmos, destaca al son como el protagonista de una
gama cultural donde interviene el zapateado mexicano, el flamenco,
la salsa, el danzón, el ritmo afro-cubano, el baile popular
y la danza contemporánea...” Mosaico
veracruzano, hecho de música, baile y ritmos
Ante un público expectante, contagiado del sabor costeño,
Jarocho superó con calor las expectativas generadas. Todo
enmudecía cuando de la oscuridad del escenario saltaba el
primero de los bailarines, ceñido en terciopelo negro y transparencias,
quien respondía a las percusiones de Zapateado, el primero
de los actos del espectáculo y cuya música combina
elementos del rock progresivo con instrumentos tradicionales del
son jarocho.
Uno a uno los bailarines salían de la penumbra para zapatear
un coro de percusiones y estilizar al máximo el baile más
característico de Veracruz a través de gallardas evoluciones,
donde la cálida sonrisa de los danzantes se convertía
en orgullo veracruzano.
“La Bruja” se convirtió en una fantasía
sombría de luces y música, parecía convocar
antiquísimas leyendas veracruzanas alrededor del cortejo
entre la hechicera y el varón embrujado, representado por
solistas que combinaron la danza clásica y contemporánea
conforme la música crecía en intensidad, una docena
de bailarinas iluminaban la penumbra con velas en las manos y se
cruzaban en el mágico idilio, como un aquelarre en el que
las brujas se persiguen en medio de un paisaje de árboles
tenebrosos.
El tradicional Colás siempre fue un cálido tornasol
de luces, telones traslúcidos y músicos en escena
para esperar a los bailarines, quienes trocaron las transparencias
y el terciopelo negro por el afamado atuendo de jarocho y colmaron
el escenario de chiflidos, bullicio veracruzano, gritos de júbilo
y fiesta. Enseguida, los músicos iniciaban un paseo por el
malecón y la costa veracruzana con armonías de jazz,
que en momentos se convertía vertiginosamente en golpes de
alientos y percusiones y corría por en medio de un paseo
de estrellas, palmera y mujer. Bajo el mote de Jarjazz, todo tomaba
un cariz de improvisación y complejas armonías que
el público recibía de buena gana.
El espectáculo giraba en un santiamén hacia las profundas
raíces negras de la región y se convertía en
una danza frenética de movimientos, la cual recordaba a la
santería, mezcla de son y selva. Ritmo fue una representación
a manera de camorra entre el solo de batería y solo de zapateado,
un diálogo vertiginoso entre tambores de piso, tarola y contratiempo
y la habilidad de los bailarines, el cual desembocó en un
lamento de arpa y flauta que imitó el encantamiento de La
Sirena.
Antes del intermedio, el fandango llenó de nuevo el escenario
con zapateado y una fiesta de coqueteos y cortejos entre jarochas
ceñidas en una versión relajada del vestido tradicional.
El canto de los solistas advertía a ritmo de son que “cuando
el amor quema, viene el Diablo y no te avisa” y la puesta
en escena insinuaba que todo cuanto se ha dicho de la belleza de
las mujeres veracruzanas resulta poco. Los pasillos del Teatro de
la Ciudad se llenaban de comentarios y críticas, como si
el bullicio permanente de Veracruz hubiera contagiado a la audiencia.
De regreso, los músicos del espectáculo ofrecían
una revisita a la música tradicional mexicana, y convertían
al Son de la negra en jazz, La Raspa en bebop y el Cielito lindo
en algo cercano al ambient y al new age, bajo el título de
Guacamole, el cual cedía el turno a un pasaje de los años
treinta, de danzón y salones de baile, de vestidos escotados
y sombreros de fieltro, mientras la regenta del Salón Veracruz
vigilaba las miradas y las manos de las parejas seducidas por la
acompasada síncopa del danzón. Las parejas desaparecían
por las escaleras de una en una y los meseros recogían mesas
y bancos para que la parte española que todavía corre
en la sangre veracruzana se adueñara del escenario. Entre
guitarras y cantos flamencos y una caja de ritmos electrónicos
la bailaora, María Juncal, llevó cada noche al extremo
las técnicas del zapateado ibérico hasta un solo fenomenal
el cual levantaba la ovación.
Luego de un “Torito” que llevaba de Tlacotalpan y la
cuenca del Papaloapan al Teatro de la Ciudad la más característica
de las alegrías jarochas, la “Noche Cubana” traía
una mezcla afortunada de danza clásica, de caderas y academia
de baile, en medio del son estilizado. Del malecón de La
Habana al de Veracruz, la salsa y el zapateado, las guayaberas y
los trajes de rumberos viajaron alegremente de ida y vuelta.
Una solitaria bailarina salía al escenario enseguida para
dejarse abrazar por la tesitura triste y cálida de la intérprete
de “La Malagueña” y convocar con sus evoluciones
una atmósfera de melancolía y cariño profundos
que sumieron en el silencio total al gran recinto, sin embargo rompía
de golpe la pieza titulada “Jarocho”. El escenario recibía
de nuevo son y rock zapateados, mezcla de la tradición y
el futuro del baile jarocho y entrecruzaba atavíos veracruzanos,
unos en blanco y pañoleta y en negro y transparencias los
otros.
Y de ahí al canto de “Veracruz”, “La Bamba”,
convocaba al público y a los bailarines desde el primer rasgueo
de la jarana. El sonido del arpa se mezclaba con los beats de la
música electrónica para subir hasta convertirse en
son estilizado, mientras los bailarines levantaban al público
de sus asientos. El escenario se abrió para dejar paso a
un arreglo flamenco de esta canción, mientras la bailaora
Juncal mezclaba los zapateados españoles y jarochos. Y luego,
la salsa que pasaba de repente al jazz y volvía al son y
regresaba de nuevo a la jarana, mientras las palmas del público
se incorporaban tan pronto como el resto del elenco se sumaba al
escenario.
Así fue como el público del Teatro de la Ciudad noche
tras noche se puso de pie para aplaudir a Jarocho, contagiado por
la clave del son, el cual prolongaba el cierre antes de dejar que
el resto de la noche volviera a ser oriunda del Distrito Federal.
El
futuro de este producto
Sin lugar a dudas, la experiencia de su director Richard O’Neal
habrá de ser elemento importante en los resultados que se
obtengan de las giras del espectáculo hacia Europa y Estados
Unidos, pues es cierto que a lo largo de tantos años de dirigir
escenificaciones y shows en varios países del Viejo Mundo,
conoce a la perfección lo que el público de aquellas
latitudes espera y aplaude.
La gira por Europa, considerada para 2005, será el inicio
de la internacionalización de este espectáculo, a
decir de O’Neal, quien ha depositado tal confianza en Jarocho
que espera viajar y trabajar durante los próximos cinco años
alrededor del mundo con esta compañía. “Luego
del fin de año, reanudaremos actividades con la mira puesta
en Europa. A principios de 2005 haremos una gira de aproximadamente
seis meses, con planes concretos en Alemania y los países
escandinavos. La segunda mitad del año iremos a Estados Unidos”.
Esto, sin descuidar al público nacional, pues los planes
más inmediatos, a partir de septiembre y hasta la primera
mitad de diciembre, contemplan una serie de presentaciones en Acapulco,
Cancún y Guadalajara, entre otras ciudades, para regresar
al Teatro de la Ciudad en el Distrito Federal y, por supuesto, a
Xalapa. Posiblemente visitarán también Oaxaca y Puebla.
Mencionó que el regreso a México será de manera
continua, lo que supondrá la existencia de más de
una compañía a raíz de que el espectáculo
ha generado mucho interés en todas partes: “necesitaremos
un grupo de artistas que se quede en México a cumplir los
compromisos nacionales, y otra que lleve a Jarocho por el mundo”.
O’Neal reconoció que fue la diversidad de estilos lo
que más le impresionó al llegar a México, la
enorme cantidad de géneros folklóricos y el cariño
con que la gente trata de mantener vivas sus tradiciones.
Enfatizó que el son jarocho es una tradición viva
y palpitante: “para mí ha resultado de mucha importancia
no despojar al son jarocho de su esencia intrínseca, sino
mantener lo más posible sus raíces. Pero al mismo
tiempo tratamos de crear un espectáculo más dinámico
y accesible para el resto del mundo. Ahora soy un enamorado de la
cultura veracruzana, así que disfruto mucho al escuchar este
tipo de música. Uno de los anhelos que tengo en mente es
incorporar, si es posible, al grupo Tlen Huicani, porque creo que
ésta sería una mejor manera de recomponerlo y dotarlo
de una nueva vitalidad”.
Al mismo tiempo, han pensado en la Orquesta Sinfónica de
Xalapa para producir una nueva y monumental versión de Jarocho,
y aprovechar todo el inmenso talento que hay en la Universidad Veracruzana.
Desde su nacimiento, Jarocho ha despertado en el público
críticas de todo tipo. Y sobre los comentarios que ha recibido
el espectáculo mencionó: “desde que se comenzó
a hablar de Jarocho, la gente se asustó, pero al presenciar
nuestra primera producción, se tranquilizó, especialmente
ahora que hemos realizado ajustes”.
Cree que la respuesta es ahora mucho más favorable: “lo
importante es que quede claro que nunca dijimos que Jarocho sería
la esencia de la música veracruzana. Es nuestra interpretación,
nuestro concepto”.
El equipo de producción de Jarocho en este momento desarrolla
la idea de invitar a más artistas de la uv; desean que se
sumen al proyecto sin dejar de pensar que esto debe ser siempre
la demostración y prueba del talento veracruzano el cual
deben llevar al mundo. Esperan que la gente que vea Jarocho en otras
latitudes se interese más por la verdadera esencia del arte
jarocho: “entiendo las críticas, las comprendo, y sé
que las buenas y malas siempre te ayudan a mejorar el show”.
De las expectativas que generará Jarocho en el viejo continente,
Richard O’Neal se muestra tranquilo, pues está seguro
de que los recibirán muy bien. Añadió que tiene
mucha experiencia en giras por Europa, así que puede saber
qué espera ver el público.
Destacó como únicas las características de
Jarocho y está convencido de que será un éxito
en el mundo: “es más vibrante que los espectáculos
que actualmente están en cartelera y más fascinante
que los que ven cotidianamente los europeos. Es más enérgico,
más apasionado, y creo que será un gran acierto. Estoy
muy contento y me siento muy orgulloso porque cuando observo el
espectáculo siento que es el producto del esfuerzo de mucha
gente, gente de Veracruz. Y los veracruzanos pueden sentirse orgullosos
de su propia cultura”.
|