El
estado de Veracruz posee una enorme diversidad de hongos que incluye
de 26 000 a 30 000 especies, las cuales crecen principalmente
en las zonas tropicales, cuya extensión abarca 80 por ciento
del territorio estatal. Desde hace 150 años, tal variedad
ha sido estudiada por científicos extranjeros y, recientemente,
apenas cinco décadas, se han incrementado los estudios
de investigadores nacionales, quienes han registrado un poco más
de 1 500 especies a la fecha.
Sin embargo, los hongos han sido poco tratados y prácticamente
no existen trabajos de relevancia en cuanto a la biodiversidad
fúngica mundial y de México, lo que implica que
los hongos generalmente no estén considerados en los planes
de los conservacionistas, a pesar de su gran importancia en los
ecosistemas. Dichas especies son, definitivamente, un pilar indiscutible
en la evolución de la vida de este planeta; no obstante,
su estudio muestra en nuestro paìs un atraso considerable.
Para explicar las razones de este rezago, Armando López
Ramírez, investigador de la Universidad Veracruzana a quien
se debe uno de los catálogos más completos sobre
la funga veracruzana, comparte con los lectores de Gaceta sus
conocimientos, sus opiniones y una propuesta que, a su juicio,
puede llevar a la UV a convertirse en puntera en el estudio de
estos organismos que ameritan una atención seria en los
debates sobre biodiversidad y ecología global.
¿Por
qué es importante la diversidad biológica de los
hongos?
Bueno, después de los insectos, los hongos son el grupo
más grande de organismos en el mundo, y de esta totalidad
se conoce menos del cinco por ciento; por lo tanto, es obvio que
no conocemos la gran cantidad de productos derivados de estas
especies ni sus alcances, medicinas, antibióticos, proteínas,
aminoácidos, alcoholes, enzimas, sabores, colorantes, energéticos,
pesticidas, preservadores, ácidos orgánicos, vitaminas…
En fin, se estima que sus potenciales aplicaciones son enormes,
pero hay un gran desconocimiento al respecto. Apenas ahora se
están desarrollando nuevas y excitantes aplicaciones de
los hongos, tanto de las especies conocidas como de las recientemente
descubiertas.
Yo creo que las especies de hongos no descritas aún pueden
ser visualizadas en una dimensión tan grande como en ningún
otro periodo de la historia, y como una fuente potencial de recursos
masivos que está en espera de ser descubierta.
Para tener una idea de esto, puedo mencionar que hemos descubierto
en la región especies no conocidas previamente por la ciencia.
Por ejemplo, en la zona de Cruz Blanca, cerca de Perote, descubrimos
el Clathrus mexicanus; en el cerro de la Martinica, en Banderilla,
el Psilocybe banderillensis y el Psilocybe xalapensis; en la región
de Uxpanapa el Laternea dringii y, cerca de Coatzacoalcos, el
Psilocybe armandii, que es una especie que lleva mi nombre porque
yo fui el descubridor.
¿Cuántas
especies se estima que puedan existir en todo el mundo?
El Diccionario de los Hongos menciona 5 950 géneros y 64
200 especies, aunque la estimación más aceptada
actualmente es de 1 500 000 especies, aproximadamente, que viven
en prácticamente todos los confines de nuestro planeta.
¿Y
cuál es la diversidad que existe en nuestro estado?, uno
de los más estudiados en cuanto a hongos se refiere, según
entiendo.
En efecto, se cree que fue su diversidad la que llamó particularmente
la atención a los investigadores desde muchos años
atrás. Incluso hay un reporte de estudio de hongos (el
de Kickx) que data de 1841. Y sí, hemos pensado que si
en las islas británicas –que han sido estudiadas
extensamente durante más de 200 años– se ha
reportado hasta la fecha 12 000 especies de hongos, es de esperarse
que exista de dos a tres veces esa cantidad en Veracruz, debido
a sus características. Dicho de otro modo, es probable
que tan sólo en nuestro estado existan de 24 000 a 36 000
especies de hongos; sin embargo, éstas pueden permanecer
desconocidas si no se aplican las técnicas apropiadas y
si no existen los especialistas necesarios para llevar a cabo
estos estudios.
Pero
para estudiar todas estas especies se necesitaría todo
un ejército de científicos…
Pues sí, porque al ritmo en que estamos estudiando localmente
las especies, nos puede tomar más de 250 años catalogar
sólo la biodiversidad fúngica y estudiarla superficialmente.
También es muy probable que sus hábitat para entonces
ya se hayan destruido o hayan sido severamente deteriorados. Lo
verdaderamente peligroso es que, si no llegamos a estudiar la
diversidad fúngica, nos perderemos también de las
potencialidades y los productos que los hongos nos proporcionan.
Si
se hicieron estudios desde hace 200 años, ¿por qué
se conoce tan poco sobre las especies de hongos de Veracruz?
Porque en realidad el estudio sistemático empezó
a finales de los sesenta (del siglo XX). Los anteriores reportes
fueron esporádicos y escasos. Fue a principios de los años
ochenta cuando se dio una proliferación significativa de
trabajos sobre hongos del estado, debido a dos factores fundamentales:
uno, la organización del Primer Congreso Nacional de Micología,
realizado en Xalapa, en 1982; y otro, la formación
del ya extinto Instituto Nacional de Investigaciones sobre Recursos
Bióticos (Inireb), también en la capital del estado.
Pero
si ya existían reportes, ¿por qué no proliferó
su estudio?
En realidad hubo un problema cultural. La palabra hongo no es
muy bien aceptada en México por causa de los españoles,
porque, cuando ellos llegaron, descubrieron que los indígenas
comían hongos que les provocaban conductas extrañas.
A partir de entonces, la Santa Inquisición satanizó
a todos los hongos, sin distinguir entre comestibles benéficos
y alucinógenos. ¡Para ellos era cosa del diablo!
Esa percepción se fue fijando en el inconsciente colectivo
con el paso del tiempo.
En los años sesenta, cuando yo empecé a estudiar
los hongos, la estigmatización era terrible. Recuerdo que
fue en esa época cuando se descubrió que aún
había ritos en Oaxaca en los que se usaban alucinógenos,
y se convirtió en una noticia tremenda que dio la vuelta
al mundo.
Te cuento sólo como anécdota: en aquel periodo,
cuando yo decía que estudiaba los hongos, la gente afirmaba
que era un drogadicto, y siempre me fue difícil explicar
que yo trabajaba científicamente con hongos, que era un
estudioso de estos organismos. Verdaderamente tuve que luchar
muchos años para que la gente tuviera una buena imagen
de mi labor, para llegar a convencerla de que soy un académico,
un científico.
Sabemos, pues, que ni siquiera los hongos venenosos son tan perjudiciales,
pero la idea se ha fijado en el inconsciente colectivo. De hecho,
el término ha cambiado: hoy no le llamamos hongo al hongo,
le decimos setas (como le dicen a todo hongo en España)
o champiñón (como le denominan en Francia).
¿Y
esa percepción ha cambiado?
Todavía se asocian con la hechicería, pero desde
que se han descubierto nuevas aplicaciones benéficas –justamente
por científicos e investigadores universitarios–,
ha cambiado un poco esa manera de percibirlos.
¿Cuáles
son esas nuevas aplicaciones? ¿Podría mencionar
algunos ejemplos?
Bueno, la biorremediación es un buen ejemplo, o los hongos
como agentes de biocontrol de insectos, de nemátodos, de
malas hierbas; además, existe la fermentación de
alimentos a partir de organismos fúngicos, la biodegradación,
la bioconversión y más.
Es tan amplio el campo de aplicaciones que la investigación
para encontrar genes de utilidad en los hongos ha recibido un
gran impulso por la ingeniería genética, porque
sucede que el rango de genes de los hongos es mayor que el de
otros microorganismos (como las bacterias, que poseen un genoma
pequeño). Al parecer los genes fúngicos pueden ser
transferidos y expresados más rápidamente en sistemas
de producción biotecnológica. De hecho, la inserción
de genes fúngicos para la producción de insecticidas
naturales directamente en plantas cultivadas es una realidad,
pues la tecnología requerida ya existe.
¿Cómo
inició la investigación científica y el estudio
de los hongos en Veracruz?
Una de las razones que me llevaron a pensar en serio en esta línea
de investigación fue su descubrimiento como una industria
multimillonaria. En Estados Unidos y en países europeos
es todo un negocio, pero en México no se ha podido desarrollar,
y yo me preguntaba por qué.
Yo trabajé en Hongos de México, una planta champiñonera
del Distrito Federal que producía 30 toneladas diarias
de este comestible, y cuando estuve ahí me di cuenta de
que en nuestro país no se ha podido industrializar el cultivo
de hongos porque no existen expertos en este campo.
En la planta, por ejemplo, no había técnicos mexicanos,
todo el personal altamente capacitado venía del extranjero
y recibía buen salario. Entonces me cuestioné: ¿y
en México nadie prepara técnicos? Mi respuesta fue
contundente: nadie. A partir de ese momento, junto con un grupo
de académicos, inicié un programa de investigación
y desarrollo para preparar técnicos mexicanos en la Universidad
Veracruzana a fin de apoyar esta industria, y lo logramos. Hoy
te puedo decir que, del 90 por ciento de las personas que están
involucradas en el cultivo de los hongos en nuestro país,
muchos han sido mis estudiantes, otros han tomado un curso en
la uv y otros más son egresados de aquí.
¿Se dedicaron de inicio al estudio de hongos comestibles?
Lo que hicimos primero fue plantear un estudio general de los
hongos que existen en el estado, es decir, un catálogo
básico de las especies. A partir de ese estudio, que nos
costó más de 20 años, publicamos un catálogo
que se llama Funga Veracruzana y el cual es hasta ahora el más
completo en su tipo.
En él aparecen desde mixomycetes, uredinales, ustilaginales,
hymenogastrales, gasteromycetes, phallales, ascomycetes y heterobasidiomycetes,
hasta agarycales y deuteromycetes, incluso algunas especies que
nunca habían sido descritas por la ciencia. Como se trataba
de un catálogo, incluimos su descripción, hábitat,
el material examinado y una pequeña discusión respecto
a la especie descrita, además de imágenes. Poco
después empezamos a promover como grupo de investigación
el cultivo y el consumo de las setas como alternativa alimenticia
y económica; claro que su aceptación también
nos costó muchos años, pues –como dije al
principio– el rechazo era sistemático.
En Veracruz fuimos los primeros en desarrollar las técnicas
de cultivo de hongos comestibles. Ahora todo el mundo conoce las
setas y las valora, pero yo puedo decir sin temor a equivocarme
que en 1974 era todo un reto, primero porque no había información
suficiente para fundamentar las investigaciones –prácticamente
había que empezar de cero– y segundo porque el estigma
seguía presente.
El trabajo fue constante durante años. Ya en 1990 empezamos
a publicar un boletín, Fungicultura, y formalizamos el
Programa Nacional de Promoción de Cultivo de Hongos Comestibles,
que no es más que un foro de orientación y de soporte
de lo que es la industria del cultivo de hongos en México.
En fin, hemos realizado constantemente acciones de promoción
e investigación de hongos desde la Universidad. Y creo
que después de todo este tiempo de dar conferencias, de
promover el cultivo en casa, de capacitar, de informar, de escribir,
de concienciar… vemos que descubrir los potenciales de las
especies fúngicas bien valen la pena
20 años de investigación y de esfuerzo, sobre todo
porque tenemos el orgullo de saber que el estudio científico
de los hongos empezó aquí, en la Universidad Veracruzana.
Ahora ya tenemos tesis de licenciatura en esta área, y
los primeros expertos ya formaron otros grupos de especialistas,
yo creo que ya van como tres o cuatro generaciones a partir del
trabajo universitario de nuestra casa de estudios. Además,
el cultivo de las setas ya se conoce y se reconoce como una industria,
y eso cuenta.
Ya
mencionaba la biorremediación y el control de plagas a
partir de especies fúngicas, pero ¿qué otros
potenciales de los hongos son importantes para la ciencia y para
el hombre?
Bueno, sus capacidades curativas son sin duda de las más
importantes, precisamente por esa variedad genética que
comentaba; de modo que ahora les llaman hongos nutracéuticos,
porque tienen la capacidad de bajar el colesterol de la sangre
y regular la presión sanguínea, además de
que contienen sustancias antitumorales. En fin, son muchas las
cualidades dependiendo de cada especie. Y esto no es nuevo, lo
sabían los chinos, los japoneses y los egipcios siglos
atrás, incluso las culturas prehispánicas de nuestro
continente, pero hay que recordar que los españoles borraron
todo ese conocimiento.
Creo que las setas son de las más valoradas ahora, pero
hay muchas especies y variedades que se pueden cultivar tan sólo
en Veracruz debe haber más de 400 especies comestibles.
Hay una en especial que ha cautivado el interés de biólogos
y naturistas; es un hongo medicinal de origen japonés llamado
shiitake (shii significa encino y take significa hongo). que tiene
la propiedad de bajar el colesterol de la sangre y regular la
presión sanguínea, y es tan famoso que en Estados
Unidos y en Asia ha sido la base de una industria multimillonaria.
Aquí en México no lo conocemos como alimento y no
se cultiva, pero para fortuna de los veracruzanos este hongo crece
aquí, naturalmente, en la región central del estado.
El Instituto de Genética Forestal está por recibir
la visita de un experto en shiitake que proviene de una institución
llamada jica de Japón. El plan consiste en enseñarle
a la gente de la región del Cofre de Perote cómo
producir este hongo, tanto para consumo propio como para mejorar
su economía. Esa es la idea, no promover una industria
con chimeneas y grandes expertos,
sino un método de subsistencia para la gente.
¿Cómo
espera que se desarrolle la investigación en esta área
en el futuro?
Creo que el camino será difícil, porque en la Universidad
se están dando fenómenos que frenan el desarrollo
de la investigación, un poco por el afán de alcanzar
la excelencia por requisito y no por calidad o vocación.
Creo que las intenciones de la Universidad han sido positivas,
pero desafortunadamente ya no sabe distinguir entre lo bueno y
lo malo. Definitivamente eso en el campo se nota, porque quienes
trabajamos no tenemos
los apoyos adecuados, y hacer investigación también
cuesta dinero; pensemos en bibliografía, equipo, trabajo
de campo. Hay que invertir en el conocimiento, esa es una realidad.
Además, hay un problema en toda la concepción actual
de la ecología: las dos caras. La cara bonita es ir a decir
que el mundo se está acabando y que lo vamos a salvar,
que las especies son valiosas, que la biodiversidad y el ambiente
y la conservación son importantes, es ser un defensor del
planeta, es hacer plantones y decir que todo está mal.
La cara fea es la aburrida (para ellos), porque si de verdad quieres
apoyar la conservación, tienes que estudiar, tomar datos,
hacer una investigación de muchos años cuyos resultados
no verás nunca; tienes que vivir en la selva, hacer estudios
de población durante meses con cero comodidades. Y lo más
seguro es que al final tu colaboración a la ecología
sea mínima; no obstante, nunca será insignificante.
Claro, es muy fácil decir que el mundo se está deteriorando,
pero ¿quién va a hacer los estudios para saber cómo
evitarlo? La función de los científicos va mucho
más allá del papel de los ecologistas, incluso de
algunos estudiantes que se conforman con ver y vivir de esa cara
bonita.
¿Cree
que la Universidad no está formando científicos?
Por el momento no. Creo que está mejor que antes, pero
le falta un esfuerzo muy serio de grupos colegiados “de
a de veras”. Sinceramente, pienso que ha hecho un gran esfuerzo
a través de los años; sin embargo, le falta un impulso
mucho más
definitivo, desde las aulas, y un cambio de concepción
del ser científico.
Considero que el problema es que pareciera que la ciencia ahora
es elitista, porque ser investigador hoy es como ser famoso, cuando
en realidad esta actividad debe fomentar individuos humanitarios,
humanistas, por lo que la Universidad tiene que depurar su personal
y aprender a distinguir.
La gran falla ahora es cómo se forman los científicos.
Conozco personas que se dicen científicos sin la menor
preparación en ese campo, pero se denominan así
sólo porque se han creado a sí mismos los títulos
académicos de maestría e incluso de doctorado y
porque han creado su propio journal para publicar ellos mismos.
¿Cómo es posible que existan directores de institutos
de investigación sin ser investigadores preparados? Es
más, conozco directores que llevan 12 o más años
en el cargo, lo cual se me hace por ley algo indebido.