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Según dijo, la variedad de cítricos
resistente al virus de la tristeza que han desarrollado en su laboratorio
está adaptada a las condiciones de California, por lo que
quizá no frenaría la enfermedad de la misma forma
si tuviera que sembrarse en Veracruz, puesto que existen condiciones
diferentes tanto de clima, como de suelo, agua, humedad, etcétera.
Es necesario que en laboratorios locales se desarrolle tecnología
propia e híbridos adaptados a las condiciones del campo veracruzano:
“lo que ustedes necesitan es desarrollar más investigación”,
explicó. Es decir, una alternativa para Veracruz, además
de los convenios interinstitucionales para transferir tecnología,
es la inversión en investigación, que comienza con
el entrenamiento de recursos humanos. “En la Universidad de
California tenemos las puertas abiertas para los estudiantes veracruzanos
interesados en realizar posgrados en esta área”.
El investigador advirtió que, para lograr un verdadero desarrollo,
la investigación es fundamental, pero no exclusiva, dado
que también es necesario tener toda una infraestructura para
aprovechar las ventajas de la ciencia: “La biología
molecular por sí sola no puede generar beneficios, es necesario
tener gente en el campo que verdaderamente pueda aplicar las técnicas
en la agricultura”.
En la universidad donde labora están desarrollando desde
hace años nuevas variedades de cítricos y espárragos,
basados en la utilización de estas técnicas. De hecho,
para lograr la variedad de cítricos mencionada fue necesario
detectar en diferentes grupos de cítricos los genes que fueran
resistentes al virus, aislarlos e insertarlos en las plántulas
susceptibles a contraer la enfermedad vegetal, todo esto a partir
de la utilización de marcadores moleculares.
Además, utilizando la biología molecular es posible
seleccionar, desde etapas muy tempranas, las mejores plántulas
(plantas pequeñas), así se eliminan las que tengan
características no deseables y se propagan (siembran) sólo
aquellas que cumplan con los más altos parámetros
de calidad: tamaño, color, sabor, resistencia a enfermedades,
entre otros.
Mike Roose es el coordinador del proyecto multinacional para desarrollar
el genoma de los cítricos, cuya información va a permitir
que los investigadores de todo el mundo puedan manipular más
fácilmente los cítricos.
Su conferencia formó parte del curso Uso y aplicación
de marcadores moleculares en estudios botánicos, organizado
el 12 y 13 de julio por el Centro de Investigaciones Tropicales
de la UV (Citro), con el apoyo de la UCR.
Reducen
alimentos transgénicos contaminación por insecticidas
Otro de los participantes del curso fue Brian Federici, quien coordina
en California un programa para cultivo de maíz genéticamente
modificado. En su intervención presentó las características
moleculares de esta variedad de maíz, misma que ha sido genéticamente
modificada para resistir los embates de ciertas plagas insertándole
una bacteria llamada Bacilus astringente.
Según explicó, reducir la cantidad de insecticidas
que se asperjan en los cultivos es una prioridad para la Agencia
Norteamericana de Protección del Ambiente, pues se ha demostrado
que en concentraciones importantes estos químicos son generadores
de cáncer, en cambio, no han encontrado riesgos significativos
en el uso de plantas transgénicas. “El uso de alimentos
transgénicos reduce considerablemente la contaminación
por riego de insecticidas y, de momento, ese es uno de sus más
importantes beneficios”.
Al cuestionarle sobre los posibles efectos secundarios del cultivo
y consumo de transgénicos, el investigador afirmó
que nunca se puede decir que algo es absolutamente seguro: “no
es científico decirlo porque nunca se puede saber todo”;
sin embargo, nunca se han presentado reacciones o efectos desfavorables
por el uso de esta bacteria, por lo menos en los 40 años
que ha sido utilizada en los Estados Unidos. De hecho, 40 por ciento
del maíz que se produce en los Estados Unidos es transgénico
(maíz bt), al igual que 50 por ciento del algodón
que hay en todo el país, cultivo que ha sido genéticamente
modificado durante seis años, “y hasta el momento no
hemos visto ningún efecto en la salud humana o en el ambiente”.
En contraste, los insecticidas químicos matan entre 80 y
90 por ciento de todos los tipos de insectos, no sólo las
plagas, eso incluye los benéficos como abejas, arañas,
avispas que parasitan e insectos depredadores que comen los insectos
dañinos: “con los cultivos transgénicos ninguna
de estas especies ha sido dañada”.
Al insistir en que los riesgos para la salud humana no son considerables,
pues los transgénicos que se cultivan ahora son principalmente
alimentos, el doctor Federici recalcó que esta preocupación
es incentivada por la prensa, y por la falta de conocimiento científico
sobre el tema. “Nosotros sabemos que cuando la gente se come
el maíz transgénico la proteína insecticida
que contiene es rápidamente destruida en el estómago,
porque este es muy ácido, mientras que el estómago
de los insectos es muy alcalino, cualidad que activa y estabiliza
la toxina; además, para que la proteína funcione y
mate al insecto tiene que pegarse a él, pero en el estómago
humano no existen los receptores para que esto suceda”.
Brian Federici es pionero de la aplicación de bacterias para
el control biológico de mosquitos y líder mundial
en el desarrollo de organismos genéticamente modificados.
En los Estados Unidos es una de las voces que más ha defendido
su uso y aplicación.
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