En
un estado de 212 municipios, cuya gran mayoría figura estadísticamente
entre los más afectados en el país por la pobreza
y la marginación, la preocupación ciudadana por
vigilar cómo se administran los recursos que llegan a las
arcas de los ayuntamientos debería ser constante y permanente;
sin embargo, igual que en otros estados, en Veracruz la cultura
cívica es apenas un esbozo de lo que debería ser.
Es cierto que a muchas autoridades municipales más que
preocuparles cómo generar programas de desarrollo a largo
plazo, eficientes, que impacten verdaderamente, les preocupa que
el tiempo que tienen asegurado en el poder no sea suficiente para
hacer obras que se noten, avenidas y monumentos que literalmente
dejen huella; de ahí la discontinuidad y fragmentación
de planes y programas que se diluyen cada que llega una nueva
administración.
Aunque esta conducta que impide pensar en el mediano y largo plazo
ha sido una constante en el gobierno, el verdadero problema reside
en la pasividad, en la inacción de los ciudadanos frente
a las decisiones que, lo sepan o no, están afectando sus
vidas en lo social y en lo individual.
Puesto que la Universidad Veracruzana ha reconocido la importancia
de distribuir y compartir con la sociedad el conocimiento que
tiene y genera, en 2003 inició los trabajos para poner
en marcha la Red de Investigación y Asesoría sobre
Gestión Municipal (RIA-GM), a fin de brindar apoyo a quienes
buscan hacer más eficiente la actuación del gobierno
municipal, incluyendo aquellos que están directamente relacionados
con la toma de decisiones.
Esta red sólo tendrá sentido si logra armonizar
las actividades universitarias con las prioridades del desarrollo
del estado y ayudar a los municipios a asumir con responsabilidad
los retos en cuanto a su autonomía, recursos, transparencia,
ejercicio presupuestal, beneficios sociales, impacto a los ecosistemas,
entre otros.
De especial prioridad es, asimismo, sumar a estos retos el de
ayudar a garantizar la continuidad de acciones entre periodos
sucesivos de gobierno, con el interés de lograr mejores
resultados en el mediano y largo plazo, además de fortalecer
proyectos de desarrollo municipal e impulsar el desarrollo regional
integral, para lo cual el fomento de una cultura cívica
es indispensable.
Para sentar las bases de una verdadera red de investigación
y asesoría que no se base en la improvisación, sino
en el análisis de prácticas exitosas que puedan
apoyar estos propósitos, Sergio Amante Haddad, líder
de la academia de Urbanismo en la uv y coordinador de la ria-gm,
ha dedicado su tiempo y experiencia a buscar alianzas con autoridades
municipales, aquellas que han demostrado que las buenas prácticas
administrativas son perfectamente asequibles, siempre y cuando
exista una sólida participación ciudadana y la imprescindible
voluntad política que la respalde. Entre ellas se cuentan
las del condado de Hillsborough, en Florida, con quienes la uv
realizó a finales de 2003 un encuentro para hablar de los
problemas comunes y las soluciones que ellos han propuesto y probado.
¿Cuáles
de las fortalezas que encontraron en Arlington valdría
la pena rescatar para las ciudades mexicanas en cuanto a gestión
municipal?
La primera fortaleza que yo encuentro es la figura de un gobierno
de condado que queda en un medio camino entre el gobierno estatal
y el municipal, porque tiene un área de influencia en una
región y abarca varias alcaldías o municipalidades,
el equivalente a los municipios. Esto contribuye a poner a la
gente de acuerdo –como una obligación– para
lograr aquellas obras que van a tener un impacto regional, ya
sea la economía, el mejoramiento del medio ambiente, fronteras
municipales o flujo de personas, mercancías y todo esto.
Pero lo más interesante es la forma en que ese gobierno
se estructura.
Normalmente, los gobiernos municipales que conocemos tienen una
estructura piramidal, en donde se tiene un alcalde y de ahí
se van derivando las diferentes esferas de poder, gobierno y competencia
temática. En Arlington, en cambio, existe una Junta de
Gobierno compuesta por cinco personas claramente comprometidas
con un mejoramiento, gente que tiene una visión del corto
plazo, pero también del largo plazo, gente que representa
los diferentes intereses grupales. Además, en este condado
estadounidense hay no sólo la presencia femenina en la
fuerza de gobierno, sino también de otras minorías
que están requiriendo de una atención prioritaria.
Otra diferencia en cómo se ejerce el gobierno en Arlington
es que esta Junta de Gobierno descansa en una persona, el brazo
ejecutor de las decisiones que impulsan el desarrollo. A esa figura
le llaman county manager o administrador del condado, y es quien
tiene a su cargo grupos de trabajo. Todos ellos saben de la responsabilidad
de ejercer sus funciones de cara a la gente, porque la participación
ciudadana es fundamental.
¿Cómo
hacen ellos para contrarrestar la fragmentación de tiempos
y proyectos que a nosotros tanto trabajo nos cuesta superar por
nuestros periodos gubernamentales?
Tienen un mecanismo que creo que vale la pena analizar con todo
detenimiento. Igual que en nuestro país, en Arlington el
gobierno local congrega cuerpos consultivos que son ciudadanos
con arraigo, con orgullo del lugar, con conocimiento histórico
de los sitios, dispuestos a emitir una opinión y a velar
por los intereses del usuario, del ciudadano común. La
diferencia entre ambos lugares es que esos cuerpos consultivos
en Arlington no son nada más una figura que de vez en cuando
es tomada en cuenta o que carece de la información necesaria
para cumplir realmente esa misión de representar los intereses
de la gente, al momento de ejercer la inversión pública.
Algo que encontré en el condado es que tan importante es
el secretario de medio ambiente como el de planeación,
el de obra pública o el de desarrollo económico.
Todos ellos, como los diversos grupos consultivos ciudadanos,
no sólo son importantes por la frecuencia en que entran
en diálogo con el gobierno local, sino también porque
el gobierno local designa para cada barrio de la ciudad un planificador.
Éste no concibe el desarrollo a gran escala sino a una
escala muy definida; además comprende que una ciudad no
es un gran tejido homogéneo, sino que es tan heterogénea
como cada uno de sus barrios, y esa diversidad exige de estrategias
específicas. Por ejemplo, algunos barrios, a diferencia
de otros, requieren fortalecer la economía, generar empleos,
mejorar las condiciones ambientales, preservar el patrimonio histórico
arquitectónico, ampliar las opciones de vivienda en renta,
en venta, en propiedad, en cooperativa... Creo que ahí
hay un enorme avance, porque entender la heterogeneidad de los
barrios no es fácil.
¿Y
qué papel juega la participación ciudadana?
Todo el sistema de gestión está basado sobre el
pilar de la información. Para empezar, a la gente allá
se le entrega una copia de un documento tentativo (algo así
como el plan de desarrollo del barrio) para que los grupos consultivos
sepan sobre qué van a opinar y se les hace miembros del
Colegio de Barrio, que es el organismo que agrupa los cuerpos
consultivos ciudadanos. Ahí la sociedad recibe información
no sólo sobre lo que propone el plan de desarrollo del
barrio –como son acciones, estrategias o inversiones–,
sino también sobre las condicionantes legales a las que
se tiene que sujetar; o sea, dichos datos dicen de qué
manera puede pesar la opinión ciudadana en la decisión
de gobierno si acaso los vecinos se organizan y destacan la gran
importancia del liderazgo comunitario dentro del barrio.
Al saber todo esto, la gente de Arlington ejerce ese liderazgo
con una fuerte capacidad como promotor y como gestor de las ideas,
de tal manera que no es la gente la que se tiene que acomodar
al modo en que el gobierno, desde gabinete, concibe a su manera
el desarrollo de la ciudad, sino todo lo contrario: al ciudadano
se le entrena, se le capacita, se le conciencia y se le prepara
para opinar sobre lo que más le preocupa. Por ejemplo,
hubo un caso en el que el barrio tenía una fuerte composición
asiática, de latinoamericanos y de afroamericanos, con
serios problemas de empleo permanente y sin prestaciones. Ahí
los consejos consultivos realizaron un proyecto especial para
fomentar el empleo estable y atacar ese problema en particular.
Lo que no quieren que suceda en ninguno de los barrios de Arlington
es que se conviertan en un Harlem, en un gueto o en un sitio de
marginalidad, porque saben que el conjunto de la ciudad va a sufrir
las consecuencias.
Ellos tienen un lema en el gobierno que dice que “el recurso
más importante del condado es su gente”, pero su
gente entendida en su diversidad étnica, en su procedencia
cultural y en sus aspiraciones. Y es realmente interesante verlo
con esa convicción, porque así las consultas ciudadanas
dejan de ser una simulación intrascendente –como
en algunos casos ocurre–, para convertirse en una herramienta
importante de toma de decisión que al gobierno local le
conviene en dos sentidos. Primero porque deja de ser blanco de
críticas, pues es la gente quien exige, decide, vigila
y resguarda, pero también porque es una garantía
de que en los cambios sucesivos de gobierno la gente misma velará
por una permanencia de los programas que son centrales e importantes.
Creo que este es un buen principio.
Pero
en México no hay esa tradición de información,
de participación ni de consulta ciudadana...
Bueno, hay que decir que sería injusta esa obsesiva generalización
de que los gobiernos no actúan así, decir que los
ciudadanos son escépticos y apáticos y no se involucran.
Hay claras evidencias de gobiernos que están trabajando
con una vocación social impresionante. Hay grupos sociales
que están dando muestras de que es posible conservar, por
ejemplo, las áreas de donación que normalmente se
vuelven basureros... o cuando las redes de agua no alcanzan a
abastecer lo suficiente ellos mismos pueden tomar previsiones
con cisternas, con tanques de almacenamiento, cuidando y generando
una cultura del no desperdicio y del re uso de las aguas.
Creo que en nuestro país valdría la pena premiar
y difundir las buenas prácticas de gestión municipal
y de la participación ordenada, informada, inteligente
y creativa de aquellas personas que tienen el arraigo, el orgullo
del lugar, el sentido de pertenencia y esa aspiración a
tener un hogar digno, un hogar como sitio privado y público
a la vez. Yo tengo la convicción de que tenemos mucha gente
con esa línea de pensamiento, pero hace falta enseñar
con el ejemplo.
En la Escuela de Arquitectura hay un concepto que cada vez está
resonando más: el espacio que educa, el espacio que es
sugerente de la acción colectiva, del trabajo en comunidad,
de lo que es la organización mínima para un cierto
grado de autogobierno, por ejemplo, las unidades habitacionales
multifamiliares. No hablamos de un gobierno partidista político
electoral, sino de uno que rija los destinos a través de
decisiones colectivas en temas tan elementales como qué
hacer con una basura que nos inunda, qué hacer con una
inseguridad que nos aterra, qué hacer con lugares que son
blancos de la delincuencia y la violencia urbana, en donde la
respuesta puede ser una autovigilancia entre vecinos para tener
un mínimo nivel de tranquilidad y paz mental.
Sin
embargo, las características de organización en
Arlington, además de la participación ciudadana,
reflejan una clara decisión política de planeación
que no se ve en México, una organización que permite
imaginar los escenarios que pudieran afectar la ciudad y evitar
que se presenten…
Es que en México nos damos por bien servidos con haber
logrado el estudio, el documento en papel, el plan de desarrollo
municipal con una serie de enunciados, y más si ya logramos
las negociaciones necesarias para tener el presupuesto estatal
y federal. La diferencia con Arlington es que ellos, los ciudadanos,
no se dan por satisfechos hasta ahí, entienden por ejemplo
que la organización y la participación comunitaria
es mucho más rica si es organizada, si pueden dar una opinión
informada, si hay el hábito de formar líderes comunitarios
en los barrios dispuestos a tocar las puertas de sus vecinos y
de proponer ideas en donde todo mundo abra puertas y enfrente
conjuntamente lo que es de interés común. Ellos
entienden que después de planear hay que llevar los planes
a la realidad.
¿Qué
hay de la comunicación? ¿Cómo opera en un
condado como Arlington?
De hecho, es una de sus mayores fortalezas. En el aparato de gobierno
local, en Arlington, hay dos grupos de trabajo que se comunican
pero que tienen jefaturas, colaboradores, métodos e instrumentos
distintos. Ellos son los planificadores de región y ciudad,
que ven el nivel macro de la planeación, contrario a los
planificadores de barrio, quienes llegan al nivel de problema
más específico y tienen mucho más contacto
con la gente. Esas dos estructuras son paralelas y se retroalimentan,
lo que ha dejado muy buenos frutos en aquel condado.
¿Hay
algún caso claro de acción municipal que apoye el
trabajo colectivo como estrategia de desarrollo?
Bueno, yo encontré una organización que se llama
Liderazgo en la conservación de la energía y el
diseño ambiental (leed, por sus siglas en inglés).
Este organismo no es de gobierno local, sino una asociación
civil compuesta por gente conocedora del medio ambiente y del
aprovechamiento de los recursos energéticos. Con mucha
frecuencia llega a los gobiernos locales para ofrecer estímulos
a la gente que invierte en la construcción con una actitud
inteligente, sensible a la conservación energética
y consciente del deterioro ambiental. leed revisa los sistemas
de suministro y de uso de la energía eléctrica,
de las telecomunicaciones o de los sistemas de enfriamiento y
calefacción, y trata de ver cómo pueden aplicar
ecotécnicas, mecanismos, aparatos, sistemas que hagan un
uso inteligente de los recursos energéticos. También
premia, por ejemplo, el uso máximo del edificio en las
horas hábiles del día, pero en su conjunto. Lo que
están diciendo todos sus indicadores es que no es lo mismo
hacer “al ahí se va”, que ejecutar las construcciones
con calidad, con cuidado ambiental y con una idea de que no tenemos
grandes cantidades de dinero y de que todos podemos ser partícipes
de su conservación o cómplices de su exterminio.
Creo que aquí hay un concepto muy interesante porque no
sólo los inversionistas, sino también los promotores
que hacen esos proyectos y los ejecutan, reciben una placa, un
reconocimiento y la publicidad de haber hecho las cosas bien;
además, logran importantes incentivos fiscales y una premiación
de la autoridad local que les permite agregarle un piso o dos
pisos a un edificio, lo que significa un verdadero premio. Ahí
vemos reales mecanismos para tratar de hacer una diferencia y
de generar ejemplos que ejercen un efecto multiplicador, porque
poco a poco empezamos a cambiar tendencias.
Los
ciudadanos en Arlington parecen asumir su responsabilidad cívica
dejando de lado el cómodo paternalismo que es tan común
entre los mexicanos…
No somos capaces de reconocer en nosotros mismos la facultad de
exigir, y aquí quiero ser muy claro, porque hay varias
maneras de concebir este paternalismo que tanto nos golpea. Una
es cuando papá gobierno es generoso con sus hijos –los
ciudadanos– y se muestra abierto para ofrecerles dádivas
con tal de tenerlos quietos. Ese es un paternalismo malsano, es
una filosofía prepotente y oportunista que no nos deja
los frutos que necesitamos. Sin embargo, hay otra manera aún
más nociva de entender el paternalismo, pues fomenta la
pasividad del ciudadano frente a sus gobernantes. Yo creo que
éste es más peligroso porque permite que los ciudadanos
se dejen gobernar como el gobierno quiere hacerlo.
Gracias a esta indiferencia, a la inacción, los mexicanos
no reconocemos que en nuestro país hay todo el apoyo jurídico,
el aparato normativo y todo lo necesario para poder ejercer mayor
influencia colectiva, organizada, sistemática y racional
sobre el futuro de las ciudades, los barrios, las viviendas, los
espacios públicos, las reservas territoriales, las zonas
de crecimiento. No es que no podamos exigirlo, es que no queremos
hacerlo. Basta ver cómo seguimos permitiendo que los fraccionadores
entreguen a la comunidad suelos que son los sobrantes más
residuales que puede haber, lo peor de lo peor. Hay decenas de
casos en Xalapa: unidades habitacionales que están en las
peores barrancas, en zonas inundables, en áreas de peligro
para la población, en sitios destinados al olvido y cuyo
único potencial es convertirse en basureros.
La
pregunta clave es cómo apropiarnos de esa tradición
de participación ciudadana, cómo aprender a exigir
nuestros derechos.
Yo creo que tenemos que ampliar nuestro nivel de conciencia. Debemos
entender que si nos comprometemos, todos ganamos: si gana el ciudadano,
gana el gobierno; entender que necesitamos una auténtica
participación ciudadana que conciba el camino hacia el
desarrollo, que implemente acciones concretas y dé seguimiento.
Por supuesto que esto significa un esfuerzo más allá
de la simulación.
No se trata sólo de hacer consultas públicas que
se difundan en los medios de comunicación, de fingir apertura.
Hay consultas públicas, por ejemplo, en las que nadie toma
nota de lo que dice la gente ni hay seguimiento de acciones, no
hay mecanismos para protestar, no se advierten los riesgos, no
es posible proponer acciones alternativas... y al final se ven,
francamente, como una simulación estéril para cubrir
las apariencias.
¿Qué
significa entonces participación ciudadana?
Significa tener un genuino interés por las decisiones estratégicas
que van a afectar nuestras vidas. Significa exigir que nos entreguen
el documento del plan municipal mucho antes de la consulta pública.
Significa hacer todo lo posible por conocer las leyes que nos
dan derechos como ciudadanos. Significa tomar las acciones necesarias
para premiar el liderazgo comunitario. Hay que reforzar, por ejemplo,
lo que ha sido durante muchos años una buena base de partida:
los jefes de manzana. No se trata de llamarlos únicamente
cuando son tiempos electorales, sino llegar a ellos como una forma
de descender a toda la plataforma social, a grupos que puedan
empezar a recuperar confianza y a dejar atrás el fatalismo,
el “ahí se va”.
Siempre nos quejamos de los estereotipos que presentan una figura
mexicana inmóvil, recargada en un nopal, una figura que
dice a gritos que aquí no pasa nada, que no hay cambio,
que no hay progreso ni movilidad ni expectativas, y decimos que
esto no es verdad. La credibilidad, sin embargo, se construye
con hechos.
Yo creo que lo que verdaderamente puede impactar es un esfuerzo
de las autoridades locales por construir casos prototípicos
de soluciones inteligentes para hacer más con menos, trascender
y ver que todo eso puede provocar un cambio. Por ejemplo, yo veo
como inadmisible que cada época de lluvias se declare en
todo Veracruz emergencias urbanas en Coatzacoalcos, Tuxpan, Orizaba,
Córdoba y muchas otras ciudades que son atravesadas por
ríos, como si no supiéramos que la temporada de
lluvias es cíclica y que las inundaciones ocurrirán
año tras año. Es obvio que hay sitios vulnerables
y que la gente vivirá las consecuencias de esta tragedia,
que perderá su vida o sus pertenencias o las dos cosas;
entonces ¿por qué no trabajar juntos para entender
y habituarnos a la acción preventiva?
¿Cómo es posible que una autoridad nuestra decrete
a toda una zona como reserva ecológica y que, con el tiempo,
la autoridad misma empiece a hacer excepciones a la regla? ¿No
se dan cuenta que con esa bipolaridad están perdiendo autoridad
moral? En eso hay que trabajar.
¿Pero
cómo evitar la discontinuidad y la incongruencia?
Luchando a través de todos los medios posibles por recuperar
la memoria histórica. Es que esa discontinuidad de la que
hablábamos, esa fragmentación que provocan los periodos
de gobierno es sólo una estructura administrativa. Nosotros
no tenemos por qué operar así. Cuando lo hacemos,
cuando olvidamos lo que ha pasado en otros tiempos y empezamos
de cero cada tres, cuatro o seis años, estamos tropezando
tres, cuatro y seis veces con la misma piedra. Por ejemplo, no
es posible que en San Juanico se hayan presentado dos explosiones
de consecuencias trágicas en diferentes años, ¡como
si no entendiéramos que si ocurrió una vez, y después
de eso no cambiamos las condiciones de seguridad, puede ocurrir
de nuevo! Y pasa lo mismo con muchos dramas como el de Guadalajara
con los ductos de Pemex, los derrumbes que hubo por lluvias en
Teziutlán, las inundaciones que comentaba... Son casos
que nos deben hacer entender que las malas prácticas de
planeación urbana tienen consecuencias negativas, y ese
es el punto nodal. No debemos olvidarnos de aquello que provocó
un desastre humano o simplemente nos hizo invertir mal los fondos
públicos. No podemos darnos ese lujo.
La memoria histórica también es un concepto sociológico
muy importante que nos ayuda a reconocer que todo sitio tiene
una sociedad y esa sociedad tiene una memoria histórica
y le atribuye un valor específico a cada lugar, por el
recuerdo de lo que significaron, por las vidas humanas, porque
fueron escenarios de alegría, de júbilo, de celebración,
de duelo, de la vitalidad de una comunidad. La memoria histórica
también tiene que ver con el tema de los espacios vitales,
porque hay que superar la creencia de que el desarrollo se produce
con banquetas, calles, paradas de autobús y kilómetros
de drenaje. Más que urbanizar hay que rescatar el principio
de comunidad y desde la sociología eso obliga a alimentar
la identidad de la gente, el arraigo y el orgullo del lugar. Obliga
a alimentar la solidaridad entre vecinos, la ayuda mutua y eso
logra cohesión y fortalece los nexos de integración
social que son terreno fértil para el compromiso y la participación
ciudadana.
¿Dónde
empieza esa conciencia cívica que nos dice qué hacer
y cómo hacerlo?
Yo creo que la educación tiene muchísimo que ver,
pero la educación en muchos sentidos. La educación
que hay que fortalecer desde el hogar, la formal universitaria
y también la comunitaria. Creo que un buen vector hacia
un cambio positivo en la evolución de nuestros municipios
tiene que apostarle a esos tres tipos de educación.
¿Cómo
puede la educación universitaria mejorar los esquemas de
planeación urbana?
Formando profesionistas capaces de proponer soluciones, desde
luego. Pero, además, la meta que nos hemos trazado a través
de la Red de Investigación y Asesoría para la Gestión
Municipal es comenzar a trabajar con los municipios, especialmente
con aquellos que han dado muestras de credibilidad en la institución
universitaria. Nosotros podemos hacer investigación, capacitar
a sus propios funcionarios y aportar asesoría sobre las
buenas prácticas de la planeación urbana, de la
organización vial, del mejoramiento ambiental, de la administración
de los recursos municipales. Estamos trabajando en el programa
de diplomado y postgrado en gestión municipal y aprovechando
la estructura del Implade (Institutos Municipales de Planeación
para el Desarrollo); de hecho, ya empezamos a brindar asesoría
a Córdoba, Veracruz, Boca del Río y Tlacotalpan,
esta última ciudad es patrimonio de la humanidad y orgullo
de Veracruz.
En Xalapa lo que queremos es aplicar ese principio de “educar
con el ejemplo”, mostrando cómo logramos mejores
resultados con un gobierno que le apuesta a la planeación
a profundidad y que toma en cuenta el gran papel protagónico
de los grupos cívicos organizados; así las cosas
no sólo se hacen en este periodo, sino que se garantiza
su continuidad en periodos sucesivos.
¿Arligton
es el modelo a seguir en cuanto a planeación urbana?
Bueno, en Arlington pasa algo similar a lo que pasa en el gobierno
de Hillsbrough, en Tampa, en San Diego, igual que sucede en San
José de Costa Rica y en Madrid, es decir, no estamos deslumbrados
por lo que ocurre en Estados Unidos ni hacemos caso omiso de las
diferencias, tanto históricas como económicas y
tecnológicas.
Sabemos que tenemos que hacer un esfuerzo de traducción
muy importante y muy profundo. Lo que sí podemos decir
con toda seguridad es que ni ellos ni nosotros tenemos los problemas
enteramente resueltos; por eso sentimos que podemos trabajar en
un nivel de reciprocidad, intercambio, información…
Sentimos que debemos cumplir con algo que es fundamental en la
institución universitaria: no conformarse con transmitir
conocimiento sino generar conocimiento. Es por eso que queremos
trabajar en red y enfatizar la investigación, cuestionar
lo que está ocurriendo, someter a prueba diferentes modelos
e ir logrando junto con el gobierno mejores prácticas en
la gestión municipal, prácticas que tengan siempre
esa filosofía de la continuidad.
Si
la red de gestión municipal buscará el intercambio
para traducir modelos externos de planeación urbana a nuestro
contexto nacional, será necesario encontrar puntos comunes
con esos escenarios. ¿En el caso de Arlington, qué
nos separa y qué nos une a ellos?
Nos une, por ejemplo, que tanto en Arlington como en Xalapa, además
de muchas otras ciudades del estado, hay una problemática
de conurbación que tiene implicaciones muy serias en la
creación de infraestructura para que la gente viva bien
en colectividad. El acelerado, disperso y desarticulado crecimiento
nos está ganando a nosotros y a la gente de Arlington.
Allá también hay problemas ambientales muy serios
y una marcada desigualdad social. Y es que a pesar de los esfuerzos,
las oportunidades no son iguales para todos; incluso, el tema
de la equidad se ha vuelto de especial interés para tratar
de evitar esas polaridades que derivan luego en delincuencia y
criminalidad. Estos y otros son temas comunes.
La diferencia que hay que reconocer, si queremos poner las cosas
en su justa dimensión y contexto, es que por ejemplo en
cuestión de participación ciudadana ellos ya tienen
un hábito favorable en marcha, ya tienen gente trabajando;
gente convencida de la importancia de su participación.
Ellos no están explorando ni experimentando; su convicción
es clara y sus métodos de trabajo, establecidos.
Están realmente logrando alcances que nosotros apenas queremos
incentivar, y que conste que hablo de un ejemplo que no es ni
el tecnológico ni el económico, porque desde luego,
habrá que decirlo, no es comparable el presupuesto de 2.5
billones de dólares para el condado de Hillsborough, en
Tampa, con el presupuesto de Xalapa o de Veracruz. Sin embargo,
no por eso tenemos que decir que no hay nada que hacer o que aprender.
Necesitamos entender que nos puede rendir buenos frutos el esfuerzo
de interpretar, traducir y aplicar opciones alternativas, claro,
con una lógica y memoria histórica, con un entendimiento
de nuestros propios valores culturales, realidades tecnológicas
y económicas. Sólo así vamos a lograr una
mejor calidad de vida, situaciones de mayor estabilidad y mejores
condiciones de bienestar para la población.
También debemos entender que esto no se da de la noche
a la mañana. Desgraciadamente estamos inmersos en una sociedad
de consumo donde todo se quiere con satisfacción inmediata.
Si hacemos una encuesta para saber si la gente quiere mejores
parques, más jardines, lindas y boscosas reservas territoriales
nos van a decir que sí, pero si hacemos sondeos de mayor
profundidad nos vamos a dar cuenta de que mucha gente no quiere
pagar el precio y no quiere esperar lo necesario para lograrlo.
Eso nos golpea mucho cuando se trata de hacer planes para el futuro,
pero tenemos que entenderlo y cambiarlo poco a poco, replantear
nuestros modos de trabajar hacia el desarrollo verdadero, ese
que tiene el apellido de sustentable.
Es
claro que el gobierno no está acostumbrado a hacer ese
trabajo de reinterpretación de modelos externos, de investigación
y de creación de propuestas innovadoras basadas en experiencias
foráneas. ¿Cómo puede la Universidad formar
grupos de especialistas que asuman esa responsabilidad?
Básicamente a partir de la cooperación. Primero
que nada, los especialistas tienen que reconocer que la naturaleza
compleja de los problemas obliga a la acción interdisciplinaria
y a apostarle a la organización de cuerpos académicos.
De nada sirve reconocer que hay en nuestra Universidad mentes
brillantes, si éstas brillan aisladamente. La UV está
trabajando para consolidar cuerpos académicos comprometidos,
que planifican su trabajo académico, que reconocen que
su labor está en las aulas pero también en la investigación
y en la vinculación con los gobiernos locales. Yo con mucho
orgullo puedo decir que hay grupos en el Instituto de Investigaciones
y Estudios Superiores Económicos y Sociales (IIESES) que
tienen una trayectoria muy importante en cuanto a desarrollo municipal
y desarrollo económico. Hay gente en la Facultad de Economía
que está muy a la vanguardia en cuanto a prácticas
económicas, sólidas y sustentables. Hay urbanistas
planificadores en la Facultad de Arquitectura con altos niveles
académicos, con suficiencia investigadora probada y reconocimiento
en comunidades científicas nacionales e internacionales.
Creo que el trabajo empeñoso, sistemático y continuo
de esa articulación entre Universidad y Gobierno puede
empezar a dejar frutos.
Es en ese sentido en que estamos trabajando; de hecho, estamos
llegando a los gobiernos locales a través de sus estructuras
de planeación, y trabajando con la Secretaría de
Desarrollo Social. Son dos los programas que nos interesan mucho:
Agencia hábitat del desarrollo y Observatorios urbanos,
ambos como una iniciativa nacional que nace de las Naciones Unidas.
Lo que intentamos es reconocer en los gobiernos locales la posibilidad
real de ser promotores del desarrollo sustentable y hacerles notar
que no se puede planificar, organizar a la gente ni hacer inversiones
inteligentes sin información. Es por eso que viene al caso
el programa Observatorios urbanos, en el cual se encuentran construyendo
bases de datos de la dinámica de cambio, de transformación,
de deterioro y de obras atinadas en las diferentes ciudades de
la nación.
Como uv hemos sido invitados por Sedesol (Secretaría de
Desarrollo Social) para generar estas bases de datos y compartir
recursos federales muy importantes. Con este trabajo también
estamos apostándole a una iniciativa para obtener información
digital de la cartografía del estado, labor que complementará
la nueva carrera en Geografía que ofrece a partir de este
año la UV; así podremos ampliar la base de profesionales
especializados que manejan los SIG (Sistemas de Información
Geográfica). Obviamente la informática, con su flexibilidad,
confiabilidad y capacidad de actualización permanente,
y la geografía podrán ayudarnos a actualizar las
fotografías aéreas, los planos de uso del suelo,
las condiciones de masas, árboles y vegetales del estado,
los nichos ecológicos y la infraestructura vial…
en fin, todo lo que concierne a la toma de decisiones cuando se
planifica.