Julio-Septiembre 2004, Nueva época No. 79-81 Xalapa • Veracruz • México
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Los mexicanos no reconocemos nuestra capacidad de exigir
La pasividad ciudadana, más nociva
que el paternalismo gubernamental

Edith Escalón

En la siguiente conversación, Sergio Amante Haddad, coordinador de la Red de Investigación y Asesoría sobre Gestión Municipal, presenta una serie de reflexiones en torno a la gestión municipal y a la participación ciudadana de autoridades y habitantes del condado de Arlington, cuya organización es un ejemplo de cómo lograr un verdadero trabajo de administración pública basado en el compromiso gubernamental y de los ciudadanos.
 

En un estado de 212 municipios, cuya gran mayoría figura estadísticamente entre los más afectados en el país por la pobreza y la marginación, la preocupación ciudadana por vigilar cómo se administran los recursos que llegan a las arcas de los ayuntamientos debería ser constante y permanente; sin embargo, igual que en otros estados, en Veracruz la cultura cívica es apenas un esbozo de lo que debería ser.

Es cierto que a muchas autoridades municipales más que preocuparles cómo generar programas de desarrollo a largo plazo, eficientes, que impacten verdaderamente, les preocupa que el tiempo que tienen asegurado en el poder no sea suficiente para hacer obras que se noten, avenidas y monumentos que literalmente dejen huella; de ahí la discontinuidad y fragmentación de planes y programas que se diluyen cada que llega una nueva administración.

Aunque esta conducta que impide pensar en el mediano y largo plazo ha sido una constante en el gobierno, el verdadero problema reside en la pasividad, en la inacción de los ciudadanos frente a las decisiones que, lo sepan o no, están afectando sus vidas en lo social y en lo individual.

Puesto que la Universidad Veracruzana ha reconocido la importancia de distribuir y compartir con la sociedad el conocimiento que tiene y genera, en 2003 inició los trabajos para poner en marcha la Red de Investigación y Asesoría sobre Gestión Municipal (RIA-GM), a fin de brindar apoyo a quienes buscan hacer más eficiente la actuación del gobierno municipal, incluyendo aquellos que están directamente relacionados con la toma de decisiones.

Esta red sólo tendrá sentido si logra armonizar las actividades universitarias con las prioridades del desarrollo del estado y ayudar a los municipios a asumir con responsabilidad los retos en cuanto a su autonomía, recursos, transparencia, ejercicio presupuestal, beneficios sociales, impacto a los ecosistemas, entre otros.
De especial prioridad es, asimismo, sumar a estos retos el de ayudar a garantizar la continuidad de acciones entre periodos sucesivos de gobierno, con el interés de lograr mejores resultados en el mediano y largo plazo, además de fortalecer proyectos de desarrollo municipal e impulsar el desarrollo regional integral, para lo cual el fomento de una cultura cívica es indispensable.

Para sentar las bases de una verdadera red de investigación y asesoría que no se base en la improvisación, sino en el análisis de prácticas exitosas que puedan apoyar estos propósitos, Sergio Amante Haddad, líder de la academia de Urbanismo en la uv y coordinador de la ria-gm, ha dedicado su tiempo y experiencia a buscar alianzas con autoridades municipales, aquellas que han demostrado que las buenas prácticas administrativas son perfectamente asequibles, siempre y cuando exista una sólida participación ciudadana y la imprescindible voluntad política que la respalde. Entre ellas se cuentan las del condado de Hillsborough, en Florida, con quienes la uv realizó a finales de 2003 un encuentro para hablar de los problemas comunes y las soluciones que ellos han propuesto y probado.

¿Cuáles de las fortalezas que encontraron en Arlington valdría la pena rescatar para las ciudades mexicanas en cuanto a gestión municipal?
La primera fortaleza que yo encuentro es la figura de un gobierno de condado que queda en un medio camino entre el gobierno estatal y el municipal, porque tiene un área de influencia en una región y abarca varias alcaldías o municipalidades, el equivalente a los municipios. Esto contribuye a poner a la gente de acuerdo –como una obligación– para lograr aquellas obras que van a tener un impacto regional, ya sea la economía, el mejoramiento del medio ambiente, fronteras municipales o flujo de personas, mercancías y todo esto. Pero lo más interesante es la forma en que ese gobierno se estructura.

Normalmente, los gobiernos municipales que conocemos tienen una estructura piramidal, en donde se tiene un alcalde y de ahí se van derivando las diferentes esferas de poder, gobierno y competencia temática. En Arlington, en cambio, existe una Junta de Gobierno compuesta por cinco personas claramente comprometidas con un mejoramiento, gente que tiene una visión del corto plazo, pero también del largo plazo, gente que representa los diferentes intereses grupales. Además, en este condado estadounidense hay no sólo la presencia femenina en la fuerza de gobierno, sino también de otras minorías que están requiriendo de una atención prioritaria.

Otra diferencia en cómo se ejerce el gobierno en Arlington es que esta Junta de Gobierno descansa en una persona, el brazo ejecutor de las decisiones que impulsan el desarrollo. A esa figura le llaman county manager o administrador del condado, y es quien tiene a su cargo grupos de trabajo. Todos ellos saben de la responsabilidad de ejercer sus funciones de cara a la gente, porque la participación ciudadana es fundamental.

¿Cómo hacen ellos para contrarrestar la fragmentación de tiempos y proyectos que a nosotros tanto trabajo nos cuesta superar por nuestros periodos gubernamentales?
Tienen un mecanismo que creo que vale la pena analizar con todo detenimiento. Igual que en nuestro país, en Arlington el gobierno local congrega cuerpos consultivos que son ciudadanos con arraigo, con orgullo del lugar, con conocimiento histórico de los sitios, dispuestos a emitir una opinión y a velar por los intereses del usuario, del ciudadano común. La diferencia entre ambos lugares es que esos cuerpos consultivos en Arlington no son nada más una figura que de vez en cuando es tomada en cuenta o que carece de la información necesaria para cumplir realmente esa misión de representar los intereses de la gente, al momento de ejercer la inversión pública.

Algo que encontré en el condado es que tan importante es el secretario de medio ambiente como el de planeación, el de obra pública o el de desarrollo económico. Todos ellos, como los diversos grupos consultivos ciudadanos, no sólo son importantes por la frecuencia en que entran en diálogo con el gobierno local, sino también porque el gobierno local designa para cada barrio de la ciudad un planificador. Éste no concibe el desarrollo a gran escala sino a una escala muy definida; además comprende que una ciudad no es un gran tejido homogéneo, sino que es tan heterogénea como cada uno de sus barrios, y esa diversidad exige de estrategias específicas. Por ejemplo, algunos barrios, a diferencia de otros, requieren fortalecer la economía, generar empleos, mejorar las condiciones ambientales, preservar el patrimonio histórico arquitectónico, ampliar las opciones de vivienda en renta, en venta, en propiedad, en cooperativa... Creo que ahí hay un enorme avance, porque entender la heterogeneidad de los barrios no es fácil.

¿Y qué papel juega la participación ciudadana?
Todo el sistema de gestión está basado sobre el pilar de la información. Para empezar, a la gente allá se le entrega una copia de un documento tentativo (algo así como el plan de desarrollo del barrio) para que los grupos consultivos sepan sobre qué van a opinar y se les hace miembros del Colegio de Barrio, que es el organismo que agrupa los cuerpos consultivos ciudadanos. Ahí la sociedad recibe información no sólo sobre lo que propone el plan de desarrollo del barrio –como son acciones, estrategias o inversiones–, sino también sobre las condicionantes legales a las que se tiene que sujetar; o sea, dichos datos dicen de qué manera puede pesar la opinión ciudadana en la decisión de gobierno si acaso los vecinos se organizan y destacan la gran importancia del liderazgo comunitario dentro del barrio.

Al saber todo esto, la gente de Arlington ejerce ese liderazgo con una fuerte capacidad como promotor y como gestor de las ideas, de tal manera que no es la gente la que se tiene que acomodar al modo en que el gobierno, desde gabinete, concibe a su manera el desarrollo de la ciudad, sino todo lo contrario: al ciudadano se le entrena, se le capacita, se le conciencia y se le prepara para opinar sobre lo que más le preocupa. Por ejemplo, hubo un caso en el que el barrio tenía una fuerte composición asiática, de latinoamericanos y de afroamericanos, con serios problemas de empleo permanente y sin prestaciones. Ahí los consejos consultivos realizaron un proyecto especial para fomentar el empleo estable y atacar ese problema en particular. Lo que no quieren que suceda en ninguno de los barrios de Arlington es que se conviertan en un Harlem, en un gueto o en un sitio de marginalidad, porque saben que el conjunto de la ciudad va a sufrir las consecuencias.

Ellos tienen un lema en el gobierno que dice que “el recurso más importante del condado es su gente”, pero su gente entendida en su diversidad étnica, en su procedencia cultural y en sus aspiraciones. Y es realmente interesante verlo con esa convicción, porque así las consultas ciudadanas dejan de ser una simulación intrascendente –como en algunos casos ocurre–, para convertirse en una herramienta importante de toma de decisión que al gobierno local le conviene en dos sentidos. Primero porque deja de ser blanco de críticas, pues es la gente quien exige, decide, vigila y resguarda, pero también porque es una garantía de que en los cambios sucesivos de gobierno la gente misma velará por una permanencia de los programas que son centrales e importantes. Creo que este es un buen principio.

Pero en México no hay esa tradición de información, de participación ni de consulta ciudadana...
Bueno, hay que decir que sería injusta esa obsesiva generalización de que los gobiernos no actúan así, decir que los ciudadanos son escépticos y apáticos y no se involucran. Hay claras evidencias de gobiernos que están trabajando con una vocación social impresionante. Hay grupos sociales que están dando muestras de que es posible conservar, por ejemplo, las áreas de donación que normalmente se vuelven basureros... o cuando las redes de agua no alcanzan a abastecer lo suficiente ellos mismos pueden tomar previsiones con cisternas, con tanques de almacenamiento, cuidando y generando una cultura del no desperdicio y del re uso de las aguas.

Creo que en nuestro país valdría la pena premiar y difundir las buenas prácticas de gestión municipal y de la participación ordenada, informada, inteligente y creativa de aquellas personas que tienen el arraigo, el orgullo del lugar, el sentido de pertenencia y esa aspiración a tener un hogar digno, un hogar como sitio privado y público a la vez. Yo tengo la convicción de que tenemos mucha gente con esa línea de pensamiento, pero hace falta enseñar con el ejemplo.

En la Escuela de Arquitectura hay un concepto que cada vez está resonando más: el espacio que educa, el espacio que es sugerente de la acción colectiva, del trabajo en comunidad, de lo que es la organización mínima para un cierto grado de autogobierno, por ejemplo, las unidades habitacionales multifamiliares. No hablamos de un gobierno partidista político electoral, sino de uno que rija los destinos a través de decisiones colectivas en temas tan elementales como qué hacer con una basura que nos inunda, qué hacer con una inseguridad que nos aterra, qué hacer con lugares que son blancos de la delincuencia y la violencia urbana, en donde la respuesta puede ser una autovigilancia entre vecinos para tener un mínimo nivel de tranquilidad y paz mental.

Sin embargo, las características de organización en Arlington, además de la participación ciudadana, reflejan una clara decisión política de planeación que no se ve en México, una organización que permite imaginar los escenarios que pudieran afectar la ciudad y evitar que se presenten…
Es que en México nos damos por bien servidos con haber logrado el estudio, el documento en papel, el plan de desarrollo municipal con una serie de enunciados, y más si ya logramos las negociaciones necesarias para tener el presupuesto estatal y federal. La diferencia con Arlington es que ellos, los ciudadanos, no se dan por satisfechos hasta ahí, entienden por ejemplo que la organización y la participación comunitaria es mucho más rica si es organizada, si pueden dar una opinión informada, si hay el hábito de formar líderes comunitarios en los barrios dispuestos a tocar las puertas de sus vecinos y de proponer ideas en donde todo mundo abra puertas y enfrente conjuntamente lo que es de interés común. Ellos entienden que después de planear hay que llevar los planes a la realidad.

¿Qué hay de la comunicación? ¿Cómo opera en un condado como Arlington?
De hecho, es una de sus mayores fortalezas. En el aparato de gobierno local, en Arlington, hay dos grupos de trabajo que se comunican pero que tienen jefaturas, colaboradores, métodos e instrumentos distintos. Ellos son los planificadores de región y ciudad, que ven el nivel macro de la planeación, contrario a los planificadores de barrio, quienes llegan al nivel de problema más específico y tienen mucho más contacto con la gente. Esas dos estructuras son paralelas y se retroalimentan, lo que ha dejado muy buenos frutos en aquel condado.

¿Hay algún caso claro de acción municipal que apoye el trabajo colectivo como estrategia de desarrollo?
Bueno, yo encontré una organización que se llama Liderazgo en la conservación de la energía y el diseño ambiental (leed, por sus siglas en inglés). Este organismo no es de gobierno local, sino una asociación civil compuesta por gente conocedora del medio ambiente y del aprovechamiento de los recursos energéticos. Con mucha frecuencia llega a los gobiernos locales para ofrecer estímulos a la gente que invierte en la construcción con una actitud inteligente, sensible a la conservación energética y consciente del deterioro ambiental. leed revisa los sistemas de suministro y de uso de la energía eléctrica, de las telecomunicaciones o de los sistemas de enfriamiento y calefacción, y trata de ver cómo pueden aplicar ecotécnicas, mecanismos, aparatos, sistemas que hagan un uso inteligente de los recursos energéticos. También premia, por ejemplo, el uso máximo del edificio en las horas hábiles del día, pero en su conjunto. Lo que están diciendo todos sus indicadores es que no es lo mismo hacer “al ahí se va”, que ejecutar las construcciones con calidad, con cuidado ambiental y con una idea de que no tenemos grandes cantidades de dinero y de que todos podemos ser partícipes de su conservación o cómplices de su exterminio.

Creo que aquí hay un concepto muy interesante porque no sólo los inversionistas, sino también los promotores que hacen esos proyectos y los ejecutan, reciben una placa, un reconocimiento y la publicidad de haber hecho las cosas bien; además, logran importantes incentivos fiscales y una premiación de la autoridad local que les permite agregarle un piso o dos pisos a un edificio, lo que significa un verdadero premio. Ahí vemos reales mecanismos para tratar de hacer una diferencia y de generar ejemplos que ejercen un efecto multiplicador, porque poco a poco empezamos a cambiar tendencias.

Los ciudadanos en Arlington parecen asumir su responsabilidad cívica dejando de lado el cómodo paternalismo que es tan común entre los mexicanos…
No somos capaces de reconocer en nosotros mismos la facultad de exigir, y aquí quiero ser muy claro, porque hay varias maneras de concebir este paternalismo que tanto nos golpea. Una es cuando papá gobierno es generoso con sus hijos –los ciudadanos– y se muestra abierto para ofrecerles dádivas con tal de tenerlos quietos. Ese es un paternalismo malsano, es una filosofía prepotente y oportunista que no nos deja los frutos que necesitamos. Sin embargo, hay otra manera aún más nociva de entender el paternalismo, pues fomenta la pasividad del ciudadano frente a sus gobernantes. Yo creo que éste es más peligroso porque permite que los ciudadanos se dejen gobernar como el gobierno quiere hacerlo.

Gracias a esta indiferencia, a la inacción, los mexicanos no reconocemos que en nuestro país hay todo el apoyo jurídico, el aparato normativo y todo lo necesario para poder ejercer mayor influencia colectiva, organizada, sistemática y racional sobre el futuro de las ciudades, los barrios, las viviendas, los espacios públicos, las reservas territoriales, las zonas de crecimiento. No es que no podamos exigirlo, es que no queremos hacerlo. Basta ver cómo seguimos permitiendo que los fraccionadores entreguen a la comunidad suelos que son los sobrantes más residuales que puede haber, lo peor de lo peor. Hay decenas de casos en Xalapa: unidades habitacionales que están en las peores barrancas, en zonas inundables, en áreas de peligro para la población, en sitios destinados al olvido y cuyo único potencial es convertirse en basureros.

La pregunta clave es cómo apropiarnos de esa tradición de participación ciudadana, cómo aprender a exigir nuestros derechos.
Yo creo que tenemos que ampliar nuestro nivel de conciencia. Debemos entender que si nos comprometemos, todos ganamos: si gana el ciudadano, gana el gobierno; entender que necesitamos una auténtica participación ciudadana que conciba el camino hacia el desarrollo, que implemente acciones concretas y dé seguimiento. Por supuesto que esto significa un esfuerzo más allá de la simulación.

No se trata sólo de hacer consultas públicas que se difundan en los medios de comunicación, de fingir apertura. Hay consultas públicas, por ejemplo, en las que nadie toma nota de lo que dice la gente ni hay seguimiento de acciones, no hay mecanismos para protestar, no se advierten los riesgos, no es posible proponer acciones alternativas... y al final se ven, francamente, como una simulación estéril para cubrir las apariencias.

¿Qué significa entonces participación ciudadana?
Significa tener un genuino interés por las decisiones estratégicas que van a afectar nuestras vidas. Significa exigir que nos entreguen el documento del plan municipal mucho antes de la consulta pública. Significa hacer todo lo posible por conocer las leyes que nos dan derechos como ciudadanos. Significa tomar las acciones necesarias para premiar el liderazgo comunitario. Hay que reforzar, por ejemplo, lo que ha sido durante muchos años una buena base de partida: los jefes de manzana. No se trata de llamarlos únicamente cuando son tiempos electorales, sino llegar a ellos como una forma de descender a toda la plataforma social, a grupos que puedan empezar a recuperar confianza y a dejar atrás el fatalismo, el “ahí se va”.

Siempre nos quejamos de los estereotipos que presentan una figura mexicana inmóvil, recargada en un nopal, una figura que dice a gritos que aquí no pasa nada, que no hay cambio, que no hay progreso ni movilidad ni expectativas, y decimos que esto no es verdad. La credibilidad, sin embargo, se construye
con hechos.

Yo creo que lo que verdaderamente puede impactar es un esfuerzo de las autoridades locales por construir casos prototípicos de soluciones inteligentes para hacer más con menos, trascender y ver que todo eso puede provocar un cambio. Por ejemplo, yo veo como inadmisible que cada época de lluvias se declare en todo Veracruz emergencias urbanas en Coatzacoalcos, Tuxpan, Orizaba, Córdoba y muchas otras ciudades que son atravesadas por ríos, como si no supiéramos que la temporada de lluvias es cíclica y que las inundaciones ocurrirán año tras año. Es obvio que hay sitios vulnerables y que la gente vivirá las consecuencias de esta tragedia, que perderá su vida o sus pertenencias o las dos cosas; entonces ¿por qué no trabajar juntos para entender y habituarnos a la acción preventiva?
¿Cómo es posible que una autoridad nuestra decrete a toda una zona como reserva ecológica y que, con el tiempo, la autoridad misma empiece a hacer excepciones a la regla? ¿No se dan cuenta que con esa bipolaridad están perdiendo autoridad moral? En eso hay que trabajar.

¿Pero cómo evitar la discontinuidad y la incongruencia?
Luchando a través de todos los medios posibles por recuperar la memoria histórica. Es que esa discontinuidad de la que hablábamos, esa fragmentación que provocan los periodos de gobierno es sólo una estructura administrativa. Nosotros no tenemos por qué operar así. Cuando lo hacemos, cuando olvidamos lo que ha pasado en otros tiempos y empezamos de cero cada tres, cuatro o seis años, estamos tropezando tres, cuatro y seis veces con la misma piedra. Por ejemplo, no es posible que en San Juanico se hayan presentado dos explosiones de consecuencias trágicas en diferentes años, ¡como si no entendiéramos que si ocurrió una vez, y después de eso no cambiamos las condiciones de seguridad, puede ocurrir de nuevo! Y pasa lo mismo con muchos dramas como el de Guadalajara con los ductos de Pemex, los derrumbes que hubo por lluvias en Teziutlán, las inundaciones que comentaba... Son casos que nos deben hacer entender que las malas prácticas de planeación urbana tienen consecuencias negativas, y ese es el punto nodal. No debemos olvidarnos de aquello que provocó un desastre humano o simplemente nos hizo invertir mal los fondos públicos. No podemos darnos ese lujo.

La memoria histórica también es un concepto sociológico muy importante que nos ayuda a reconocer que todo sitio tiene una sociedad y esa sociedad tiene una memoria histórica y le atribuye un valor específico a cada lugar, por el recuerdo de lo que significaron, por las vidas humanas, porque fueron escenarios de alegría, de júbilo, de celebración, de duelo, de la vitalidad de una comunidad. La memoria histórica también tiene que ver con el tema de los espacios vitales, porque hay que superar la creencia de que el desarrollo se produce con banquetas, calles, paradas de autobús y kilómetros de drenaje. Más que urbanizar hay que rescatar el principio de comunidad y desde la sociología eso obliga a alimentar la identidad de la gente, el arraigo y el orgullo del lugar. Obliga a alimentar la solidaridad entre vecinos, la ayuda mutua y eso logra cohesión y fortalece los nexos de integración social que son terreno fértil para el compromiso y la participación ciudadana.

¿Dónde empieza esa conciencia cívica que nos dice qué hacer y cómo hacerlo?
Yo creo que la educación tiene muchísimo que ver, pero la educación en muchos sentidos. La educación que hay que fortalecer desde el hogar, la formal universitaria y también la comunitaria. Creo que un buen vector hacia un cambio positivo en la evolución de nuestros municipios tiene que apostarle a esos tres tipos de educación.

¿Cómo puede la educación universitaria mejorar los esquemas de planeación urbana?
Formando profesionistas capaces de proponer soluciones, desde luego. Pero, además, la meta que nos hemos trazado a través de la Red de Investigación y Asesoría para la Gestión Municipal es comenzar a trabajar con los municipios, especialmente con aquellos que han dado muestras de credibilidad en la institución universitaria. Nosotros podemos hacer investigación, capacitar a sus propios funcionarios y aportar asesoría sobre las buenas prácticas de la planeación urbana, de la organización vial, del mejoramiento ambiental, de la administración de los recursos municipales. Estamos trabajando en el programa de diplomado y postgrado en gestión municipal y aprovechando la estructura del Implade (Institutos Municipales de Planeación para el Desarrollo); de hecho, ya empezamos a brindar asesoría a Córdoba, Veracruz, Boca del Río y Tlacotalpan, esta última ciudad es patrimonio de la humanidad y orgullo de Veracruz.

En Xalapa lo que queremos es aplicar ese principio de “educar con el ejemplo”, mostrando cómo logramos mejores resultados con un gobierno que le apuesta a la planeación a profundidad y que toma en cuenta el gran papel protagónico de los grupos cívicos organizados; así las cosas no sólo se hacen en este periodo, sino que se garantiza su continuidad en periodos sucesivos.

¿Arligton es el modelo a seguir en cuanto a planeación urbana?
Bueno, en Arlington pasa algo similar a lo que pasa en el gobierno de Hillsbrough, en Tampa, en San Diego, igual que sucede en San José de Costa Rica y en Madrid, es decir, no estamos deslumbrados por lo que ocurre en Estados Unidos ni hacemos caso omiso de las diferencias, tanto históricas como económicas y tecnológicas.
Sabemos que tenemos que hacer un esfuerzo de traducción muy importante y muy profundo. Lo que sí podemos decir con toda seguridad es que ni ellos ni nosotros tenemos los problemas enteramente resueltos; por eso sentimos que podemos trabajar en un nivel de reciprocidad, intercambio, información… Sentimos que debemos cumplir con algo que es fundamental en la institución universitaria: no conformarse con transmitir conocimiento sino generar conocimiento. Es por eso que queremos trabajar en red y enfatizar la investigación, cuestionar lo que está ocurriendo, someter a prueba diferentes modelos e ir logrando junto con el gobierno mejores prácticas en la gestión municipal, prácticas que tengan siempre esa filosofía de la continuidad.

Si la red de gestión municipal buscará el intercambio para traducir modelos externos de planeación urbana a nuestro contexto nacional, será necesario encontrar puntos comunes con esos escenarios. ¿En el caso de Arlington, qué nos separa y qué nos une a ellos?
Nos une, por ejemplo, que tanto en Arlington como en Xalapa, además de muchas otras ciudades del estado, hay una problemática de conurbación que tiene implicaciones muy serias en la creación de infraestructura para que la gente viva bien en colectividad. El acelerado, disperso y desarticulado crecimiento nos está ganando a nosotros y a la gente de Arlington. Allá también hay problemas ambientales muy serios y una marcada desigualdad social. Y es que a pesar de los esfuerzos, las oportunidades no son iguales para todos; incluso, el tema de la equidad se ha vuelto de especial interés para tratar de evitar esas polaridades que derivan luego en delincuencia y criminalidad. Estos y otros son temas comunes.

La diferencia que hay que reconocer, si queremos poner las cosas en su justa dimensión y contexto, es que por ejemplo en cuestión de participación ciudadana ellos ya tienen un hábito favorable en marcha, ya tienen gente trabajando; gente convencida de la importancia de su participación. Ellos no están explorando ni experimentando; su convicción es clara y sus métodos de trabajo, establecidos.
Están realmente logrando alcances que nosotros apenas queremos incentivar, y que conste que hablo de un ejemplo que no es ni el tecnológico ni el económico, porque desde luego, habrá que decirlo, no es comparable el presupuesto de 2.5 billones de dólares para el condado de Hillsborough, en Tampa, con el presupuesto de Xalapa o de Veracruz. Sin embargo, no por eso tenemos que decir que no hay nada que hacer o que aprender.

Necesitamos entender que nos puede rendir buenos frutos el esfuerzo de interpretar, traducir y aplicar opciones alternativas, claro, con una lógica y memoria histórica, con un entendimiento de nuestros propios valores culturales, realidades tecnológicas y económicas. Sólo así vamos a lograr una mejor calidad de vida, situaciones de mayor estabilidad y mejores condiciones de bienestar para la población.

También debemos entender que esto no se da de la noche a la mañana. Desgraciadamente estamos inmersos en una sociedad de consumo donde todo se quiere con satisfacción inmediata. Si hacemos una encuesta para saber si la gente quiere mejores parques, más jardines, lindas y boscosas reservas territoriales nos van a decir que sí, pero si hacemos sondeos de mayor profundidad nos vamos a dar cuenta de que mucha gente no quiere pagar el precio y no quiere esperar lo necesario para lograrlo. Eso nos golpea mucho cuando se trata de hacer planes para el futuro, pero tenemos que entenderlo y cambiarlo poco a poco, replantear nuestros modos de trabajar hacia el desarrollo verdadero, ese que tiene el apellido de sustentable.

Es claro que el gobierno no está acostumbrado a hacer ese trabajo de reinterpretación de modelos externos, de investigación y de creación de propuestas innovadoras basadas en experiencias foráneas. ¿Cómo puede la Universidad formar grupos de especialistas que asuman esa responsabilidad?
Básicamente a partir de la cooperación. Primero que nada, los especialistas tienen que reconocer que la naturaleza compleja de los problemas obliga a la acción interdisciplinaria y a apostarle a la organización de cuerpos académicos. De nada sirve reconocer que hay en nuestra Universidad mentes brillantes, si éstas brillan aisladamente. La UV está trabajando para consolidar cuerpos académicos comprometidos, que planifican su trabajo académico, que reconocen que su labor está en las aulas pero también en la investigación y en la vinculación con los gobiernos locales. Yo con mucho orgullo puedo decir que hay grupos en el Instituto de Investigaciones y Estudios Superiores Económicos y Sociales (IIESES) que tienen una trayectoria muy importante en cuanto a desarrollo municipal y desarrollo económico. Hay gente en la Facultad de Economía que está muy a la vanguardia en cuanto a prácticas económicas, sólidas y sustentables. Hay urbanistas planificadores en la Facultad de Arquitectura con altos niveles académicos, con suficiencia investigadora probada y reconocimiento en comunidades científicas nacionales e internacionales. Creo que el trabajo empeñoso, sistemático y continuo de esa articulación entre Universidad y Gobierno puede empezar a dejar frutos.

Es en ese sentido en que estamos trabajando; de hecho, estamos llegando a los gobiernos locales a través de sus estructuras de planeación, y trabajando con la Secretaría de Desarrollo Social. Son dos los programas que nos interesan mucho: Agencia hábitat del desarrollo y Observatorios urbanos, ambos como una iniciativa nacional que nace de las Naciones Unidas. Lo que intentamos es reconocer en los gobiernos locales la posibilidad real de ser promotores del desarrollo sustentable y hacerles notar que no se puede planificar, organizar a la gente ni hacer inversiones inteligentes sin información. Es por eso que viene al caso el programa Observatorios urbanos, en el cual se encuentran construyendo bases de datos de la dinámica de cambio, de transformación, de deterioro y de obras atinadas en las diferentes ciudades de la nación.

Como uv hemos sido invitados por Sedesol (Secretaría de Desarrollo Social) para generar estas bases de datos y compartir recursos federales muy importantes. Con este trabajo también estamos apostándole a una iniciativa para obtener información digital de la cartografía del estado, labor que complementará la nueva carrera en Geografía que ofrece a partir de este año la UV; así podremos ampliar la base de profesionales especializados que manejan los SIG (Sistemas de Información Geográfica). Obviamente la informática, con su flexibilidad, confiabilidad y capacidad de actualización permanente, y la geografía podrán ayudarnos a actualizar las fotografías aéreas, los planos de uso del suelo, las condiciones de masas, árboles y vegetales del estado, los nichos ecológicos y la infraestructura vial… en fin, todo lo que concierne a la toma de decisiones cuando se planifica.