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El reconocimiento ofi cial del derecho a la pertinen
cia cultural en la educación superior lleva consigo un
intenso debate no sólo sobre la necesidad o no de crear
nuevas universidades “indígenas”, sino asimismo sobre
el desafío de generar de forma dialógica y negociada
nuevos perfiles profesionales para estas instituciones
novedosas. Los perfiles convencionales y disciplinarios
de profesionistas formados en las universidades occidentales no han ofrecido campos laborales acordes a
las necesidades de la juventud indígena, sino que han
promovido explícita o implícitamente la emigración y
asimilación a nichos laborales urbanos y mestizos. Por
ello, los nuevos perfiles profesionales con los que están
experimentando proyectos-piloto como la UVI han de
responder a un doble desafío, al que las instituciones
de educación superior no se han enfrentado aún: al
desafío de desarrollar carreras flexibles, interdisciplinarias y profesionalizantes que aún así sean local
y regionalmente arraigables, útiles y pertinentes no
sólo para los estudiantes, sino también para sus comunidades. En este sentido, las primeras generaciones
de jóvenes que estudian en la UVI se van convirtiendo
paulatinamente –y gracias a sus prácticas y proyectos
implementados in situ desde el inicio de sus estudiosen protagonistas y creadores de sus propias prácticas
profesionales futuras.
Aunque cualquier evaluación al respecto es demasiado prematura, ya se puede destacar su activo papel
de intermediarios que desempeñan en sus comunidades. Surge así una nueva generación de portadores y
articuladores de saberes tanto académicos como comunitarios, tanto indígenas como occidentales, quienes en un futuro muy próximo tendrán que apropiarse
de su papel de “traductores” que gestionan, aplican
y generan conocimientos procedentes de mundos
diversos, asimétricos y a menudo antagónicos, pero
cada vez más estrechamente entrelazados. Consideramos que la etnografía doblemente refl exiva esbozada
e ilustrada aquí para el caso del aún inconcluso proyecto InterSaberes nos ofrece pistas metodológicas para
combinar la necesaria orientación dialógica y colaborativa de nuestras investigaciones comprometidas con
los actores y movimientos sociales con una también
necesaria aportación crítica y transformadora de las
prácticas de estos actores, de sus tramas organizativas
y de sus inserciones institucionales. Una etnografía
reflexiva que incluye una mirada hacia la sintaxis de
las estructuras del poder contribuye así a acompañar
a los actores en sus itinerarios de movilización y reivindicación discursiva, pero también de interacción
vivencial y de transformación práctica, que los sitúa
de forma muy heterogénea entre culturas, entre saberes y entre poderes.
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