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ENTRE LIBROS
La huelga de Río Blanco (1907-2007),
de Bernardo García Díaz (coord.)
Agustín del Moral*
• Bernardo García Díaz (coordinador), La huelga de
Río Blanco (1907-2007), Editora de Gobierno del Estado
de Veracruz, uv, sev, 2007, 298 pp.
¿Hay un tiempo que concentra, condensa y decanta
innumerables momentos sociales? ¿Hay un espacio en
el que confluyen las vicisitudes, los azares, el destino de
varios espacios sociales? ¿Hay generaciones que recogen,
cifran y enarbolan los intereses, las necesidades,
los anhelos, las aspiraciones, en fin, la vida de generaciones
precedentes y, en cierto sentido, la de generaciones
venideras, amén, por supuesto, de la suya propia?
Si tal tiempo, si tal espacio, si tales generaciones
existen, a fines del siglo xix el valle de Orizaba fue el
asiento y el escenario de una de ellas. A los escasos habitantes
naturales de esta región se sumaron, por un
lado, extranjeros procedentes de Francia, Inglaterra,
Alemania y España, y por otro, connacionales provenientes
de los estados de México, Puebla, Tlaxcala,
Oaxaca, Guanajuato, Michoacán y Querétaro. Los
primeros, particularmente los franceses, traían a cuestas
una cultura y una economía derivadas del manejo
del ganado lanar; traían, además, el capital necesario
para instalar en el valle las que inmediatamente
pasaron a ser dos de las más importantes empresas
de la industria textil del país. Los segundos traían a
cuestas, por su parte, sus raíces individuales, sociales y
culturales; indígenas de la Mixteca, obreros del valle
de México y de la capital del país, campesinos y tejedores
de Puebla, campesinos-obreros de Tlaxcala,
todos ellos, sin embargo, emigraron para hacer frente
a una realidad que, en sentido estricto, los obligó a
asimilar sus raíces a una nueva sociedad y a una nueva
cultura, sobre todo en materia laboral y organizativa.
A todos ellos los hacía confluir la política económica
del gobierno de Porfirio Díaz, empeñado en hacer del
país un país moderno, dueño de una economía industrializada,
con todo lo que básicamente implicaba:
la atracción de capital extranjero y la liberación de
mano de obra nacional.
Desde la perspectiva del materialismo histórico,
el valle de Orizaba pasó a convertirse, así, en un
verdadero laboratorio social. Todo aquel proceso de
constitución del capital del que nos habla la economía
política clásica, a raíz del cual surgen dos grandes
clases sociales que poco a poco van ocupando el
escenario mundial: la burguesía y el proletariado, fue
tomando forma en el valle de Orizaba. Ahí se vio el
cumplimiento de varios de los asertos que sostiene
esta misma disciplina económica: el hecho de que el
capital no tiene nacionalidad ni conoce fronteras; el
hecho de que la quiebra de una economía familiar
en Barcelonnette, Francia, puede tener repercusiones
sobre la economía regional de la Pluviosilla veracruzana;
el hecho de que, en su proceso de constitución,
el capital va uniformando, con todas las especificidades
del caso, la realidad de todos y cada uno de los
rincones del mundo.
El proceso de constitución del capital es, sin embargo,
antes que nada y por encima de todo, un proceso social, un proceso que toma forma en y a través
de hombres de carne y hueso. Son ellos los que, al
salir en defensa de sus intereses y sus necesidades, aceleran,
frenan o trastocan el proceso de constitución
del capital. Fueron los franceses, los ingleses, los españoles
y los alemanes los que, al salir en defensa de
sus necesidades y sus intereses, aceleraron el proceso
de constitución del capital en tierras pluviosas y, desde
el interés del gobierno de Porfirio Díaz, los que
aceleraron el proceso de industrialización de nuestro
país. Fueron los habitantes del valle de Orizaba y los
migrantes de otros estados del país los que, al salir en
defensa de sus necesidades y sus intereses, pusieron en
jaque al capital y, así haya sido en el espacio de unos
cuantos días, trastocaron su proceso de constitución y
pusieron en entredicho la política económica del gobierno
del dictador.
De nueva cuenta, un escenario clásico se dibujó
sobre el valle de Orizaba. El escenario que, a falta de
un mejor término, los dogmáticos seguiremos llamando
la lucha de clases. Por un lado, el capital buscando
obtener las más altas cuotas de plusvalía, con jornadas
de trabajo de doce horas, reglamentos de trabajo a
todas luces injustos, salarios de miseria y tiendas de
raya. Por otro lado, el trabajo buscando obtener mejores
condiciones laborales, salariales y de vida. Del
lado de la clase obrera apareció, en su apoyo, otro
elemento indispensable en estos escenarios: la ideología,
asumiendo la forma del anarcosindicalismo y
sus Grandes Círculos de Obreros Libres o del protestantismo
y su acento en la educación y la democracia.
Del lado de la burguesía apareció, de igual manera, el
gobierno porfirista, que, luego de mediar en el conflicto
y de reconocer el carácter injusto del paro patronal,
terminó por inclinarse de este lado y por ordenar la
sangrienta represión con que culminó el conflicto.
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