PALABRA CLARA
Una literatura embargada1
Edward W. Said
Traducción de Irlanda Villegas
Edward W. Said (1935-2003). Teórico literario palestinoestadounidense,
crítico de la cultura, activista.
Fue profesor de Literatura Comparada en la
Universidad
de Columbia y se le considera uno de los fundadores
de la teoría poscolonial.
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Edward W.Said |
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Ocho años antes de que Naguib Mahfuz ganara el
Premio Nobel de Literatura, uno de los principales
editores de Nueva York, afamado por su mente
abierta y sus opiniones liberales, me pidió que le sugiriera
algunas novelas de países del Tercer Mundo, con
la idea de traducirlas para conformar una serie que se
le había ocurrido. Encabezaban la lista que le di dos o
tres obras de Mahfuz. Por aquel entonces ninguna de
ellas circulaba en los Estados Unidos. Aunque es cierto
que podía conseguirse uno que otro libro del maestro
egipcio en Inglaterra, ninguno de ellos se había ganado
aún el derecho de admisión a la Unión Americana,
mientras que en Europa sólo conocían sus textos un
puñado de estudiantes de árabe. Algunas semanas más
tarde, traté de indagar si habían escogido alguna de las
novelas y lo único que obtuve por respuesta fue que
no se harían traducciones de Mahfuz. Cuando pregunté
por qué, se me respondió con una frase que me ha
dado vueltas en la cabeza desde entonces: “La cuestión
–se me dijo– es que el árabe es una lengua polémica”.
Lo que el editor quiso decir a ciencia cierta, hasta
la fecha sigue resultándome poco claro, pero el hecho
de que los árabes y su lengua, de cierta manera, no
fueran lo suficientemente respetables y, por lo tanto,
resultasen peligrosos, sospechosos e inaccesibles me
era bastante evidente ya en ese entonces y, lamentablemente,
también ahora. Porque entre las principales
literaturas del mundo, la árabe sigue siendo más o
menos desconocida y no se lee en Occidente, debido
a razones muy peculiares e incluso dignas de llamar
la atención, en una época en la que el gusto por lo
no europeo se ha desarrollado como nunca y –lo que
es aún más comprometedor– en una época en la que
la literatura árabe contemporánea atraviesa por una
coyuntura particularmente interesante.
Un síntoma curioso de la disparidad entre la atención
prestada a la literatura árabe y la curiosidad que
despiertan otras literaturas más allá del mundo flanqueado
por el Atlántico puede observarse en el trato
concedido a Mahfuz y a su obra en lengua inglesa
después de que recibiera el Nobel en 1988. Doubleday
adquirió los derechos de buena parte de su obra y
en 1990 empezó a dar a conocer algunos de sus cuentos
y novelas, incluida la primera parte de su obra
maestra, la Trilogía de El Cairo,2 en ediciones aparentemente
nuevas. En realidad, con una sola excepción,
las traducciones eran exactamente las mismas que se
podían conseguir hasta entonces en Inglaterra; algunas buenas, pero la mayoría
de ellas más bien mediocres e
incluso pobres. Quedaba claro
que la idea era capitalizar su
recién adquirida fama y ganar
mercado a costa de ella, pero
nunca al precio de volverlo a
traducir.
Segundo punto –todavía
más sintomático, al punto de
rayar en el absurdo–: aparecieron
unas cuantas notas biográficas sobre Mahfuz en varias
revistas norteamericanas, entre
las cuales se encontraban Vanity
Fair, The New Yorker y The New
York Times Magazine. Lo cierto
es que se trataba del mismo artículo
reescrito una y otra vez.
En cada ocasión se mencionaba
lo mismo: cuál era su café
favorito, cuán modesto era el escritor en cuestión, su
postura con respecto a Israel (en la segunda oración de
su artículo sobre el Premio Nobel, The New York Times daba a conocer, en un gesto de gran consideración, la
opinión del cónsul israelí en Nueva York), su tranquila
vida ordenada y en extremo sencilla. Sin excepción alguna,
los autores (entre ellos algunos ensayistas de cierto
prestigio) dieron fe de su ingenuidad acerca tanto
de los árabes como de la literatura árabe. (En The New
Yorker, Milton Viorst se atrevió a expresar su opinión
personal: “el árabe, una lengua imprecisa, requiere
que la mayoría de los escritores se vean obligados a elegir
entre la poesía y la claridad”.) Todos coincidían en
ver a Mahfuz a un tiempo como un personaje híbrido
de cierta rareza cultural y como un símbolo político.
Poco se mencionó, por ejemplo, acerca de sus logros
formales o del lugar que ocupa en el conjunto de la
literatura moderna.
Tercera consideración, toda vez que ya ha pasado
la tremolina del premio: Mahfuz ha dejado de ser objeto
de discusión, sin haber provocado ni siquiera que el
más osado o curioso crítico
se aventurara a indagar qué
otros escritores de lengua árabe valen la pena. Porque,
a fi n de cuentas, ¿de dónde
proviene Mahfuz? Uno no
puede dejar de pensar que
una de las razones para
este extraño orden de cosas
estriba en el arraigado
prejuicio contra los árabes
y el Islam que sigue atrincherado
en la cultura occidental
y, en especial, en la
estadounidense.
1 Anuradha Dingwaney y Carol Maier (eds.), “Embargoed Literature”,
Between Languages and Cultures. Translation and Cross-Cultural
Texts, University of Pittsburgh Press, Pittsburgh y Londres, 1995, pp.
97-102.
2Se trata del Palacio del deseo, 1987, a la cual le siguieron
Entre dos palacios (1991) y La azucarera (1999), todas traducidas del árabe por Eugenia Gálvez Vázquez y publicadas por Alcor en
México. [T.]
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