Editorial
En la revista Letras Libres de febrero pasado apareció un artículo de Mario Vargas Llosa titulado “La civilización del espectáculo”, donde enjuicia con severidad el hecho inobjetable de la creciente “banalidad de la cultura” en la sociedad globalizada. En él se argumenta que la cultura y el arte están sometidos a una acelerada degradación debido a las exigencias de la frivolidad y el pasatiempo. El canon imperante es el de la intrascendencia y la diversión como objetivos.
La discusión de estos problemas trasciende las opiniones de Vargas Llosa para situarnos frente a la creciente incertidumbre que desde hace años viene resintiendo un porcentaje cada vez mayor de escritores, intelectuales e investigadores ante la caída gradual de los valores ecuménicos de Occidente y su temor a ser desplazados del sitio privilegiado de que gozaban en los centros urbanos. Dicha reacción contrasta con el entusiasmo de los años sesenta y setenta del siglo XX, cuando en distintos foros se aprobaba el derecho a reconocer sin prejuicios el gusto popular como una de las conquistas de las revueltas juveniles del 68.
Estas observaciones vienen al caso para entender la movilidad de nuestra revista, que sin evadir los actuales condicionamientos de la cultura, procura conjuntar el tono lúdico y el de la seriedad, suprimiendo así las disyunciones de estos términos. En el número 8, por ejemplo, reunimos en las mismas páginas la presencia relevante del poeta Ernesto Cardenal y la del joven ensayista Alfonso Colorado, y conectando los extremos está Marco Tulio Aguilera Garramuño, uno de los mayores exponentes de la literatura erótica en Hispanoamérica. A modo de evocación figura el ensayo de Omar González sobre La rueca de Onfalia, la novela póstuma de Juan Vicente Melo. Mientras que en la sección Estado y Sociedad hay un ajuste de cuentas con la Revolución Cubana, del historiador Armando Chaguaceda, y una sombría advertencia en la colaboración de Luisa Paré: “El agua en Veracruz”. El área de Artes incluye el discurso que pronunció la doctora Ida Rodríguez Prampolini en la entrega de la Medalla de Oro Bellas Artes como digno reconocimiento a sus méritos académicos, y el recorrido convulsivo de Renée Clémentine Lucien a través de la obra de Wifredo Lam, André Breton y Aimé Césaire.
En esta ocasión el dossier está dedicado al excelente ceramista Gustavo Pérez, cuya obra tiene un amplio reconocimiento internacional y es referencia obligada de la producción artística generada en Xalapa, al igual que las contribuciones fotográficas del colectivo El Izote y de Iris Aburto que integran esta entrega.
Si la diversión es el centro motor de la vida actual, La Palabra y el Hombre se une a este gozo pero desde la responsabilidad compartida con la cultura crítica, que continuará ejerciendo su magisterio pese a la abrumadora producción de objetos desechables.
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