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El
gigante detrás del Sputnik 1
Alfredo Magaña Jattar (Facultad
de Física) |

Serguei
Pávlovich Korolev.
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En
cierta ocasión, Sir Isaac Newton escribió: “A
la hermosa hada que me ha llevado de la mano a reencontrar tantas
imágenes en el hechizo de estas tierras altas. Si he visto
más lejos que otros, ha sido por estar parado sobre hombros
de gigantes”.
Sin duda, el Sputnik debió estar parado en los hombros
de un gigante.
Y no podemos sólo pensar en el inmenso cohete que lo llevó,
junto con los sueños de una gran parte de la humanidad, a
la antesala de la exploración de un universo de extensión
prácticamente infinita. Sino también en el genio creador
que hizo el sueño realidad.
Serguei Pávlovich Korolev nació el 12 de enero de
1907 en la ciudad de Zhitomir, Ucrania. Desde joven mostró
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interés
en la aeronáutica y la exploración espacial. En 1922
ingresó al instituto tecnológico de Kiev. Dos años
después se unió al Instituto Superior de Tecnología
Bauman de Moscú, el símil ruso del renombrado Instituto
de Tecnología de Massachusetts (MIT), de donde se graduó
en 1929. En adelante, fue director de diversos grupos de investigación
e hizo numerosas contribuciones diseñando y construyendo
los primeros aviones propulsados por motores a reacción,
así como los primeros motores cohete de combustible líquido.
Korolev y su equipo de jóvenes ingenieros estaban a la vanguardia
en el desarrollo de la tecnología de cohetes. Desgraciadamente,
toda esta innovación pareció sospechosa al gobierno
soviético. Stalin ordenó el encarcelamiento de Korolev
y de gran parte de su equipo en 1938 bajo el cargo de “sabotaje”.
Al término de la Segunda Guerra Mundial, el avance alemán
mostrado en los cohetes V2 hizo que Korolev fuera liberado. El gobierno
le comisionó el estudio de los cohetes alemanes. Más
tarde, con el advenimiento de la era nuclear, su misión fue
desarrollar un cohete capaz de transportar la nueva bomba hasta
Estados Unidos.
En 1957, el poderoso cohete, denominado R7, estaba listo. Pero Korolev
nunca perdió de vista su verdadero objetivo. En 1956 había
conseguido el permiso del gobierno soviético para llevar
adelante su programa de satélites artificiales. Fue entonces
cuando encomendó a su equipo de ingenieros la construcción
del primer satélite artificial, llamado en código
Objeto D.
Este satélite pesaría entre mil y mil 500 kg., iría
cargado con cerca de 300 kg. de equipo científico y debería
estar terminado para lanzarse durante el año geofísico
internacional (1957-1958).
Sin embargo, Objeto D era un artefacto extremadamente complejo y
su construcción avanzaba más lentamente de lo previsto.
Ante esto, Korolev decidió construir un satélite más
simple en cuanto a la instrumentación que llevaría
a bordo, pero que de igual forma lograría ser puesto en órbita. |
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El
nacimiento del Sputnik 1
Sputnik se diseñó con forma esférica. Tenía
58 centímetros de diámetro, era de aluminio de dos
milímetros de espesor y pesaba 58 kg. Poseía cuatro
antenas que medían entre 2.4 y 2.9 metros. En su interior
se alojaba un transmisor de radio que emitía una característica
sucesión de pulsos de 0.4 segundos de duración y que
al ser captados por un radio receptor producían un intermitente
bip. El transmisor no sólo emitía los históricos
pulsos, sino que además transmitía datos sobre la
densidad de la atmósfera superior, así como de |
la
propagación de las ondas de radio en la ionosfera terrestre.
Las señales podían ser captadas en las frecuencias
de 20 y 40 megahertz.
El satélite estaba lleno de nitrógeno a una presión
mayor que la del medio que lo rodeaba. Un sensor tomaba entonces
lecturas constantes sobre la temperatura en su interior. En caso
de que el satélite fuera golpeado y perforado por meteoritos
pequeños, se podría observar, ante la repentina pérdida
de presión, un cambio en la lectura del termómetro.
Este fue, de hecho, el primer detector de micrometeoritos.
El 4 de octubre de 1957, el mundo supo la sorprendente noticia:
el Sputnik, primer satélite artificial de la humanidad, estaba
en órbita. Pasó sobre las principales ciudades del
mundo y su distintivo bip fue escuchado por cualquier persona que
poseyera un radio.
El pequeño satélite funcionaba con baterías
por lo que su vida fue corta. Transmitió durante tres semanas
y cayó de nuevo a la atmósfera terrestre después
de haber permanecido 92 días en órbita y dado mil
400 vueltas alrededor del planeta.
Después del éxito del Sputnik, el comité
del premio Nobel quiso otorgarle el distintivo al hombre que estaba
detrás de tan grandiosa y maravillosa hazaña. Sin
embargo, la guerra fría hizo imposible que Korolev recibiera
su tan merecido reconocimiento. La inteligencia soviética
tenía conocimiento de los planes de la cia de asesinar al
hombre encargado del programa espacial soviético, por lo
que su identidad se mantuvo en secreto.
Tristemente, el mundo nunca conoció su rostro ni su nombre
hasta su muerte en 1966.
A Korolev y su brillante equipo de ingenieros también se
les debe la puesta en órbita del primer ser vivo, la perrita
Laika, y del primer ser humano, Yuri A. Gagarin. La llegada de las
primeras sondas espaciales a la Luna, Venus y Marte, así
como la creación del cohete que ha demostrado ser el más
confiable y seguro del mundo: el R7.
Sirva este artículo de mínimo homenaje póstumo
a tan insigne científico ucraniano. svezda@hotmail.com. |
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