Año 3 • No. 101 • mayo 12 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Páginas Centrales

 Información General

 Reg. Veracruz-
 Boca del Río

 Reg. Poza Rica-Tuxpan

 Date Vuelo

 Arte Universitario


 Halcones en Vuelo


 Contraportada


 Números Anteriores


Créditos

 

 

 

 


¿ Había?..Cuentan que había
Segunda y última parte

Decíamos la semana pasada que había un pueblo que no conocía el Teatro, pero que sentía que era de gran tono la realización de un festival, por lo mismo, pronto se realizó el primer concurso teatral. El rey inauguró el evento y después se fue. El teatro que se había construido con poco y bajo presupuesto aunque con grandes ambiciones, lució flamante únicamente mientras duró la inauguración, después la gente que comía durante las funciones se encargó de ir deteriorándolo. Como nadie mencionó la iluminación, la escenografía, ni el vestuario, en el presupuesto no se contempló, por lo que los grupos se las arreglaban como podían, simulando los objetos que
necesitaban en sus obras, iluminando con algunos focos que se habían encontrado por allí, de preferencia de colores para que luciera mejor, y poniéndose cualquier indumentaria extraña de la tía o la abuelita.

El público era escaso porque tampoco había fondos para promover el evento, pero eso sí, muy selecto: familiares y amigos de los que participaban. La competencia inició y durante 12 días se presentaron cinco puestas en escena cada día. Como jurados del concurso se invitó a tres reconocidísimas personalidades del teatro: un ciego, un sordo y un mudo, entre los tres debían decidir quién era el merecedor del premio. Al final de cada función la gente aplaudía de igual manera a todo lo que se presentaba, porque se había repartido un volante que decía: “Es de la mejor educación aplaudir al término de… además el artista vive del aplauso”. Y como ese pueblo era sumamente solidario, aplaudía mucho queriendo procurar a sus artistas.

Se presentó de todo, claro, todo lo que podía presentar un pueblo en el que nunca había existido Teatro. Algunos de los que representaban personajes querían lucir su belleza, otros su sabiduría, otros no entendían cómo es que estaban allí, otros querían ser ingeniosos o chistosos, simpáticos mínimamente. Los directores se jalaban los pelos, cuando los tenían, cuando no, animaban y estimulaban a sus actores diciéndoles que eran los mejores, que seguro iban a ganar. Al finalizar cada presentación la gente salía a tomar aire mientras se preparaba la siguiente. No se veía ni muy contenta ni desanimada, procuraba comentar de otra cosa, del clima del pueblo por ejemplo, cuyas variaciones en un sólo día eran de lo más variopinto y digno de comentar. En el fondo de cada uno rondaba la idea: “¿Estará bien o estará mal esta obra? A mí no me dice nada lo que acabo de ver, pero igual es por que no sé nada”. Y el tiempo pasaba con la esperanza de que llegara algo que realmente los asombrase… pero… nomás era el tiempo el que pasaba.

¿Se acuerdan del niño? ¿El que quería saber qué era el Teatro y que tenía que seguir el consejo de un anciano? Pues resulta que el niño, que ya no lo era por el inevitable paso del tiempo, por fin creyó encontrar lo que tanto había buscado: un actor. Un día se detuvo al ver a un hombre que sentado dentro de un círculo dibujado con tiza señalaba y veía hacia un punto donde aparentemente no había nada. Lo miró, se sentó y esperó largo rato, cuando el hombre salió del círculo el ahora joven le preguntó:
¿Qué haces?
– Ensayo una obra de teatro.
– ¿Eres actor?
– No. Intento llegar a serlo.
– ¿Y qué estabas haciendo?
– Viendo la luna. Mi maestro dice: “Yo puedo enseñarte cómo apuntar tu dedo hacia la luna. Pero la distancia de tu dedo a la luna es responsabilidad tuya” ¿Dime tú has visto la luna mientras yo señalaba?
– He visto y he sentido muchas cosas mientras te veía.
Entonces recordó las palabras del anciano: “No hay nada igual. Es fascinante”. Y le propuso a aquel hombre trabajar juntos. El hombre aceptó. Aunque seguía sin considerarse un actor. Se decía: “Esta vez he llegado a causar algo, sin
embargo el joven no ha visto la luna, debo seguir intentándolo hasta perfeccionar este arte. Tal vez nunca lo logre pero usaré mi vida para intentarlo”.

Finalmente, el jurado deliberó un día entero. Cuando llegaron los jueces al escenario había muchísima expectación por conocer el veredicto, todos callaron, nadie sabía lo que iban a decir, por supuesto el mudo no podía decir nada, así que para fines prácticos uno de los otros habló: “Haciendo uso de las atribuciones de ser jueces, pero sobre todo porque nuestro fallo es inapelable, declaramos desiertos todos los lugares… excepto el primero que es por unanimidad un rotundo empate entre todos los participantes.

Después de haberle bajado la sangre al suelo a toda la audiencia, le volvió a subir al instante. Llenos de júbilo se abrazaban y felicitaban hablando de todos los signos y símbolos que había en sus puestas en escena, de la creatividad que tenían para actuar, dirigir y hacer todo lo relacionado con el Teatro. Estaban felices, nadie envidiaba a nadie y todos estaban muy entusiasmados porque habían ganado el privilegio de ser reyes por una hora. En ese instante, el rey mismo dando un banderazo les tomó el tiempo de su reinado. Todos estaban muy felices felicitándose y el tiempo pasó como agua. Pasada la hora, el rey dijo: “El tiempo ha concluido, espero que hayan disfrutado su premio, felicidades a todos. Los quiero”.

Después de un profundo silencio, todos volvieron a la normalidad, en voz baja se oían comentarios como: “Es que no estamos acostumbrados a la fama”, “se fue volando”, “ya tengo qué contarles a mis nietos”, “mañana seguro sale mi foto en el periódico”.

Desde entonces, cada año puntualmente se organiza este concurso, sembrando el entusiasmo y la alegría en la gente del pueblo.

Del niño que se hizo joven y el hombre, nadie supo, pero todos tienen la esperanza de que un día regrese a este pueblo y se inscriba en el famoso concurso.
Fin