Año 3 • No. 105 • junio 9 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
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Escribo para dejar una huella de mis experiencias vitales:
Da Jandra
Iván Javier Maldonado Rosales


Leonardo Da Jandra.
Ante la depredación que ha instaurado el mercado editorial, que ha aniquilado la creatividad y convertido a los escritores en seres soberbios, envidiosos y esclavos de sus demonios, el creador debe ser humilde, reconocer el talento de los demás, no creerse único ni abrigar resentimientos y ejercer la autocrítica, quitar las partes farragosas que no posibilitan el diálogo con el lector, aseguró el escritor y filósofo Leonardo Da Jandra.
Durante una conferencia que ofreció el 31 de mayo, como parte de su estancia en Xalapa (la cual fue posible por la colaboración entre la Escuela de Escritores de Veracruz y la UV), Da Jandra criticó duramente el paternalismo menospreciador, ya que el dar tiene una dimensión
divina, sublime, y no deber ser entendido como una inferiorización, un sobajamiento, a la manera de los políticos y los poderosos. Ese, recalcó, no es el significado del dar, “sino yo te doy lo mejor que tengo para que tú me correspondas con lo mejor que tienes. La magnitudde la gratitud va a determinar el grado del dar”.

A Da Jandra le gusta estar en contacto con el lector y detesta el aparato burocrático-académico –al que llama paradocracia–, que corroe las entrañas de la creatividad y convierte el proceso divino de generación estética en una abulia insufrible. Si bien se define como un hombre apasionado y polémico, no postula que lo que él escribe sea la única verdad, sino sostiene lo que dice con base en su experiencia vital. “Soy un escritor que se ha preocupado por hacer de la vida y la obra una unidad”.

Recalcó que escribe como consecuencia de su búsqueda existencial, “para dejar una marca, una huella de mis experiencias vitales”, y en ellas cuestiona todo de manera tan radical “que parece que yo tengo la única verdad: eso no es cierto. Yo estoy convencido de que apenas araño la superficie de las cosas, pero lo hago con tal intensidad que más que un rasgar, parece un arrebatar la realidad a las cosas. La gente cree que yo quiero hacer las cosas mías, buscando la verdad. No. Simplemente quiero ser de las cosas”.

Su fusión creativa con las cosas, apuntó, es una necesidad de formar “con lo que yo soy y el otro un nosotros: potenciar el yo y el tú”, única forma de lograr una permanencia en la pareja y también una relación de tolerancia.

Leonardo Da Jandra entiende a la sabiduría no sólo como una culminación de lo más divino que hay en lo humano, sino también “una combinación del privilegio del intelecto con el amor”. Y, aunque vivió experiencias vinculadas con el chamanismo, hoy critica tales prácticas. “El chamanismo es un camino perdido, truncado. Es la perfección de lo imperfecto; culmina en una lucha despiadada de poder. Lo que el chamán busca es controlar el poder”, y toda lucha de tal índole “tiende a potenciar la animalidad del hombre”. Allí no hay amor, misericordia ni compasión. Da Jandra no cree que el hombre encuentre su divinidad aniquilando al otro.

A él sólo le interesa tener la vida en su mano para tener tiempo libre que dedicarlo a la creación, hacer una cópula divina entre el ser que desea y lo deseado. Y, si bien confesó que lee más de lo escribe, apuntó que es necesario un límite y estar atento al momento en que el ser interior dice escribe y no te detengas.

Leonardo Da Jandra (Pichucalco, Chiapas, 1951) hizo estudios en Santiago de Compostela y en Madrid. Es autor de la trilogía novelística Entrecruzamientos, así como de Huatulqueños, Samahua y Arausiada; del volumen de cuentos Los caprichos de la piel, y del ensayo filosófico Presentáneos, Pretéritos y Prósteros.