Año 3 • No. 105 • junio 9 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
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La necesidad de la exigencia
o Aventuras en pañales
Roberto Benítez Contreras

Desde hace un par de semanas se está presentando en el J. J. Herrera teatro para niños, labor que, como he señalado en otras ocasiones, es de fundamental importancia. En los niños hay un público ávido por conocer, divertirse y participar, gracias a su disposición por imaginar y descubrir el mundo que los rodea, de allí que la comunicación que se puede establecer con ellos es profunda y trascendente.
Siempre ha sido y seguirá siendo muy importante hacer teatro para niños y la idea es que cada vez sea de mejor calidad, de mayor altura y con la continuidad debida; que llegue el día en que así como sabemos que todo el tiempo hay un programa en la tele, así sepamos que, en principio, cada semana se presenta una obra para niños en algún lugar y, por otra parte, que se trata cada día de mejores espectáculos.

En lo primero me parece que avanzamos, los que hacemos teatro nos damos cuenta que los papás están dispuestos a pagar porque sus niños se diviertan; con lo que se ha venido consolidando un mercado propicio y fecundo para esta actividad. En las escuelas es frecuente que se compren funciones recurriéndose a las bondades didácticas o simplemente de diversión y entretenimiento que tiene el teatro. No debiera asustarnos considerar al teatro para niños como un producto en una sociedad capitalista como la nuestra, ¿qué cosa no termina por convertirse en un producto de compra-venta? En todo caso lo que debiera preocuparnos es que el producto por el que pagamos tenga calidad.

Ahora bien, ¿cómo lograr la calidad? En principio creo que debiera ser una de las exigencias de cada grupo teatral que se presenta. Como lo señala Socorro Merlín en A los niños el mejor teatro: “…un espectáculo teatral debe tener una sola meta: la trascendencia en la vida de los niños, de un acontecimiento bello que nutra de arte su espíritu.” Sin embargo creo que no sólo basta con la buena voluntad de quien lo realiza, sino además es necesario la exigencia de quien lo recibe, es decir establecer un vínculo de comunicación entre los creadores y el público.
El pagar un boleto nos da la oportunidad de exigir un espectáculo digno.

Afortunadamente, la tolerancia y la sensatez, aunada al privilegio de la libre expresión, me han permitido expresar mis opiniones, sin perder a mis amigos y me ha hecho ganar la atención de quienes no lo son. Exigir y señalar, implica compromiso con lo que se ve, una reflexión, y análisis de lo sucedido.

El rey sin reino, de Mario Meneses, es una leve y breve historia de un rey “malo” que recobra la sensatez al casarse con una princesa (aliada a un bufón) y así, recupera su reino. Es una historia simple donde la importancia recae en la caracterización de los personajes. Simple y excesivamente austera es también la escenografía que si bien es obvio no pretende una ilustración del espacio, tampoco alcanza a sugerir ningún lugar. La música, considero, es el elemento que funciona mejor para crear ambientes. El vestuario, junto con otros recursos de utilería, cumple su función de sugerir sin definir un lugar y una época. Este espectáculo se vale de la atemporalidad sin exigirse más allá de la sugerencia. Con un ritmo generalmente acelerado, sin permitir que se caiga la atención del público, la acción viaja de un chiste a otro, sin ninguna reflexión en la gravedad de los hechos que se plantean. No hay mayor sorpresa, todo es predecible; lo que mantiene la atención son los chistoretes, a los cuales el público reacciona.

El eje principal que sostiene el interés porque permanezcamos en nuestras butacas, está en el desempeño actoral. A todas luces de entrega, entusiasmo y fuerza, que logra junto con el director presentar una caracterización de los personajes atractiva, chistosa y divertida, de allí que el público agradezca este trabajo.

Retomo el punto de la exigencia de calidad. Hay textos inteligentes para niños que dramaturgos jóvenes y viejos han creado y que sería muy bueno ver en nuestros escenarios, que contienen una mayor profundidad en su manera de ver la vida y que por supuesto los pequeños son capaces de comprender, aprender y disfrutar. La escenografía es un reto imaginativo más allá de si se tiene o no dinero para realizarla, pero pues para eso se cobra, ¿no? Así pues, éstas son mis exigencias.
Finalmente, espero que sea claro mi respeto y aprecio por el trabajo constante y continuo que realiza el grupo Corifeo.

Este grupo presenta El rey sin reino. Dramaturgia y dirección: Mario Meneses, actúan: Lorenzo Portillo, Angélica Luján, y David Estrada. Teatro J. J. Herrera.
Funciones todos los sábados y domingos de mayo y junio a las 12:30 pm.