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Ciclo: En el nombre del padre
Roberto Ortiz Escobar
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México,
DF- Durante este mes, el Departamento de Cinematografía
de la Universidad Veracruzana presenta el ciclo En el nombre
del padre, conformado por nueve filmes que van de 1967 a 2000.
Algunos llevan la firma de cineastas interesantes como István
Szabó, Bille August, Jim Sheridan, Stephen Daldry y Silvio
Caiozzi. La diversidad de estilos y personalidades en buena medida
se orientaron temáticamente a la figura paterna inscrita en
relaciones filiales atribuladas o marcos socio históricos contradictorios.
En dos cintas se plantea el problema de los padres frente a una infancia
a la deriva. Conjuntando melodrama |
y
comedia, Kramer contra Kramer (Estados Unidos, de Robert Benton)
fue una película representativa de los setenta pues abordó
de manera puntillosa e intimista la redefinición de los roles
sexuales en el matrimonio y la familia neoyorquina moderna. A Kramer
( Dustin Hoffman) le toca asumir por primera vez y durante 18 meses
la función paterna de un pequeñín abandonado
por la madre.
En el caso de Prohibido amar ( Estados Unidos, 1993, de Martha
Cooudge), un tío sobreviviente del abuso materno, deberá
poner todo su empeño y cariño para evitar el naufragio
de un sobrino huérfano que enfrenta ahora los rigores de una
abuela impositiva.
Dos filmes más nos presentan las duras influencias del autoritarismo
paterno. En la comedia La luna en el espejo ( Chile-Italia,
1990, de Silvio Caiozzi) un hijo ya maduro deberá restringirse
y someterse a los designios del viejo padre, cuya disciplina militar
repite en el espacio familiar, vigilando los movimientos del vástago
desde la cama y a través de los espejos. En las antípodas
del esquema humorístico, Carácter ( Holanda,
1957, de Mike Van Diem) nos asoma a un clima social tenebroso (la
Rotterdam golpeada por la crisis económica del 1929), cuyas
imágenes expresionistas apuntalan la relación tensa
de un hijo bastardo frente a un padre alguacil y las funestas consecuencias
parricidas.
En un tono más amable y con suma ternura, Padre (Hungría,
1967, de István Szabó) nos remite a la muerte natural
del padre, y cómo el hijo huérfano busca vasos comunicantes
que le permitan mantener vivo el ejemplo del progenitor frente a sus
nuevas circunstancias de vida. Milagro en Roma (Colombia, de
Lisandro Duque Naranjo) también nos informa de la muerte, en
este caso, de una niña de siete años y los dilemas que
enfrenta el padre y la gente de un pueblo cuando encuentran intacto
e incorrupto el cuerpo de la infante años después.
A dos realidades apabullantes se refieren Pelle el conquistador
(Dinamarca, 1988, de Bille August) y En el nombre del padre
(Estados Unidos, 1993, de Jim Sheridan). La primera, al viacrucis
que un niño y su anciano padre deberán padecer como
migrantes al abandonar Europa y aspirar a la tierra americana de la
gran promesa. La segunda se refiere a la sentencia injusta que por
varios años enfrentan un padre y su hijo al ser acusados de
terroristas irlandeses. La cárcel y la demanda de revisión
del caso ante la manipulación del aparato de justicia inglés,
permitirán el reencuentro y el reconocimiento amoroso de un
hijo hacia su padre.
La cinta de producción más reciente es Billy Elliot
(Inglaterra, 2000, de Stephen Daldry), gran éxito de taquilla
que de manera relajada y aguda nos plantea el conflicto de un niño
de once años deseoso de ser bailarín. Ante un pueblo
de mineros y los prejuicios sociales, el padre se convertirá
en el fiel de la balanza en el destino del pequeño.
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