Año 3 • No. 106 • junio 16 de 2003
Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


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Ciclo: En el nombre del padre

Roberto Ortiz Escobar
México, DF- Durante este mes, el Departamento de Cinematografía de la Universidad Veracruzana presenta el ciclo “En el nombre del padre”, conformado por nueve filmes que van de 1967 a 2000. Algunos llevan la firma de cineastas interesantes como István Szabó, Bille August, Jim Sheridan, Stephen Daldry y Silvio Caiozzi. La diversidad de estilos y personalidades en buena medida se orientaron temáticamente a la figura paterna inscrita en relaciones filiales atribuladas o marcos socio históricos contradictorios.

En dos cintas se plantea el problema de los padres frente a una infancia a la deriva. Conjuntando melodrama
y comedia, Kramer contra Kramer (Estados Unidos, de Robert Benton) fue una película representativa de los setenta pues abordó de manera puntillosa e intimista la redefinición de los roles sexuales en el matrimonio y la familia neoyorquina moderna. A Kramer ( Dustin Hoffman) le toca asumir por primera vez y durante 18 meses la función paterna de un pequeñín abandonado por la madre.

En el caso de Prohibido amar ( Estados Unidos, 1993, de Martha Cooudge), un tío sobreviviente del abuso materno, deberá poner todo su empeño y cariño para evitar el naufragio de un sobrino huérfano que enfrenta ahora los rigores de una abuela impositiva.

Dos filmes más nos presentan las duras influencias del autoritarismo paterno. En la comedia La luna en el espejo ( Chile-Italia, 1990, de Silvio Caiozzi) un hijo ya maduro deberá restringirse y someterse a los designios del viejo padre, cuya disciplina militar repite en el espacio familiar, vigilando los movimientos del vástago desde la cama y a través de los espejos. En las antípodas del esquema humorístico, Carácter ( Holanda, 1957, de Mike Van Diem) nos asoma a un clima social tenebroso (la Rotterdam golpeada por la crisis económica del 1929), cuyas imágenes expresionistas apuntalan la relación tensa de un hijo bastardo frente a un padre alguacil y las funestas consecuencias parricidas.

En un tono más amable y con suma ternura, Padre (Hungría, 1967, de István Szabó) nos remite a la muerte natural del padre, y cómo el hijo huérfano busca vasos comunicantes que le permitan mantener vivo el ejemplo del progenitor frente a sus nuevas circunstancias de vida. Milagro en Roma (Colombia, de Lisandro Duque Naranjo) también nos informa de la muerte, en este caso, de una niña de siete años y los dilemas que enfrenta el padre y la gente de un pueblo cuando encuentran intacto e “incorrupto” el cuerpo de la infante años después.
A dos realidades apabullantes se refieren Pelle el conquistador (Dinamarca, 1988, de Bille August) y En el nombre del padre (Estados Unidos, 1993, de Jim Sheridan). La primera, al viacrucis que un niño y su anciano padre deberán padecer como migrantes al abandonar Europa y aspirar a la tierra americana de la gran promesa. La segunda se refiere a la sentencia injusta que por varios años enfrentan un padre y su hijo al ser acusados de terroristas irlandeses. La cárcel y la demanda de revisión del caso ante la manipulación del aparato de justicia inglés, permitirán el reencuentro y el reconocimiento amoroso de un hijo hacia su padre.

La cinta de producción más reciente es Billy Elliot (Inglaterra, 2000, de Stephen Daldry), gran éxito de taquilla que de manera relajada y aguda nos plantea el conflicto de un niño de once años deseoso de ser bailarín. Ante un pueblo de mineros y los prejuicios sociales, el padre se convertirá en el fiel de la balanza en el destino del pequeño.