Año 3 • No. 109 • julio 7 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
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¿Para qué y por qué leer?
Celia Rosado(Facultad de Ciencias de la Comunicación)

La juventud, como receptora y depositaria del acervo cultural, tiene la oportunidad y la gran responsabilidad de prepararse para manejar de la mejor manera el código lingüístico, ya que este es relevante en la cultura, para la adquisición de información, instrucción, conocimientos y en última instancia, saber, en el sentido más extenso de la palabra.

La iniciación en ese proceso de construcción y trasformación de conocimientos será el leer, como
un proceso de comprensión que representa el poder de alimentarse de nuevos conocimientos, de conocer a través de los signos lingüísticos nuevos rumbos y nuevos mundos y de entablar conversaciones con otros seres mediante pensamientos afines.

Sin embargo, los niños y los no tan niños han relegado la lectura a un segundo término en sus hábitos, prefieren una hora de imágenes en la televisión que un tiempo dedicado a un libro escolar o recreativo. Leer parecería que se convirtió en sinónimo de pérdida de tiempo.

No obstante, a partir de la lectura se construye un nuevo ser, evoluciona y se consolida, por eso la inquietud de los docentes es estimular a los alumnos a leer con el propósito no sólo de adquirir nuevos conocimientos, sino además como una recreación.
Aunque desde la época de los ochenta nació la inquietud de lograr cambios en los procesos lectores, parece que continúan los métodos tradicionales para enseñar a leer, por lo tanto, se requiere redefinir los roles del docente y del alumno en ese proceso de la enseñanza.
Las estrategias didácticas de estímulo a la lectura no sólo tienen como propósito la extracción de información específica de un libro, sino también pretenden un valor comunicativo, es decir, que la finalidad sea interpretar, criticar, valorar y trascender el mensaje del contenido.
En 1962, el filósofo italiano Umberto Eco introdujo en el discurso de nuestra cultura occidental la noción de “obra abierta”. El concepto de Eco ha desarrollado la problemática sobre la función del lector en lo que llamamos literatura, en donde asume una actitud activa ante el texto literario.

Eco establece que la obra viene a ser el producto de una lectura y de un texto; la lectura “crea” la obra en el momento en que entran en relación un lector y un texto escrito. Con esta base conceptual, de la que parten y a la que llegan casi todos los nuevos teóricos de la lectura, acaba por desmoronarse la antigua idea de que la lectura es pasiva, meramente receptiva, y que el lector es un receptor acomodado únicamente a las intenciones y designios de un autor.

En 1972 aparece en Munich, Alemania, Wolfgang Iser, para aseverar que “leer es solamente un placer cuando es activo y creativo”; la noción de gozo resulta importante para este autor basando su afirmación en el estudio que hizo
Virginia Wolf de Jane Austen para asegurar que una obra literaria tiene omisiones deliberadas, “partes no escritas del texto”, a fin de incentivar en el lector su
interés y su trabajo sobre la propia obra.

Definitivamente, la comprensión es el núcleo rector de la lectura, sin este enfoque nos convertiríamos en analfabetas “funcionales”, porque de qué sirve leer si no comprendemos lo que leemos, si nos convertimos en lectores pasivos. No le damos el significado a la grafía y no participamos. Nos quedamos en el primer nivel de la lectura.