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Ejemplar
recital de Luis
Alejandro Flores Villalobos
Jorge Vázquez Pacheco
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![](images/p%E1g%2019.gif) |
Cada
actuación el público resulta en una experiencia aleccionadora
para todo ejecutante joven. De ello apenas cabría la duda.
Y, en este sentido, es seguro que el recital que ofreció en
la sala chica del Teatro del Estado el talentoso violinista Luis Alejandro
Flores Villalobos habrá de hacerle pensar en la conveniencia
de tomarse el respiro necesario en las realización de sus programas. |
Y
no es que las cosas le hayan resultado mal. Se trata de un adolescente
tan excelentemente dotado como sus dos hermanos mayores, Ernesto y
Alberto, quienes actualmente cursan estudios de perfeccionamiento
en el extranjero. Integrantes de una familia en que la música
es la actividad primordial, lo cual resulta admirable desde el punto
de vista de que sus progenitores no sean músicos, los tres
hermanos conmueven por su entrega al arte sonoro y por los resultados
obtenidos. En una reseña anterior el menor de ellos, Luis Alejandro,
fue descrito como un verdadero león rasurado, de
técnica tan depurada como sorprendente en su manera de abordar
partituras complejas y exigentes.
Y el recital que hoy nos ocupa, realizado el pasado miércoles
16 de julio, no se alejó de lo que este muchacho acostumbra.
Luis Alejandro programó dos fragmentos para violín solo
Bach y Dancla combinados con dos movimientos del Quinto
concierto para violín y orquesta de Mozart, con la parte del
piano asignada a un correcto Luis Enrique León España.
El problema fue cuando el joven violinista no hizo el intermedio de
descanso anunciado antes de las dos obras finales, ambas de altos
vuelos y demandantes en extremo: la Sonata en do menor opus 30 de
Beethoven y la Fantasía sobre temas de Carmen de Sarasate.
Es de todos sabido que Beethoven, en sus sonatas para violín
y piano (y en la totalidad de su obra), nunca ha sido un compositor
sencillo y que las obras de Sarasate, sobre todo las que
el violinista y compositor español escribió para ejecutarlas
él mismo, son de una dificultad propia de quien en su época
fue considerado el mejor violinista del momento. Sarasate debió
crear su propia música, filigranesca y compleja, ante la limitante
de unas manos demasiado pequeñas para alcanzar los imposibles
acordes de Paganini.
Todo marchó de maravilla, sobre todo en la dura Sonata de Beethoven.
Una vez que Flores Villalobos llegó a la obra de Sarasate,
se le notó un tanto cansado y aunque resolvió de forma
muy aceptable la difícil partitura, los desaciertos se hicieron
presentes. Desde luego, nada que impidiese el desarrollo de la audición,
pero que resultó en la evidencia de que los artistas también
se cansan y que la música, por bella que sea, es un ejercicio
agotador para todo intérprete.
Luis Alejandro Flores Villalobos cuenta con la asesoría de
Carlos Marrufo, el artífice de la formación artística
de los tres hermanos, y seguramente se llevó un buen regaño
por parte de su maestro. Pero esos ímpetus de juventud en nada
afectan su presencia escénica; la garra con que se arroja sobre
las obras despierta la admiración de los oyentes y ha en él
un evidente deseo de quedar bien ante un público que le quiere
y le sigue. Los pequeños tropiezos sirven de mucho. Todo lo
que este joven artista haga en lo sucesivo, merece seguirse de cerca. |
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