Año 3 • No. 111 • julio 21 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Páginas Centrales

 
Información General

 Arte Universitario

 Inter Nautas

 Halcones al Vuelo

 
Contraportada


 Números Anteriores


 Créditos

 

Ejemplar recital de Luis
Alejandro Flores Villalobos
Jorge Vázquez Pacheco

Cada actuación el público resulta en una experiencia aleccionadora para todo ejecutante joven. De ello apenas cabría la duda. Y, en este sentido, es seguro que el recital que ofreció en la sala chica del Teatro del Estado el talentoso violinista Luis Alejandro Flores Villalobos habrá de hacerle pensar en la conveniencia de tomarse el respiro necesario en las realización de sus programas.
Y no es que las cosas le hayan resultado mal. Se trata de un adolescente tan excelentemente dotado como sus dos hermanos mayores, Ernesto y Alberto, quienes actualmente cursan estudios de perfeccionamiento en el extranjero. Integrantes de una familia en que la música es la actividad primordial, lo cual resulta admirable desde el punto de vista de que sus progenitores no sean músicos, los tres hermanos conmueven por su entrega al arte sonoro y por los resultados obtenidos. En una reseña anterior el menor de ellos, Luis Alejandro, fue descrito como un verdadero “león rasurado”, de técnica tan depurada como sorprendente en su manera de abordar partituras complejas y exigentes.

Y el recital que hoy nos ocupa, realizado el pasado miércoles 16 de julio, no se alejó de lo que este muchacho acostumbra. Luis Alejandro programó dos fragmentos para violín solo –Bach y Dancla– combinados con dos movimientos del Quinto concierto para violín y orquesta de Mozart, con la parte del piano asignada a un correcto Luis Enrique León España. El problema fue cuando el joven violinista no hizo el intermedio de descanso anunciado antes de las dos obras finales, ambas de altos vuelos y demandantes en extremo: la Sonata en do menor opus 30 de Beethoven y la Fantasía sobre temas de Carmen de Sarasate.
Es de todos sabido que Beethoven, en sus sonatas para violín y piano (y en la totalidad de su obra), nunca ha sido un compositor “sencillo” y que las obras de Sarasate, sobre todo las que el violinista y compositor español escribió para ejecutarlas él mismo, son de una dificultad propia de quien en su época fue considerado el mejor violinista del momento. Sarasate debió crear su propia música, filigranesca y compleja, ante la limitante de unas manos demasiado pequeñas para alcanzar los imposibles acordes de Paganini.

Todo marchó de maravilla, sobre todo en la dura Sonata de Beethoven. Una vez que Flores Villalobos llegó a la obra de Sarasate, se le notó un tanto cansado y aunque resolvió de forma muy aceptable la difícil partitura, los desaciertos se hicieron presentes. Desde luego, nada que impidiese el desarrollo de la audición, pero que resultó en la evidencia de que los artistas también se cansan y que la música, por bella que sea, es un ejercicio agotador para todo intérprete.

Luis Alejandro Flores Villalobos cuenta con la asesoría de Carlos Marrufo, el artífice de la formación artística de los tres hermanos, y seguramente se llevó un buen regaño por parte de su maestro. Pero esos ímpetus de juventud en nada afectan su presencia escénica; la garra con que se arroja sobre las obras despierta la admiración de los oyentes y ha en él un evidente deseo de quedar bien ante un público que le quiere y le sigue. Los pequeños tropiezos sirven de mucho. Todo lo que este joven artista haga en lo sucesivo, merece seguirse de cerca.