Año 3 • No. 112 • agosto 19 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
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Diario de Cataluña
La ciudad histórica, la ciudad cambiante

Harmida Rubio Gutiérrez

“Soy lo que he sido” reflexionaba Ingrid, una de mis compañeras del master al repasar la clase de introducción sobre Historia del urbanismo en Barcelona, de la que acabábamos de salir.

“La ciudad es una suma de capas, una suma de historias, de momentos y de sociedades. Además, es una suma de culturas y de diferencias genéricas y generacionales. Asimismo, la diversidad histórica es lo que hace que ese ente inanimado (la ciudad), por alguna cuestión comience a hablar, y nos cuente quienes han atravesado sus calles, quienes la han herido o a cuanta gente distinta ha alojado”; –terminamos ese día reflexionando.

Ahora, un poco a la distancia, me parece que agregaría una discusión más al respecto: el que la ciudad sea un documento histórico no quiere decir que las partes de ella, consideradas del pasado, tengan por fuerza que ser intocables.
Eso es precisamente lo interesante de la suma de capas. Por ejemplo: el encontrarte con un barrio medieval, en el que instalaron en su centro un mueso de arte contemporáneo (con la contundencia que implica arquitectónicamente el ser contemporáneo) me parece una buena contribución a la escritura de la historia de la ciudad, incluso a la memoria colectiva.

Con esto estoy hablando de la transformación urbana, de la actuación sobre la ciudad existente, de los proyectos sobre el lienzo ya pintado.

Lo que estamos viviendo ahora, y lo sabemos bastante bien, será historia en un futuro. Entonces, ¿por qué no podríamos construir un legado histórico actual, al lado de otro de otra época? A lo que voy; me parece que el hecho de que algunas construcciones se consideren antiguas, no las hace dueñas absolutas de su espacio en la ciudad, ni les da la exclusividad de la imagen urbana. Hacen falta más cualidades para ganarse la permanencia –creo yo.

Una ciudad nos habla mejor cuando encontramos en su centro histórico pequeñas ventanitas con balcón y en él ropa tendida que se balancea sobre la calle con peligro de caernos en la cabeza
Por otro lado, en todo esto de las capas y de la memoria de la ciudad somos protagonistas los ciudadanos. Mucho de lo que hace hablar a la ciudad es la actividad que nosotros le damos, lo que participamos en ella.

A ver si me explico. La ciudad habla más cuando encontramos en el centro histórico esas ventanitas pequeñas con balcones y ropa tendida, que se balancea sobre la calle con peligro de caernos en la cabeza.

La ciudad habla más cuando escuchamos el cruzar de las carretitas de caballos sobre las calles empedradas del centro histórico; cuando se oye el murmullo y hasta los gritos de la gente reunida en el cafecito frente a la plaza.

También habla la ciudad cuando se ven pasar las olas de gente corriendo con sus paragüas y sus impermeables. Yendo de un lado para el otro y buscando un refugio para cubrirse de la lluvia.

Sin estas escenas, para mí, no hay ciudad, sólo hay un escenario, algo sin vida.
Es por esto que la actividad en los barrios históricos es muy importante. De ahí que la combinación de arquitecturas y tiempos puede ser una buena herramienta para lograrlo; por esta razón los planes de ordenamiento, que consideran actuaciones de transformación urbana, apuestan por la conservación sustentada en el cambio (claro que no en todos los casos).

En suma, la transformación es una muy buena opción para recuperar la ciudad histórica haciéndola más histórica y diversa. Haciendo a la ciudad un ente cambiante, como nosotros mismos, como todo en este mundo. Comentarios a: harmida_rubio@hotmail.com