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Soy
lo que he sido reflexionaba Ingrid, una de mis compañeras
del master al repasar la clase de introducción sobre Historia
del urbanismo en Barcelona, de la que acabábamos de salir.
La ciudad es una suma de capas, una suma de historias, de
momentos y de sociedades. Además, es una suma de culturas
y de diferencias genéricas y generacionales. Asimismo, la
diversidad histórica es lo que hace que ese ente inanimado
(la ciudad), por alguna cuestión comience a hablar, y nos
cuente quienes han atravesado sus calles, quienes la han herido
o a cuanta gente distinta ha alojado; terminamos ese
día reflexionando.
Ahora, un poco a la distancia, me parece que agregaría una
discusión más al respecto: el que la ciudad sea un
documento histórico no quiere decir que las partes de ella,
consideradas del pasado, tengan por fuerza que ser intocables.
Eso es precisamente lo interesante de la suma de capas. Por ejemplo:
el encontrarte con un barrio medieval, en el que instalaron en su
centro un mueso de arte contemporáneo (con la contundencia
que implica arquitectónicamente el ser contemporáneo)
me parece una buena contribución a la escritura de la historia
de la ciudad, incluso a la memoria colectiva.
Con esto estoy hablando de la transformación urbana, de la
actuación sobre la ciudad existente, de los proyectos sobre
el lienzo ya pintado.
Lo que estamos viviendo ahora, y lo sabemos bastante bien, será
historia en un futuro. Entonces, ¿por qué no podríamos
construir un legado histórico actual, al lado de otro de
otra época? A lo que voy; me parece que el hecho de que algunas
construcciones se consideren antiguas, no las hace dueñas
absolutas de su espacio en la ciudad, ni les da la exclusividad
de la imagen urbana. Hacen falta más cualidades para ganarse
la permanencia creo yo.
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Por
otro lado, en todo esto de las capas y de la memoria de la ciudad
somos protagonistas los ciudadanos. Mucho de lo que hace hablar a
la ciudad es la actividad que nosotros le damos, lo que participamos
en ella.
A ver si me explico. La ciudad habla más cuando encontramos
en el centro histórico esas ventanitas pequeñas con
balcones y ropa tendida, que se balancea sobre la calle con peligro
de caernos en la cabeza.
La ciudad habla más cuando escuchamos el cruzar de las carretitas
de caballos sobre las calles empedradas del centro histórico;
cuando se oye el murmullo y hasta los gritos de la gente reunida en
el cafecito frente a la plaza.
También habla la ciudad cuando se ven pasar las olas de gente
corriendo con sus paragüas y sus impermeables. Yendo de un lado
para el otro y buscando un refugio para cubrirse de la lluvia.
Sin estas escenas, para mí, no hay ciudad, sólo hay
un escenario, algo sin vida.
Es por esto que la actividad en los barrios históricos es muy
importante. De ahí que la combinación de arquitecturas
y tiempos puede ser una buena herramienta para lograrlo; por esta
razón los planes de ordenamiento, que consideran actuaciones
de transformación urbana, apuestan por la conservación
sustentada en el cambio (claro que no en todos los casos).
En suma, la transformación es una muy buena opción para
recuperar la ciudad histórica haciéndola más
histórica y diversa. Haciendo a la ciudad un ente cambiante,
como nosotros mismos, como todo en este mundo. Comentarios a: harmida_rubio@hotmail.com
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