|
|
De Óscar Villegas
y Xalapa
Arturo Meseguer Lima
|
![](images/villegas(pagina19).gif) |
Corría
el año de 1976, la Universidad Veracruzana se encontraba al
inicio de una experiencia nueva y prometedora con la creación
de sus Grupos Artísticos Profesionales en las diferentes disciplinas.
La lucha contra el imperialismo con sus variables nacionales comprometía
todas las conciencias, mientras que las botas militares destruían
la flor de la inteligencia continental. Los conceptos de Tercer mundo
y de Países |
subdesarrollados
fustigaban los criterios ortodoxos en su esquematización unidireccional
y arcaica de estratificación y comprensión de la dinámica
transformación del mundo.
Por azares de la vida llegan a Xalapa jóvenes artistas formados
académicamente en los países de Europa del Este, del
otro lado de la cortina de hierro. Ellos comprenden y se unen a los
ideales de liberación y cambio que exigían la mayoría
pobre e históricamente explotada de todos los países
de Latinoamérica. La recién formada compañía
de teatro Ateneum de la UV, recibe a una joven directora mexicana,
Martha Luna, egresada en Praga de una de las escuelas de teatro más
reconocidas del bloque comunista. Ella propone una obra de otro joven
y casi desconocido dramaturgo mexicano, Oscar Villegas llamada La
Atlántida.
La acción de la obra fijada en la década de los cincuenta
en una colonia periférica de la ciudad de México dibuja,
a modo de profecía, el irremediable destino del crecimiento
desproporcionado, irregular y caótico que sufrirá esa
ciudad en los años posteriores. Al ritmo compulsivo del mambo,
Villegas y Luna hacen énfasis en los valores y contradicciones
que le impidieron a México desarrollarse económica y
socialmente en la segunda mitad del siglo XX.
El segundo encuentro creativo con Villegas sucedió en 1980
con una nueva compañía de teatro llamada la Infantería
Teatral, creada por dos disidentes que rayando en la intolerancia
fueron separados de la Compañía Titular: Enrique Pineda
y un servidor, bajo la promesa de formar otras compañías
en las también recién estrenadas Vicerrectorías.
Santa Catarina fue nuestra primer bandera para apoyar y defender la
nueva dramaturgia mexicana, objetivo único de nuestro quehacer
y compromiso artístico. Con escenografía del inolvidable
Ernesto Bautista y casi sin presupuesto, ese año ganamos inevitablemente
los premios de la crítica nacional. A partir de ese momento
la Infantería Teatral fue reconocida como la compañía
de teatro que más apoyó a la dramaturgia nacional. Después
se montó La pira y la revista Tramoya, dirigida por el más
importante dramaturgo veracruzano Emilio Carballido, continuó
difundiendo y apoyando ese inagotable caudal de textos generados a
lo largo y ancho del país donde Oscar siempre tuvo un lugar
preponderante.
A esta altura de la nota ya se habrán preguntado varias veces
el objeto del discurso: sólo es anunciar que Villegas ha detenido
su pluma, que el horno donde producía sus singulares y extraordinarias
piezas se ha apagado de golpe, pero que nadie ni nada podrá
reemplazar su talento, su agudeza descriptiva, la acabada y compleja
construcción de sus personajes y la enorme capacidad sintética
y dramática que ha legado al teatro universal.
Descansa amigo, tus personajes vivirán por siempre en los corazones
de los afortunados, actrices y actores que los encarnamos, y en las
conciencias de los millones de seres humanos que a través de
las generaciones continuarán conociendo y compartiendo los
luminosos mundos creados por tu irrepetible fantasía. |
|
|
|
|
|
|