oportunidad de apreciar rostros de la mal llamada locura mental, ancianos con rostros arrugados y vestidos en harapos desafiando con su presencia la estética urbana, expresiones naturales, despreocupadas, felices y plenas que cuestionan si loco es el que vive encerrado en un psiquiátrico o aquel que libre no puede salir del encierro invisible en el que lo apresa la racionalidad de un mundo desquiciado. Ellos ni sufren, ni se acongojan, le extraen día a día el tuétano a la vida, al hoy, que es todo lo que tienen. Viven de manera delirante balbuceando una perorata eterna, inmersos en su mundo de voces, luces, animales y monstruos que nuestros educados ojos se han negado a descubrir, deambulando, comiendo y durmiendo, sin acabar de comprender.

Para elaborar estas imágenes, Raúl Ortega literalmente se sumergió en el mundo de los locos; en 1993 visitó el Hospital Psiquiátrico “Doctor Samuel Ramírez Moreno” de la Secretaría de Salud en la ciudad de México y como anteriormente lo ha hecho con los integrantes del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, obtuvo resultados sorprendentes y emocionantes.

Como en su libro De fiesta, Raúl Ortega, en Estos locos se involucró literalmente con sus fotografiados, como si entre él y los llamados locos no hubiera mayor diferencia y fueran los dos protagonistas de la imagen, la misma cara de una moneda, hecho que tiene que ver en gran medida con su formación profesional.
Ortega ha expresado que es a través de la fotografía que muestra su visión personal del mundo: “la fotografía no es un reflejo de la realidad, sino de lo que desea compartir el fotógrafo, de su punto de vista, lo que cree importante. El artista toma un fragmento de la realidad y la transforma. Siempre parte de lo que es, de su educación, cultura e ideología.