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La comunicación de la ciencia en las Instituciones de Educación
Superior (IES)
Heriberto G. Contreras/Leticia Garibay Pardo
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A
partir del siglo xix y durante todo el siglo XX hemos atestiguado
el crecimiento conceptual y tecnológico de la actividad científica.
Los puentes que unían al ciudadano común y corriente
con la ciencia, principalmente a través de la tecnología,
no sólo se expandieron, sino también se han visto avasallados
por las nuevas concepciones científicas acerca de la vida,
del sexo y la reproducción, el sentido de nuestro paso por
el planeta e incluso por del significado de la muerte.
Hoy, la ciencia, el conocimiento común y la tecnología
conforman una red mucho más poderosa que cualquier red virtual;
nos movemos y comunicamos al ritmo de la |
Heriberto
G. Contreras |
tecnología,
pero soñamos con los nuevos mundos que la ciencia nos promete.
A la par de esta aparente íntima relación con la ciencia,
múltiples voces se han pronunciado acerca de la inmensa brecha
que nos separa del mundo científico, incluso hay tendencias
conceptuales que afirman que las diferencias actuales entre las naciones
ya no son los números macroeconómicos y el crecimiento
de los mercados internos.
En estos tiempos, la diferencia se establece incluso entre quienes
usan y aprovechan el conocimiento y entre los que simplemente observan
las noticias más espectaculares de la ciencia, pero sin entender
lo que éstas significan para su vida cotidiana, para su vida
como sociedad, para su vida como nación: tener o no ya es un
asunto de conocimiento, de conocimiento científico.
Para hacer más complejo el escenario de la ciencia en las culturas
y civilizaciones contemporáneas, observemos cómo la
ciencia misma tiene necesidad del ciudadano moderno o posmoderno.
Resulta que el avance de la ciencia se enfrenta a situaciones críticas;
los amplios, debatidos e imperfectos caminos de la democracia exigen
que los ciudadanos participen cada día más con su opinión
y su voto en la vida política de las naciones.
La ciencia depende de esta vida política y por lo tanto, empieza
a depender de las opiniones de quienes pagan parte de la ciencia;
los contribuyentes, los ciudadanos. Ciertamente, el asunto del apoyo
público de la investigación científica no es
un asunto menor. La percepción pública de la ciencia,
construida en parte por los medios más amplios de culturización,
como la televisión, el cine y aún la propia prensa,
no es precisamente una buena opinión. |
El
papel de la radio universitaria |
Uno
de los estudios más recientes del Observatorio de la
Ciencia, se centró en analizar el papel de las radios
universitarias como impulsoras de la ciencia en sí, como
medios divulgadores, difusores o comunicadores. Fue entonces
que después de varios meses de investigación obtuvimos
algunos resultados que si bien no son un nuevo paradigma, sí
ofrecen una visión aproximada de la comunicación
científica a través de la radio.
Encontramos
de las 32 Instituciones de Educación Superior (IES),
(de las cuales se analizó por estado una pública,
autónoma y estatal) el 71 por ciento, 23, cuentan con
una radio difusora; todas transmiten a través de una
señal de frecuencia radial. Resalta el hecho de que sólo
el nueve por ciento, tres, de éstas 23, emplean la transmisión
simultánea de su señal a través de Internet.
Seis estaciones ofrecen su programación a través
de AM, mientras que 10 transmiten por FM. Por su parte siete
transmiten tanto en AM como FM.
En la medida de lo posible, y sobre todo de que en Internet
encontráramos la programación de las radios universitarias
(ya que esta fue nuestra herramienta de trabajo), analizamos
la producción original en materia de difusión
y divulgación de la ciencia; encontramos que el 41 por
ciento de las ies con radio universitaria no ofrecen ningún
tipo de programa científico en su programación,
o al menos no está referido en Internet. El 59 por ciento
(16) sí ofrecen algún tipo de programa radial
con temas científicos.
Resalta el hecho de que el 56 por ciento de las ies con radio
ofrecen una producción original. En esta producción
participan activamente investigadores o docentes de las propias
ies, que además abordan temas de índole local.
Por su parte, un dos por ciento retransmite programas o cápsulas
de otras universidades u organismos incluso del extranjero.
De las radios universitarias que programan difusión y/o
divulgación científica, sólo un 17 por
ciento transmite un noticiario científico. |
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Está
ampliamente documentado que el ciudadano promedio espera de la ciencia
resultados cada vez más sorprendentes y de impacto mediático,
no obstante se rehúsa a entender, a comprender los conceptos
mínimos que, por ejemplo le hagan entender los diferentes niveles
de impacto de la actividad científica.
Desde esta perspectiva no es nada raro que a la ciencia se le culpe
del hoyo en la capa de ozono, del terrorismo bacteriológico
y aún de la pérdida de los principios morales y religiosos
que, por siglos, han envuelto nuestra visión del mundo; del
ántrax a la clonación, de la deforestación del
planeta a la contaminación de los suelos, del agua y del aire.
Hay una acusada que espera pacientemente ante su juez una oportunidad
para demostrar su inocencia, en la que nadie cree, probablemente ni
los hacedores de la ciencia misma.
De acuerdo a esta imagen, un poco ficción un tanto real, tal
como la percepción de la ciencia misma, extraemos un gran objetivo;
llevar a todos el mensaje de la ciencia, dejar que todos disfruten
y sobre todo entiendan, lo maravilloso y útil que puede ser
este campo de la cultura; hacer de la misma un patrimonio universal,
no el reducto de poder de unos cuantos, que no son precisamente exclusivamente
los científicos. |
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